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«Todos somos ciborgs»: Amber Case y la ciberantropología


Cyborg

Cyborg

Cuando uno oye hablar de ciborgs, se le viene a la mente seres mitad humanos y mitad robots, con un aspecto como los terminators de las películas del mismo nombre (pero en realidad estos son androides), o diversas variaciones de grado en la misma combinación, a veces más robot, a veces más humano, aunque realmente más ciborg serían El hombre nuclear, el protagonista de una vieja serie de los setentas y el famoso Robocop de la película del mismo nombre de los ochentas.

Así pues el ciborg vendría a ser aquel ser humano que ha visto sus capacidades físicas o mentales aumentadas por la sustitución de partes de su cuerpo por otras robóticas, de mayor poder y resistencia. Imaginarán que la primera vez que oi esta frase «Todos somos ciborgs», me pregunté cómo podría ser eso. Más aún estando asociada a otro término hasta ese momento extraño para mi: Ciberantropología.

Aunque tenía una idea aproximada, no supe realmente qué era la ciberantropología hasta que lo busqué en la Wikipedia: «una rama de la antropología sociocultural que estudia sistemas cibernéticos y la relación entre humanos y nuevas tecnologías. La ciberantropología, a diferencia de la etnografía virtual, estudia la relación del ser humano con las tecnologías, […] Por ende, la ciberantropología centra su atención tanto en contextos Online, como en fenómenos tecnológicos como lo pueden ser el estudio de dispositivos de uso masivo […] hasta la fusión del hombre con la máquina como es el caso de los cyborgs.» Además añaden:

La antropología tiene hasta el momento tres aproximaciones en el mundo de las Nuevas Tecnologías, siendo la ciberantropología una de ellas. La primera es la etnografía virtual, cuya mayor exponente hasta el momento es Christina Hine. La etnografía digital es la segunda propuesta. La tercera propuesta es la ciberantropología, la cual retoma su nombre del libro escrito por Arturo Escobar [1] «Bienvenidos a Cyberia». Recientemente ha aparecido el libro «Ciberantropología, cultura 2.o» de Alfonso Vázquez[2], que aborda el tema de manera concisa.

Obviamente acá nos referiremos principalmente a la tercera opción. Sin embargo aunque esta pequeña aproximación al tema publicada en el diario argentino La Nación trata sobre las tres variantes, este párrafo aporta mucho a comprender la ciber antropología: «la forma como los individuos y las comunidades se apropian del ciberespacio, las alteraciones que la tecnología digital provoca en su cotidiano, las diferentes identidades desempeñadas en la comunidad virtual, la influencia de la comunidad virtual en la real (y viceversa).»

Me resultó curioso enterarme (en la Wikipedia en castellano) que se debe a un colombiano la denominación de ciberantropología (por ahí se lo imputan a otro, me parece.) Y la razón es que fue en Colombia que pude conocer a una ciberantropóloga: Amber Case. Pero antes de conocerla, googleé sobre ella. Lo que más me llamó la atención en primera instancia fue su charla TED. Acá la pongo para que la vean también:

Carlos Casuso de El blog de Método resume la charla de esta forma:

Case parte de la idea de que la tecnología está haciendo evolucionar (en el sentido más literal del término) la naturaleza de los seres humanos. Estamos dando un paso evolutivo desde el homo sapiens hacia algo así como un homo sapiens mira-pantallas que interactúa con el mundo haciendo ‘clics’. Se puede decir que hoy prácticamente dependemos de “cerebros externos” (ordenadores, móviles…) para comunicarnos con otras personas, recordar nuestro pasado, o incluso “vivir” biografías secundarias paralelas. En su ponencia Case se plantea la siguiente pregunta: ‘Estas máquinas, ¿van a ayudarnos a mejorar como seres humanos o, por el contrario, van a doblegarnos?’

Probablemente si alguien es un nativo digital, Amber lo sea por derecho propio. Quizás no haya nacido con un celular en la mano pero parece que rápidamente hizo de las computadoras una parte de si misma. A modo de anécdota copio parte de esta entrevista de Technocult del 2010, donde Case, hablando de artefactos digitales y la fragilidad de la data, cuenta (la mala traducción es mía):

Case – Un problema es que las máquinas no se vuelven más pesadas cuando ponemos data en ellas. Lo cual es extraño, por que la información tiene peso en la vida real.
Entrevistador -Es curioso que digas eso. A veces cuando borro montones de cosas de mi laptop, siento como si quedara más ligera, en serio. Se que no es así, pero es lo que me parece.
Case – Es interesante la forma que lo dices- es una señal de que tus sentidos están enlazados a luna máquina – que tu máquina se ha convertido en una clase de cerebro externo. La primera vez que mi computadora se malogró sentí que había perdido la mitad de mi cerebro.

Esta otra entrevista de Simone Cicero del mes de julio de este año en Meedabyte nos revela un poco más de las ideas de Amber Case sobre el uso de la tecnología y su factor social, donde por ejemplo, Facebook vendría a cumplir la función de un fast food de la interacción social, acortando distancias y ahorrando tiempo:

[SC]: ¿Cuál es el rol de la tecnología entonces? ¿ser sólo una “habilitadora” para que el individuo confíe, donde sea y cuando sea, en las fortalezas de su comunidad?
[AC]: Al co-crearse a si mismo con un dispositivo digital, uno desarrolla una identidad en relación a otros. Esta identidad es interesante o no interesante. Si es interesante, una convergencia ocular, o un juego de atención virtual pueden unirse a una identidad virtual. Esto brinda a una persona una cierta cantidad de gravedad con respecto a otros. Las actualizaciones de estado de uno deben ser tecnosocialmente atractivas para los que las ven, o si no la identidad perderá gravedad. Las marcas, y de forma creciente los individuos también, buscan incrementar la gravedad. Muchos de ellos fallan. Aquellos que tienen éxito se convierten en personas útiles, orientadas al servicio, o en íconos del entretenimiento.

[SC]:  En un pasaje del “Manifiesto Cyborg” leo: “Un cyborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción.” ¿En qué sentido entonces, hablamos de una “criatura de realidad social”? Entonces, de vuelta a la pregunta previa, ¿es posible que el cyborg sea por definición “social”? ¿es ese un aspecto clave de este acto de evolución?
[AC]: Ese es un muy buen punto. Los humanos son, por naturaleza, sociales. Cuando las computadoras se conectaron en redes, la tecnología se volvió social, no solo entre humanos, si no entre máquinas. En este sentido, la computadora es la portadora de la interactividad humana. La computadora ayuda a los humanos a ser más sociales y más inteligentes debido a que reduce la fricción de la interacción que existe en el mundo análogo. Transmitir información o buscar información es un acto social que ayuda a transformar los resultados de búsqueda en iteraciones más útiles para el siguiente investigador.

