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Hannac Pachap Cussicuinin, joya del barroco peruano

EL SUEÑO DEL NIÑO BARROCO CUSQUEÑO SIGLO XVIII

El sueño del niño. Fragmento. Barroco cusqueño Siglo XVIII, óleo sobre lienzo. Autor desconocido.

El otro día en un evento por el aniversario de Lima, alguien tuvo la buena idea de incluir una pieza musical que me impactó. Al principio no le hice mucho caso, ni siquiera oí bien el título cuando la presentaban, pero a medida que la melodía se iba desarrollando pasé rapidamente por la curiosidad, el deleite y el placer. Lo primero que me llamó la atención fue el estilo, sonaba antiguo, luego los coros, religiosos, hasta que llegó una palabra a mi mente: barroco.

Ya en casa no podía dejar de pensar en eso, así que le escribí a la organizadora del evento quien tuvo la amabilidad de darme los datos requeridos. Se trataba del Hannac Pachap Cussicuinin -Alegría del cielo, en castellano- un himno procesional dedicado a la Virgen María. Suele atribuirse su composición al presbítero Juan Pérez Bocanegra quien la escribió en el Cusco antes de 1622 y posteriormente publicó la obra en Lima en el año 1631. Pero antes de proseguir les dejo con el propio Hannac Pachap Cussicuinin, en la versión más parecida que encontré a la que escuché.

El Hannac Pachap Cussicuinin tiene varios puntos interesantes a resaltar, para empezar su letra está escrita en quechua, además es la primera obra polifónica vocal compuesta y publicada en América. A decir de la wikipedia «esta obra significa para la música lo mismo que la coetánea escuela cuzqueña para la pintura: una perfecta integración entre las tradiciones europeas y criollas del virreinato con las originarias de la región».

Por otra parte, Pérez Bocanegra, el autor de la obra, fue un músico y políglota, pues dominó el latín, el quechua y el aymara, lo que le permitió desempeñarse como corrector de libros corales y examinador general de lenguas nativas para la Arquidiócesis del Cuzco. También ocupó durante muchos años el cargo de párroco de la iglesia de San Pedro de Andahuaylillas. Fue él quien encargó a Luis de Riaño que pintase los importantes frescos que ornamentan los muros de la iglesia,​ a la que se le conoce como la «Capilla Sixtina de América». Además mandó construir para ella dos órganos que aún se conservan y son los más antiguos de América Latina.

Podría pensarse que esta obra es una rara avis, pero no es así pues hubo una gran producción de himnos religiosos en quechua en los Andes peruanos durante el virreinato, costumbre  y uso que ha seguido vigente durante la república. El prestigioso profesor Alan Durston escribe: «En su extenso artículo «Los himnos quechuas católicos cuzqueños», publicado en 1955 en la revista Folklore Americano, Arguedas resaltó la importancia del género, notando que la interpretación de himnos quechuas era muy difundida en la sierra peruana (como lo sigue siendo hoy, más de 50 años más tarde), y alegando incluso que «los himnos… constituyeron la principal y la más copiosa producción literaria en el idioma inca, desde la conquista». Más adelante en su artículo añade:

El uso del quechua en la liturgia y la paraliturgia católica es una práctica dinámica y heterogénea, no una reliquia del pasado. Atraviesa diferentes sectores sociales. Como advierte Pilco Paz (2002:4), hay una gran diferencia entre una velada en una fiesta parroquial y una misa en la catedral, por mucho que se canten los mismos himnos. En cualquier caso, el público son en su gran mayoría personas bilingües que exigen el uso del quechua en estos contextos litúrgicos a pesar de que entienden el castellano. Los motivos por este apego a los himnos quechuas son complejos y varían según el estrato social. Para muchos el quechua es el idioma «materno», el idioma de la intimidad y la familiaridad, y consecuentemente un himno quechua tiene una fuerte carga emocional. También se suele ver en el quechua un valor emblemático e identitario, una marca de «cusqueñidad» y de «tradición».

Ya que hablamos de música barroca peruana, hay un gran corpus de composiciones que recién en los últimos años han empezado a ser rescatadas, investigadas e interpretadas. Un ejemplo de esto es la labor de José Quezada Macchiavello, director de la agrupación Lima Triumphante. Para tener una idea del contexto en el que surgió esta música barroca peruana cito a Quezada: «Aunque muchos estén en desacuerdo, el Virreinato del Perú fue una época de gran libertad e independencia en el arte, de gran apertura universal. En el campo de la música, por ejemplo, dialogábamos de igual a igual con lo que sucedía en Europa. Usando el lenguaje actual, creo que estábamos en el standard mundial.»

Definitivamente, el barroco peruano tiene aún mucho por descubrir, pues, tal como se dijo en la presentación del libro de Fernando Iwasaki «¡Aplaca, Señor, tu ira!. Lo maravilloso y lo imaginario en Lima colonial«, es uno de los periodos de nuestra historia que tenemos más olvidados. Justamente Iwasaki dijo lo siguiente en una entrevista previa a la presentación de su libro:

Solemos pensar que el barroco fue un compendio de supersticiones y se suele asociar la superstición al pueblo llano. Lo primero que hice fue desterrar aquel prejuicio porque el imaginario barroco era compartido por la élite y la plebe, las colonias y la metrópoli, los eruditos y los ignorantes, los clérigos y los seglares. Todos compartían la misma lectura simbólica del mundo y todos decodificaban por igual una retórica que les permitía realizar las conexiones imaginarias correspondientes entre las tormentas y la lectura de libros prohibidos, las epidemias y los cometas, las sequías y el demonio, los terremotos y el pecado nefando. Aquellas conexiones imaginarias suponían una racionalidad con la que trabajó el propio Descartes. Y por supuesto, aquel imaginario fue en cierta forma global.

Y añade, en concordancia a lo citado previamente de José Quezada respecto a la música barroca peruana:

Si algo he aprendido estudiando el barroco del siglo XVII, es que las sociedades coloniales americanas no eran ni más atrasadas ni menos racionalistas que otros reinos de la Europa católica. Y no sólo me refiero a España, sino a Italia, Portugal, Irlanda y gran parte de Francia. Un olvidado agustino limeño -fray Baltasar Campuzano y Sotomayor- publicó en Madrid y Roma una serie de libros como Planeta Católico (1646), Parabién a la Iglesia Católica Romana en la conversión de Christina Alexandra Reyna de Suecia (1656) o Día y Noche: Discursos morales sobre el contagio de la peste en Roma (1657), donde interpretaba en clave barroca global asuntos europeos, amazónicos, médicos y monárquicos. Fray Baltasar Campuzano y Sotomayor no fue un caso aislado, pues hubo numerosos mexicanos y limeños que se codearon con las principales figuras de la ciencia y las letras europeas de su tiempo. Por lo tanto, la omnicomprensiva hermenéutica barroca no sólo era patrimonio de España o Europa sino también de ciudades americanas que tenían universidades con cien años de antigüedad y que contaban con intelectuales y científicos que publicaban tratados que no disonaban con los que circulaban por la Europa católica del siglo XVII.

Para terminar les dejo con otra versión del Hannac Pachap Cussicuinin, esta interpretada por niños de los colegios de Andahuaylillas, Huaro y Urcos, en la capilla San Pedro Apostol de Andahuaylillas, Quispicanchis, Cusco, tal como debió haberse cantado en los años que fue compuesta.