También nos da ciertas luces sobre el futuro según Case.

[SC]: ¿Crees que finalmente tendremos objetos “sociales”, capaces de interactuar con nosotros de forma natural? (A menudo pienso en cosas como el carro Google) – ¿Cuál sería su impacto en la sociedad?

[AC]: Creo que ya tenemos objetos sociales. Nos han dado interfaces que nos conectan a otros. En cierto sentido, ya estamos socializando con el dispositivo para poder socializar con alguien más.

[SC]: ¿Qué opinas del movimiento Humanity+, y en general sobre el positivismo tecnológico? ¿Crees que podemos esperar que esta transición, maduración, a un nuevo homo sapiens sea no-traumática? ¿Es probable que haya momentos en que este desarrollo podría detenerse o revertirse?

[AC]: Creo que el futuro será costoso, y que muchos no serán capaces de costeárselo. Algunos de los mejores tratamientos de salud, por ejemplo, requieren bastante dinero. Las mejores nuevas tecnologías siempre costarán un montón de dinero y se volverán rápidamente obsoletas.

Comentaba que el pasado mes de abril en Medellín, Colombia, tuve oportunidad de conocer a Amber Case. Bueno, esto se dio en el marco del evento Fractal’11, al cual asistió para dar una charla sobre ciberantropología que básicamente fue la misma del TED talk, pero ampliada. Si gustan pueden ver una serie de preguntas que le hicieron sobre el tema y otros relacionados acá. Pero antes de su charla pude conversar brevemente con ella:

En la bio que figura en el sitio web de Amber Case, se señala que «Su principal interés es el software para celulares, la realidad aumentada y la visualización de datos, así como reducir la cantidad de tiempo y espacio que le toma a la gente conectarse.» De hecho su tesis de grado se tituló «Cell Phones and their Technosocial Sites of Engagement.» Aparte de su sitio web, también lleva el sitio Cyborg Anthropology, un wiki que funciona como repositorio de diversos recursos relacionados con el tema, donde por ejemplo define al ciberantropólogo como:

Un ciberantropólogo observa cómo los humanos y objetos no humanos interactúan entre si, y cómo esto cambia la cultura. […] Así que este es uno de los aspectos que estudio, la idea de la tecnología móvil y sus efectos en las relaciones de la gente. […] Entonces estudiar cómo las personas interactúan entre si a través de estas pequeñas interacciones tecnosociales, versus sólo las interacciones análogas, es otro aspecto de la ciberantropología.

En este mes de octubre debe ponerse a la venta el libro de Amber Case: «A Dictionary of Cyborg Anthropology, A field guide to interface culture»:

¿Qué significa extender el cuerpo al hiperespacio? ¿Cuáles son las implicancias a la privacidad, información y la formación de identidad?
Este texto cubre varios temas tales como la compresión del tiempo y el espacio, recuerdos hiperenlazados, dispositivos de demanda excesiva, tecnología móvil, evaporación de la interfaz y cómo la tecnología está cambiando la forma en que vivimos.

Pero no todos están de acuerdo con ella. En el blog Cyborgology de The Society Pages, califican las «subjetividades» de Case como una poderosa forma de control social imbuido dentro de la lógica de los medios sociales, y manifiestan desacuerdo con el uso que Case le da al término ciborg.

(Primer desacuerdo: el ciborg humano como una invención reciente): Por ejemplo, una tecnología fundamental que estructura otras tecnologías construidas sobre ella es el lenguaje. El pensamiento post-estructuralista tiene tiempo enseñando acerca del poder del lenguaje para guiar el qué y el cómo piensa la gente, cómo los yoes se forman, cómo el poder se promulga, y más. Otras tecnologías, tales como la organización espacial (piense en las tecnologías de la arquitectura de un anfiteatro o de un panóptico) tienen un impacto profundo en los procesos mentales de los humanos. La mente humana nunca ha sido independiente de la tecnología, y, como tal, siempre hemos sido ciborgs.

(Segundo desacuerdo: nuestros yoes digitales como una clase de segundo yo): la noción de primer o segundo yo podría ser un falso binario. Para Case, el segundo yo es esa versión digital de nosotros en línea. Argumenta que tenemos que mantener constantemente este alter ego que siempre está conectado con otros. Y en esta frenética explosión de conecciones no nos estamos dando el tiempo de crecer, reflexionamos menos sobre quienes realmente somos y exáctamente cómo queremos presentar a nuestro alter ego en línea. “Los chicos hoy,” señala Case (Siempre me estremezco esperando lo que sigue a esa frase), se están volviendo “adictos” a cliquear botones. […] Pero Case debería darse cuenta que es por esto precisamente que su tesis es falsa. Los perfiles de Facebook están fuertemente anclados en el mundo físico, y nuestras interacciones fuera de línes son influenciadas por lo digital. La realidad en la cual existimos está crecientemente aumentada por átomos y bits, y esta realidad aumentada está habitada por un aumentado yo ciborg (lo cual es opuesto al lenguaje dual del primer y segundo yo).

Mas allá de estar o no de acuerdo con una u otra definición y/o tesis, la importancia de estos temas es innegable. A pesar de eso, en un mundo en el que coexisten humanos «ciborgs» y humanos aún en la edad de piedra (ciertas tribus no contactadas) y con los humanos entre dichos extremos que mantienen diferencias abismales en lo que respecta a educación, cultura y poder económico, es quizás aventurado decir que «todos somos ciborgs», en todo caso habría que poner en claro cual «todos». Y bueno, me gustaría seguir explorando el asunto pero ya será en otra ocasión. Si les ha interesado pueden revisar las webs referenciadas donde hay más información sobre la ciberantropología, también pueden visitar el Cyborgblog para mayor info sobre ciborgs, en un sentido más clásico del término.

La subtitulación de la entrevista que le hice a Amber Case fue realizada por Mariel, ¡gracias!

La imagen del post fue obtenida del sitio web Gamma Squad.

¡El pishtaco ataca de nuevo!

Como si no fuera suficiente con el alboroto causado por las noticias del espía chileno, hace un par de días apareció la noticia que la policía había capturado a una banda de pishtacos en la ciudad de Huánuco, en la sierra peruana, acusados de asesinar a «unos 60 campesinos en Huánuco y Pasco para extraer la grasa de sus cuerpos de forma artesanal» tal como informa la web Perú.com. El diario Peru21 añade: «enviaban a Europa la grasa corporal, donde se utiliza para la fabricación de cosméticos y lubricación de máquinas.» y el diario El Comercio menciona que vendían la «grasa por un precio de 15 mil dólares el litro.» Segun dicen se habría encontrado 17 litros de grasa humana en su poder.

Pero ¿Qué es un pishtaco? la Wikipedia dice: «es un personaje legendario de la tradición andina peruana.» «se trataría de un bandolero cuya ocupación es asaltar mujeres u hombres solitarios. Degüella a sus víctimas para comer su carne en forma de chicharrones y vender la grasa. O bien las entierra, a veces con vida, para fecundar la tierra o dar solidez a las construcciones. La figura del pishtaco aparece desde muy antiguo en la tradición quechua» «Suele tratarse de un extranjero, un foráneo. Lo describen como un hombre alto y rubio de ojos claros y complexión atlética.»

Acá un informe de la tv peruana sobre los pishtacos:

Sin embargo no todo el mundo cree la versión dada por las fuerzas del orden, en un programa televisivo se dijo que la policía estaba «embruteciendo» a la ciudadanía. El blogger Luis Aguirre de Bloody Hell opina:

Rosa María Palacios en su programa Prensa Libre fungió de debunker (o desmitificadora) en el caso de los pishtacos. Lo hizo bastante bien: entre irónica y molesta habló del «embrutecimiento» público al que se prestaba la policía presentando como real un caso que era, si se lo pensaba cinco minutos no más, una tremenda estupidez.

RMP dio con algunas ideas propias sobre lo que sucede: a) la Policía tiene un nivel de instrucción pésimo (es una vergüenza, una más); b) cortina de humo. Sin instrucción los mitos medran. Y en esta historia es muy claro ver cómo, a pesar de que hay expertos que han estudiado el tema, ninguno de esos frutos de la razón llega a la Policía.

Pero otro poco le debe caer a la prensa. Solo creo haber leído en «El Comercio» la opinión del médico Elmer Huerta diciendo con todas sus letras que la hipótesis de la venta de grasa a 15 mil dólares el litro era tirada de los pelos.

Pero otro blogger, Carlos Meléndez de El Jorobado blog no está de acuerdo y dice:

Escuchemos al antropólogo-yo-analizo-a-mi-guachi explicando qué es un pishtaco: (minuto 1.54) “Hombres blancos, de cabellos castaños, rubios, o negros en algunos casos, de bigotes y barbas, asociados a la figura del conquistador de acuerdo al pasado colonial, y luego a la figura de un gringo” Ajá. O sea, el pishtaco eres tú pe, compare. Me estás describiendo tu cacharro. (Ahora, tampoco te creas eso de “conquistador”).

Escuchemos a la periodista-indignada rompiendo –según ella—mitos: (minuto 0.05) “Las personas sencillas de los Andes peruanos tienen todo el derecho de creer en mitos y leyendas, pero que la autoridad promueva el embrutecimiento popular…” A ver, a ver, si entiendo bien. O sea, según Rose Marie Palace (RMP) los ciudadanos andinos son: 1) sencillos; 2) creen en mitos; 3) brutos. Ah ya. ¿Acaso nosotros también no tenemos el derecho de indignarnos porque RMP cree en el “mito del libre mercado”?.

… confunden creencia con ignorancia. Para el primero, los narcos ahuyentan a los fácilmente engañables “andinos”, metiéndoles miedo con sus propios mitos. Para la segunda, las personas “sencillas de los Andes” pueden mantenerse “brutas” (porque están en su “derecho”), pero “por favor, no me pongan esa noticia en El Comercio…”

Lo que por fin entiendo es por qué antropólogos-yo-comprendo-a-los-cholos y periodistas indignados le tienen “miedo al cerro”. Es que podrían ser confundidos con pishtacos, que es también otra forma de llamarle al forastero, al desconocido, a ese que nos cae mal a simple vista porque miran a las “personas sencillas de los Andes” por encima del hombro. Levi-Strauss, retuércete en tu cripta.

Por su parte Francisco Canaza de Apuntes Peruanos refiere lo que se enteró respecto a los pishtacos cuando estuvo por la sierra:

En Colca, Cusco, región donde trabajé por algún tiempo, reconocen ahora al Pishtaco como un ingeniero, blanco, chileno o americano, que viene a buscar no sólo las minas sino la grasa del campesino “porque no tiene cáncer”.

En Vinchos, Ayacucho, igualmente me dieron la historia del pishtaco modernizado, el cuál tiene una directa personificación: ingenieros argentinos. Y ya antes en Ayacucho eran los militares quienes apoyaban al pishtaco.

En ambos casos también se mantiene otra versión sobre el destino de la grasa: se usa para aceitar maquinaria especializada. Maquinaria que es usada en minería, por ejemplo.

Hay varias inconsistencias en la historia presentada, así como las circunstancias en las que se da (ver este post de Jorge Bedregal de Clases de Historia al respecto), pero no dudo que siga captando titulares y espacio en los medios televisivos, como se dice.. es lo que le gusta a la gente. Por cierto y para colaborar con el tema, en Foros Perú una discusión al respecto, y también un relato llamado Pishtaco de Dante Castro, que la verdad no he podido leer al completo. Ah, y la imagen de este post ha sido obtenida del post Cuento huantino: El Chicharrón del Pishtaco del blog Armonía Huanta.

Los Mayas

Aunque pueda parecer tonto, del post anterior me quedó la impresión que no había tratado bien a los Mayas. Andaba yo con un extraño sentimiento de culpa al respecto cuando vía Global Voices me llegó un pequeño post en el cual presentaban al blog Mayistas, dedicado desde luego a la antigua cultura de los mayas. Aparte de muchos interesantes posts, tienen una exhaustiva sección de recursos online sobre el tema y relacionados, que incluyen otros blogs, bibliotecas, centros de investigación, diccionarios, eventos, archivos de imágenes, museos y más. Em calidad de muestra copio el post Videos de Palenque, Chiapas, como dice la autora: «para que disfruteis de un recorrido virtual por las ruinas de esta impresionante ciudad maya.»

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Actualización – Vía Facebook me pasan un video reciente de la CNN sobre El Mirador (The forgotten city of Mirador), una ciudad aún por explorar en las selvas guatemaltecas.

Exposición «Los Espíritus, el Oro y el Chamán», Pasto, Colombia

Una de las cosas que me gusta visitar en cualquier ciudad a la que voy, son sus museos, si son de arqueología mejor. Y a veces uno se lleva interesantes sorpresas, como la que me sucedió en Pasto. Al llegar al Museo del Oro Nariño, ubicado en el centro cultural «Leopoldo López Álvarez» del Banco de la República en Pasto, encontré con que había un par de exposiciones aparte de la muestra del museo propiamente dicha. Una de ellas era la llamada «Los Espíritus, el Oro y el Chamán«. Copio lo que decía en el primer panel de la exposición y luego los dejo con algunas de las fotos tomadas.

Los pueblos indígenas americanos conciben el cosmos como una totalidad viva compuesta por una superposición de niveles en donde transcurre la existencia del hombre y los demás seres —animales, plantas, ríos, montañas, espíritus. Humanos y otros seres conforman una gran sociedad cósmica, bajo unas reglas estrictas de conducta, y comparten una sola forma de espíritu que les permite transformarse unos en otros, intercambiar su identidad y perspectiva. El chamán, especialista religioso y vigilante del orden social, es el experto en estos procesos de cambio.

La orfebrería prehispánica de Colombia revela la importancia de las ideas sobre transformación desde tiempos muy antiguos. Los objetos de esta exposición cobran vida y significado a la luz de las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas y de las mitologías y el pensamiento de las sociedades indígenas actuales.

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Todas mis fotos de la exposición las encuentran acá. Incluye tomas a los paneles explicativos los cuales pueden leer clickeando en cada foto hasta verla en tamaño grande. Una nota sobre la expo: Chamanes, representación y símbolos.

Fotos de no lugares

Si bien el título de este post puede parecer un contra sentido, en el blog el lente de la coneja se las arreglaron para postear una serie de fotos de «no lugares» y reflexionar sobre el tema desde la interesante perspectiva de la fotografía. Un extracto del texto que acompaña a las fotos:

yo no me refería a la micro o macrofotografía, sino al micropaisaje. O sea, no al género sino al objeto. Y es lo que quiero mostrar a continuación con las siguientes 20 fotos elegidas a conciencia. Los micropaisajes y los no-lugares van enlazados, puesto que están condenados a pasar desapercibidos, y si son percibidos, a ser descartados por nada espectaculares, como dice Nogué. Son “mini territorios sin discurso”.

Hace unos años posteé sobre el tema también: Marc Augé : El no lugar y otras teorías, y desde esa fecha debe haber aumentado considerablemente lo escrito al respecto, así que nada mejor que derivar a los interesados a una búsqueda en google sobre el no lugar. Adicionalmente enlazo este artículo de Jorge Gobbi en su Blog de Viajes: Para terminar de una buena vez con la inutil nocion de los “no lugares” donde postea su visión del asunto desde lo social y turístico.

Para terminar un par de fotos mías que no se si se podrán incluir dentro de los no lugares, pero que a mi me gustan, la primera grafica el eterno cambio en un mismo lugar, la segunda un lugar al cual no sabría como regresar.

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Tierra amazónica.

Cosmovisiones Amazónicas

Y este jueves es de… reciclaje; Cosmovisiones Amazónicas fue un post publicado el 27 de marzo del 2005 en Surfing el Amazonas, y lo reciclo para no dejar de postear sobre Iquitos, Loreto y sus cosas.

En el suplemento Dominical de El Comercio del día de hoy domingo 27 de marzo del 2005, sale una reseña a un libro recientemente reeditado por la Fundación Telefónica: El ojo verde – Cosmovisiones amazónicas 1, con ensayos del historiador Pablo Macera, los antropólogos Carlos Dávila Herrera, Alberto Chirif, Fernardo Santos Granero, Alexandre Surrallés y el historiador de arte Luis Eduardo Wuffarden; además de fotografías de Alejandro Balaguer, Billy Hare, Roberto Huarcaya, Heinz Plenge, Joaquín Rubio y Walter Wust, entre otros. Por lo que se extrae del mismo vale la pena darle una lectura completa, y no seguir pensando tan despectivamente en las tribus de nuestra amazonía.

Para los ashuar -pueblo perteneciente a la familia lingüística de los jíbaros- el mundo de la Tierra y el mundo de arriba estaban en un tiempo remoto comunicados entre sí por una gran soga, y los hombres podían subir a través de ella para conversar con sus pares celestiales; por eso eran sabios y poderosos. Pero un día Nantu, el hombre Luna, que se había casado con una mujer llamada Ayaymama, se peleó con ella y cortó la soga para evitar que ésta lo siguiera hasta las alturas. Desde entonces, Nantu vive solo en las alturas y los hombres ya no pueden conversar con el mundo de arriba. En una variante shipiba es el padre Sol el que manda cortar la escalera enfurecido porque la gente se portaba mal y desobedecía las reglas. Entonces como castigo separó a los hombres terrestres del «mundo maravilloso».

Por eso los ashuar y los shipibos, como la mayoría de las etnias amazónicas, necesitan de sus «chamanes» y sus «vegetales» para viajar hacia ese mundo perdido, plantas como la ayahuasca, el tabaco, la coca, la cahuana, el ampiri o el macerado de yuca, les permiten transportarse a los territorios celestiales o a mundos subterráneos, acuáticos e invisibles, a conversar con los seres fabulosos que los habitan y que rigen el orden de todo lo conocido.

Los shawi dicen que a través de los rituales ayahuasqueros obtienen información y sabiduría: saben qué comidas cocinar, cómo deben tomar el tabaco y qué cantos deben emplear para llamar a los espíritus; los boras los utilizan para obtener los permisos de los «dueños» de los animales y plantas para tener una buena caza, una pesca abundante y grandes cosechas; y los asháninka los emplean para curar y hacer magia: «si el tabaquero o el ayahuasquero quiere comer o destruir o tragar carne de gente, toma raíz de nube para convertirse en aire. Viene suavemente, entra en la casa, aunque la persona visible la haya cerrado toda; cuando entra toda la nube puede convertirse en tigre grande. Fácilmente va a terminar comiendo a los niños y a la mujer de la casa y nuevamente vuela y sale convertido en nube», cuenta Oshipiyo Iriooshi, poblador de la comunidad de San Pablo Tres Unidos, de la provincia de Oxapampa. Esta conexión chamánica entre la realidad y lo invisible, entre los hombres y la naturaleza viva, rige la vida social y religiosa de las comunidades nativas y recorre todos los relatos que contiene El ojo verde, cosmovisiones amazónicas, un libro, editado por la Fundación Telefónica, que nos guía -con espléndidas imágenes y fotografías- por el imaginario de los catorce pueblos principales de nuestra Amazonía.

Si hay algo que la mayoría de estos pueblos comparte es la idea de un mundo plano, como una isla que flota sobre una gran poza de agua. (Solo los shawi dicen que el mundo es ovalado «como el panal de las avispas» y los boras lo asocian a la forma del seno de una mujer). Sobre este mundo y debajo de él se levantan y acuestan mundos paralelos que pueden ser «esferas», «lugares», «espacios» o «soles». Los wampis creen que este mundo acuático está habitado por los tsunki, seres que viven bajo el agua así como nosotros lo hacemos en la tierra. «Los tsunki consideran perro a una boa, chancho a un zúngaro, gallinas a diferentes tipos de peces y de vez en cuando salen a la superficie a casarse con humanos», dice Gerardo Petsaín, wampi del río Santiago.

Los shipibos creen que al inicio el mundo era una solo, pero que el padre Sol, viendo que sus hijos eran desobedientes, los castigó con el diluvio, salvándose sólo un shipibo cuyos hijos se convirtieron en aves de mal agüero y su mujer, en termita. Después de este mundo inicial, la Tierra quedó dividida en cuatro espacios: el mundo de las aguas, Jene Nete, habitado por su espíritu guardián; nuestro mundo, Non Nete, donde están los animales que comemos, las diferentes plantas, los árboles, los minerales, las aves y cuantos seres vivientes existen; el mundo amarillo, Panshin Nete, el de los pecados y los espíritus malos; y el espacio maravilloso donde está el Sol, Jakon Nete. Este es el mundo al que llegan después de la muerte las almas seleccionadas que se han conducido rectamente en la vida. Si un shipibo ha tenido un comportamiento indigno se convierte en tigre o caimán, y si una mujer ha sido adúltera se transforma en carachupa (armadillo).

Contrariamente a lo que se piensa, las cosmovisiones amazónicas tienen semejanzas con varias ideas míticas occidentales. Esa noción de la tierra plana asentada sobre un pozo acuático, donde habitan espíritus poderosos y malignos, se parece en algo a las creencias del hombre cristiano del medioevo, como bien apunta Fernando Santos Granero, en la apertura de este volumen. Aunque eso no quiere decir que los nativos amazónicos se hayan quedado suspendidos en una etapa premoderna; por el contrario, estos conocimientos ancestrales, aparentemente mágico-religiosos, les han servido para traspasar los siglos sin dañar un ecosistema que es hoy una inmensa riqueza natural, en reservas de agua por ejemplo. La creencia de que existen espíritus que son los «dueños» de animales y plantas y que se debe dialogar con ellos para cazar los animales o para sembrar chacras, sin excesos ni maltratos, ha sido vital para que puedan remontar el tiempo sin consecuencias funestas para un hábitat natural hostil, pero esplendoroso, algo de lo que no puede jactarse el hombre occidental. «Cuando el hombre consume mucho de la naturaleza y no da nada a cambio, el brujo llama a la piraña gigante para que su espíritu le devore el corazón», dice un mito de los bora. Este libro es un aporte para que Occidente mire a la Amazonía con otros ojos y, por qué no, para que aprenda algo acerca de su ancestral sabiduría.

No existe información precisa de cuándo se empezó a poblar la región amazónica peruana. Se estima que entre los años 3000 y el 2000 a.C comenzaron a llegar los primeros pueblos jíbaros después de un largo viaje desde el Caribe hasta quedar alojados en los límites actuales del Perú y Ecuador. Desde la cuenca del Magdalena (Venezuela) avanzaron los arawak para llegar a la selva central y el Urubamba. Desde el Brasil central y en oleadas sucesivas llegaron los pano a fijar su residencia en la cuenca del Ucayali, junto a shipibos-conibos, yaminaguas, matsés y los tupí-guaraní. Los catorce pueblos principales de la Amazonía ocupan el 59 por ciento del territorio nacional.Un comentarista en mi post original hizo notar que la cuenca del Magdalena es en Colombia y no Venezuela tal como pueden comprobar acá. Para que visiten: la web El Ojo Verde. En Ideele el texto que preparó el antropólogo Alberto Chirif para el libro El Ojo Verde: ¿Minorías étnicas o pueblos indígenas?. El post Ojo Verde – Cosmovisiones amazónicas en la Bitácora Almendrón. La primera imagen la obtuve de la web Universiando y es una pintura contemporánea no identificada en el sitio mencionado. La segunda imagen la obtuve de la web El Ojo Verde y corresponde a un dibujo de A. Butuna, de la etnia Kichwa del Pastaza y representa al «Yaku-runa, «dueño» del agua, está sobre el lagarto, que es su canoa. Atrás dejó sus zapatos, los peces carachama.»

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Philippe Descola: Los hombres no son los reyes de la naturaleza

Philippe Descola, es un antropólogo francés, catedrático del prestigioso Collège de France y autor entre otros libros de Más allá de la naturaleza y la cultura. Estudioso de pueblos primitivos, como es el caso de los jíbaros del Ecuador (también se les encuentra en el Perú), fue entrevistado por Luisa Corradini para el diario argentino La Nación. Elijo algunas de las preguntas y respuestas, cosa difícil por lo fluída de la conversación en una por otra parte bastante didáctica entrevista, en la cual lo referido a un tema como el del Comercio Internacional, fue algo que no esperaba oir en boca de un antropólogo.

¿Su crítica a la separación obsesiva practicada por el hombre moderno entre naturaleza y cultura quiere decir que el antropólogo más célebre de Francia es un animista?
No soy un animista, porque vivo en una sociedad hiperdesarrollada y participo de ella. Tampoco tengo fobia a la tecnología. Pero estoy convencido de que se rompió el equilibrio mediante la utilización desenfrenada del medio ambiente. Se suele decir que la forma en que se trata a los humanos es un indicador de la forma en que se mira la naturaleza, que nuestras instituciones son el reflejo de la idea que uno tiene de ella. Creo que lo que hacemos con la naturaleza es también un buen indicador de nuestra forma de tratar a los seres humanos y que una actitud depredadora de los recursos naturales tiene como corolario una utilización inhumana de los hombres. No fue una casualidad si la segunda expansión colonial se produjo en plena revolución industrial: las poblaciones colonizadas, relegadas al rango de recurso natural, tenían derecho al mismo trato que el carbón de las minas.

¿Qué aspecto del animismo de los jíbaros podría ser útil a los occidentales de nuestra época?
Negociar tratados sobre la protección de la biosfera o legislar sobre la clonación humana o el maíz transgénico son formas de admitir que nuestra concepción de la naturaleza ha quedado superada. … Gracias al aumento de las preocupaciones ecológicas, hoy admitimos que las plantas, los animales, los genes, los desiertos, las corrientes marinas o la química de la atmósfera no existen en un universo aparte, yuxtapuesto al nuestro.

¿Eso quiere decir que nuestra evolución nos estaría aproximando a las culturas no occidentales?
Esas culturas nos resultan cada vez menos exóticas. El naturalismo engendró una división impermeable entre ciencias de la naturaleza y de la cultura. … Desde que comenzó a existir, hace un siglo, la antropología se pregunta por qué diablos ciertos pueblos atribuyen a los animales propiedades culturales que nosotros sólo reservamos a los humanos. ¿Por qué creen que los animales tienen una vida social como la nuestra, preceptos éticos o un alma? La respuesta es que mientras nosotros creemos que la posesión del lenguaje distingue radicalmente a los hombres del resto de los organismos, esos pueblos establecen continuidades.

¿Por ejemplo?
La primera es que lo que percibimos de los animales responde a una ilusión de los sentidos: plumas, pelos, escamas esconden una interioridad cognitiva, afectiva y social idéntica a la nuestra. La segunda idea es que los seres se definen menos por sus propiedades intrínsecas que por las relaciones que mantienen entre sí; es decir, por las posiciones que ocupan en un sistema de interacciones. El cazador amazónico verá en el animal que será su presa a una persona con la cual mantiene un tipo de relación social desde toda la eternidad. Desde esa óptica, se sentirá más identificado con ese animal que con el misionero estadounidense que baja de un avión para explicarle la Biblia. Para un amerindio, tener un cuerpo de hombre no es garantía de humanidad.

¿Pero cómo funcionan las relaciones sociales entre humanos y no humanos en esas comunidades indígenas?
Para los jíbaros, la relación entre hombres y animales se parece a la relación entre parientes por alianza: así como tengo obligaciones con mis suegros, de los que recibí una esposa, también las tengo con los animales, que me dan la carne con la que me alimento.

Para usted, Occidente no se dirige hacia una suerte de animismo. Más bien estaría regresando hacia cierto analogismo.
Nos dirigimos hacia una forma de analogismo planetario. El hecho de que países como China, la India o Japón, que no tienen cosmologías naturalistas, se hayan convertido en potencias científicas y tecnológicas parece indicar que el naturalismo ha sido un paréntesis y que es muy posible fundar el mundo futuro sobre un modelo analógico universal. El problema será cómo hacer funcionar ese vasto colectivo analógico en forma no coercitiva.

¿Ese modelo funciona si se resigna la democracia como fue concebida por Occidente en el período naturalista?
Exacto. ¿Cómo hacer funcionar un sistema que contenga una inmensa masa de seres múltiples si no a través de la coerción política y la disparidad de riquezas? Es el gran desafío al que nos veremos confrontados pronto.

¿La idea le preocupa?
Sí, pues tanto el fascismo como el estalinismo fueron proyectos de reforma del naturalismo por modelos de tipo analógico: totalitarismos donde cada uno debía tener su lugar asignado. Hay que seguir de cerca lo que sucede en China y en la India. También creo que la comunidad internacional terminará dándose nuevas reglas de interacción a través de los grandes organismos internacionales. Hay que estar muy atentos a lo que sucede con la Organización Mundial del Comercio (OMC). Creo que la OMC es el único organismo que reflexiona simultáneamente sobre la organización planetaria de los humanos y de los no humanos. Esto será decisivo para el futuro del planeta.

¿Usted es optimista?
Hay que hacer lo posible para instalarnos en ese nuevo sistema analógico conservando las ventajas que hemos heredado del naturalismo: los sistemas de gobierno parlamentario, el desarrollo científico, las libertades individuales, la democracia.

Para los interesados, una reseña de su libro Las Lanzas del Crepúsculo, sobre su viaje a las tribus jíbaras, que incluye un download al prólogo de la obra. También un pequeño relato de dicho viaje por parte del propio Descola. Por otra parte Más allá de la Naturaleza y las Culturas: Una nueva dimensión comparativa para la Antropología en la obra de Descola, es un pequeño estudio sobre las propuestas del francés a propósito de uno de sus libros, casualmente publicado en el Perú: Antropología de la Naturaleza.

La fotografía de Descola ha sido obtenida de la web Mollat libraire.

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Desmond Morris habla sobre la mujer y los monos

Desmond Morris es un escritor bastante conocido, sobre todo por su libro «El hombre desnudo», publicado hace ya una buena cantidad de años. En el diario argentino La Nación, publican una entrevista que le hizo Juana Libedinsky y de la cual extraigo algunos párrafos.

¿Qué es más peligroso que un mono con ametralladora? Para el mundo del arte, un mono con pincel. Si se trata, claro, de Congo, el chimpancé del zoólogo Desmond Morris, del que se vendieron, en junio pasado, tres obras por 20.000 euros, en uno de los grandes remates de arte contemporáneo de esta ciudad. “Fue un momento histórico: no sólo era la primera vez que un artista no humano se cotizaba en una subasta, sino que el precio alcanzado fue increíble”, dice Morris, antropólogo y el mayor especialista del mundo en primates, investigador de la Universidad de Oxford y responsable, durante años, de la sección mamíferos del zoológico de Londres. Morris está convencido de que los monos pueden ser grandes artistas: una vez, su amigo Joan Miró le cambió uno de sus cuadros por uno de Congo, y cuando a Picasso un periodista le preguntó qué opinaba del arte de este chimpancé, el genial malagueño le mordió la mano, como para demostrarle que ambos estaban en el mismo negocio.

En 1967 Morris publicó «El mono desnudo», un estudio del hombre desde el punto de vista de un experto en evolución y comportamiento animal. El revolucionario best-seller lleva diez millones de ejemplares vendidos en más de veinte idiomas, pero sólo este año Morris se animó a sacar su continuación: «La mujer desnuda», de flamante traducción al castellano por Planeta. En este libro, Morris vuelve a la polémica. Se opone a la visión políticamente correcta de que los sexos son iguales y de que toda diferencia es cultural; dice que el matrimonio gay se explica como un modo de limitar la superpoblación del planeta y asegura que, a pesar de que toda la evidencia apunte a lo contrario, «el hombre es monógamo por naturaleza».

-Usted asegura que los sexos son distintos, que no nacemos como una tabla rasa sobre la cual a las niñas nos enseñan a que nos gusten las muñecas y a los hombres los autitos. Pero por insinuar algo así, a Lawrence Summers, el presidente de Harvard, casi lo echan…

-Sólo pueden negar que haya diferencias básicas entre el hombre y la mujer quienes tengan un objetivo político con eso, porque están negando la evolución. Son las diferencias las que ayudaron a la supervivencia y el progreso de la especie humana. Al hombre se lo puede empujar para que tenga conductas más femeninas y a la mujer, para que las tenga más masculinas, pero un hombre nunca será mujer, y viceversa. Por ejemplo, realizamos gammagrafías cerebrales a hombres y mujeres mientras se les hacía una misma pregunta. Pudimos ver cómo, para responder, usaban distintas partes del cerebro. ¡Eso no es una diferencia cultural! Sin la diferencia entre los sexos no hubiéramos podido tener la división del trabajo, que llevó a la especialización del hombre en un papel fundamental de proveedor, mientras que la mujer se volvía más hábil en resolver varios problemas a la vez. Así se fue creando la civilización. Sin las diferencias entre los sexos, hoy seríamos como los monos.

-¿Pero la mujer es fisiológicamente superior al varón, como parecería decir en su libro?

-Las mujeres han avanzado mucho más que el hombre en la evolución de sus cuerpos; los hombres, por el contrario, se mantienen mucho más cercanos a sus características primitivas. Esto se refleja de una manera muy evidente: las mujeres tienden a vivir cinco años más que los hombres. El hombre sigue siendo más desechable. Por eso, cuando nos movíamos en tribus de pocos miembros, eran los hombres los que iban de caza, porque si morían, bueno, no era tan grave como si moría una mujer: de ella dependía que el grupo no se extinguiese. Es verdad: los hombres son más fuertes, pero el cuerpo femenino es más resistente a las enfermedades y tiene mejor olfato, oído y hasta vista.

-¿Cómo es eso?

-Respecto del olfato, hicimos un experimento muy simple. Tapamos los ojos de madres recientes y les fuimos pasando distintos bebes por debajo de las narices. El ciento por ciento pudo reconocer al propio. En cambio, cuando lo repetimos con hombres, sólo el 50 por ciento pudo adivinarlo. Por eso las mujeres son las mejores catadoras de vino. Yo creo que los hombres lo intuían y, para defender su feudo, inventaban leyendas, como la que decía, en la Edad Media, que si una mujer pasaba por una bodega cuando estaba menstruando, arruinaba el vino. Respecto del oído, una madre sabe reconocer a su bebe por el llanto. Entonces, cuando en la sociedad tribal lloraba un bebe, sólo se despertaba su madre, y no las demás. Respecto de la vista, el daltonismo es, básicamente, un problema masculino. Los hombres, a su vez, tienen sus propias ventajas. O sea, en concreto, entre hombres y mujeres no hay superior o inferior, pero somos diferentes.

-Pero, ¿por qué hubo tantos más famosos inventores hombres que mujeres, por ejemplo?

-Una de las consecuencias de que hombres y mujeres no hayan seguido la tendencia evolutiva de la misma forma es que los hombres son ligeramente más infantiles en su comportamiento. Por ejemplo, a los 30 años, los hombres son quince veces más propensos a los accidentes que las mujeres, porque han conservado el elemento de la asunción de riesgos del juego infantil de una manera más clara que las mujeres. Aunque esta cualidad los pone a menudo en peligro, era importante cuando estaban a cargo de la caza. El tema de los inventos se debe a que la asunción de riesgos no es sólo física, sino mental. La innovación siempre implica riesgos, experimentar con lo desconocido en vez de confiar en tradiciones probadas. Las mujeres primitivas, responsables de todo en la sociedad, salvo de la caza, no se podían permitir errores graves. Como los hombres mantuvieron más características de niños pequeños en su cerebro, además se hicieron más imaginativos y, a veces, perversos. Las mujeres fueron más sensatas y cuidadosas.

-Personalmente, ¿qué es lo que más le gusta de las mujeres?

-Bueno, la respuesta cobarde es: ¡el cerebro! Pero lo que no deja de fascinarme es lo sensible y complejo de su cuerpo, sobre todo en lo sexual. Por ejemplo, es la única hembra que esconde su momento de ovulación del macho. El mono, en cambio, se da cuenta inmediatamente por el cambio en el comportamiento de la mona, por su nuevo olor, y entonces tienen sexo sólo en ese momento. ¿Por qué no pasa eso con los seres humanos? Disiento con la Iglesia en que no veo que el sexo sea exclusivamente con fines reproductivos. Por el contrario: se hace sin saber si la hembra está ovulando o no, porque el fin es otro: crear vínculos profundos con la pareja. Esto no pasa en ninguna otra especie. Además, si uno es un mono, ¿qué vínculo se puede crear, si todo el acto dura ocho segundos? He escuchado quejas de que hay hombres que también son así, ¡pero convengamos en que no es lo corriente! Hablando en serio, a diferencia de los animales, en los que se trata de puro sexo, en los hombres es literalmente cierto que se está haciendo el amor.

-Usted sostiene que el hombre es monógamo por naturaleza. ¡Pero parecería todo lo contrario!

-En muchas culturas el poderoso se ve obligado a ser polígamo, porque tener muchas mujeres es señal de status. Estudiamos infinidad de harenes: aunque haya muchas concubinas, siempre existe una favorita. En las sociedades occidentales actuales el índice de divorcios se explica, simplemente, porque no se trata de un sistema perfecto, y el lugar prioritario en los afectos y la economía pueden ir ocupándolo distintas mujeres sucesivamente. Somos monógamos porque como la cría humana tarda tantos años en convertirse en adulta y autosuficiente, solamente podemos ocuparnos realmente de una camada por vez, aunque podamos haber engendrado varias más.

-Matrimonio gay: ¿bueno o malo desde un punto de vista de la evolución de la especie?

-Se explica que pueda existir y que sea aceptado cuando hay situaciones de superpoblación como la actual. En poblaciones muy pequeñas, el comportamiento homosexual no es aceptado, porque se necesitan niños. En cambio, en la vida urbana actual, por el contrario, una pareja homosexual reduce el promedio de reproducción, así que se vuelve una ventaja para controlar la explosión demográfica. Y si, como ocurre actualmente, finalmente quieren tener chicos alquilando un vientre, o lo que sea, no son peores para el problema demográfico que cualquier pareja heterosexual.

-¿Por qué los hombres las prefieren rubias?

-Parte del atractivo de las rubias reside en la delicadeza de su pelo. La excepcional ligereza de los mechones rubios los hace más suaves al tacto y por lo tanto más sensuales en los momentos de contacto corporal íntimo.

-Volviendo a nuestros primos, los monos, ¿cómo fue que le enseñó a Congo a pintar tan bien?

-Yo no le enseñé nada, Congo fue un autodidacta total. Un día le di un lápiz y vi que disfrutaba tanto dibujando que empecé a darle pinturas con colores. Nunca recibió un premio por su trabajo. Lo hacía sólo porque le gustaba. Y sus obras no eran cualquier mamarracho: colocaba cada línea exactamente donde quería. Sabía cuándo darme el pincel para que le diera otro con pintura de un color distinto y cuándo una obra estaba acabada.

-¿Pero Congo era un mono especial o cualquier primate puede pintar así?

-Bueno, recuerdo que cuando Dalí vio su obra, dijo: «La mano del chimpancé es casi humana; la mano de Jackson Pollock es totalmente animal». Pero Congo no era un chimpancé cualquiera: era un mono excepcionalmente inteligente. Aun así, no toda su obra fue pareja. En un comienzo estaba probando, luego tuvo un período en el que verdaderamente se apasionó y luego se aburrió. Pero yo lo tuve en observación durante varios años. No es como quien agarra a un mono tres días con crayones y dice: «No pueden dibujar». En 1957 hicimos una exposición de la obra de Congo en el ICA (Instituto de Arte Contemporáneo de Londres) que se vendió en su totalidad. Hoy quedan algunos cuadros, que pueden verse en una galería de Londres, pero a Congo tuve que devolverlo al zoo. Estaba tomando características demasiado humanas y cuando alguien se acercaba a mí le agarraban celos y lo mordía.

-Después de tantos años con los animales, ¿hay algún rasgo de ellos que haya adoptado?

-¡Claro! Para el zoólogo, los seres humanos son simios sin rabo con un cerebro muy grande. Su rasgo más asombroso es cómo han prosperado, y el secreto de su éxito, lo que ha permitido los grandes descubrimientos que trajeron el progreso, es que somos la única especie que puede mantener la curiosidad del animal pequeño y sus ganas de explorar, toda la vida. A un cachorrito, a un gatito, todo les parece nuevo y les interesa, pero cuando crecen, ya no más. Los adultos humanos también podemos perder esa capacidad con una vida muy rígida y rutinaria, así que yo quiero ser como un cachorrito toda la vida, para seguir aprendiendo. Tanto es así que te diría que hoy, al investigar sobre animales, mi edad mental es de 15 años, aunque tenga 77. ¡Si tan sólo tuviera el cuerpo de un adolescente para acompañar…!

La imagen de Desmond Morris ha sido obtenida de la web de El pais.es.

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Marc Augé : El no lugar y otras teorías

En La Nación se publicó hace unos días una entrevista desde París a Marc Augé, etnólogo francés pionero del concepto del «No lugar». La entrevista estuvo a cargo de Patricio Arana. Como mi hija tiene tarea al respecto, le he entrado un poco al tema. A continuación un extracto de la entrevista, y me ha costado hacerlo pues toda estaba muy interesante, de cabo a rabo.

“Es estúpida la idea de que la multiplicación de los contactos con el exterior es una amenaza contra la identidad, algo que se escucha a menudo”, afirma el etnólogo Marc Augé. “Creer esto presupone que hay una identidad desde siempre constituida así, y nunca fue el caso”, explica el autor de “Hacia una antropología de los mundos contemporáneos” y “Travesía por los jardines de Luxemburgo”, entre muchas otras obras. Para Augé, que prefiere decir que su disciplina es la antropología, ya que, desde su punto de vista, “es como una etnología comparada porque se define empíricamente por el objeto intelectual y no por el tipo de poblaciones que estudia”, siempre ha habido crisis de identidad, individuales y colectivas. “No hay identidad sin la presencia de los otros. No hay identidad sin alteridad”, subraya.

Augé es también el autor de “Los no lugares, espacios del anonimato”, donde observa los aeropuertos y los complejos cinematográficos organizados para olvidar y perder la identidad. Esos “no lugares sin historia que afectan nuestras representaciones del espacio, nuestra relación con la realidad y nuestra relación con los otros”, dice. “La identidad se construye en el nivel individual a través de las experiencias y las relaciones con el otro. Eso es también muy cierto en el nivel colectivo. Un grupo que se repliega sobre sí mismo y se cierra es un grupo moribundo», sostiene este intelectual, de 70 años.

-Su objeto de estudio es la sociedad. ¿Qué es lo que percibe en la sociedad contemporánea?
-Estamos en una sociedad de consumo, que define nuevos modos de individualidad. Se asocia menos a la idea del capitalismo la del individuo emprendedor, a pesar de que esta imagen existe aún. En el nivel de las grandes masas, portarse bien es consumir mucho. El índice de consumo es el índice de salud de un país. El consumo se dirige a individuos tipo, que son la imagen de los consumidores. Tenemos interlocutores ficticios en la televisión, pero que cumplen un papel importante para el consumidor. Hay gente que no soportaría vivir sin tener su cita diaria con el noticiero o con el reportaje del sábado. Esta relación estructura el tiempo.

-¿Cree que es un problema la relación que tenemos con la imagen?
-Pasamos gran parte de nuestro tiempo reconociendo a gente que no conocemos. Es una experiencia sin precedente, inédita. ¿Cuál es el carácter de la relación que hoy podemos tener con estas imágenes, que no son puras invenciones? A diario veo por la televisión a Chirac, Bush o Putin. ¿Cuál es la naturaleza de esta relación? Es, a la vez, familiar e ilusoria. El hecho de que este mundo de imagen ocupe una importante parte de mi tiempo hace que me plantee un verdadero interrogante.

-¿Sobre la importancia de la imagen para cada individuo?
-Hay una sobrevalorización constante de la imagen. Los que están en la pantalla tienen una forma de existencia más fuerte, desde un cierto punto de vista, porque millones de personas los reconocen. De ahí el sentimiento de que hay que pasar a través de la imagen para existir. La mejor manera de cautivar a las audiencias es darles la impresión de que pueden estar en la televisión. De ahí el éxito de los reality shows.

-¿Hay que adoptar y querer las nuevas tecnologías?
-Las nuevas tecnologías de comunicación, en cuanto medios, son algo extraordinario, que multiplica las posibilidades. Ahora bien, por su éxito y por los modos que toman en la sociedad de consumo, puede ocurrir que los medios se conviertan en un fin en sí, bajo diferentes aspectos. Pienso que no hay que perder de vista que los medios de comunicación son medios y que las imágenes son imágenes. Pero como vivimos en un mundo donde la realidad está repleta de imágenes, podemos dudar acerca de cuál es el nivel de realidad exacta.

-Usted señala un riesgo inherente al sobredesarrollo de las tecnologías, que es confundir los fines con los medios. ¿Cómo sería posible controlar esa relación?
-Sólo intensificando la relación con los medios y con las imágenes se podrá controlarla. Como ejemplo: si se les enseña a los niños a hacer películas, estarán menos alienados con la imagen, porque comprenderán que es algo que se fabrica. Hay que formarlos no como consumidores, sino como creadores. El nuevo humanismo es eso: formar a la gente para que controle los instrumentos. Formarlos para crear.

-¿Cree en el nacimiento de una «sociedad humanidad»?
-Sí. Se lo ve, por ejemplo, en los acontecimientos que crean efectos de solidaridad: el miedo ecológico, la toma de conciencia de que el planeta es un cuerpo físico. En esto se puede ver un tema que concierne a todos de igual manera. Pero, sin embargo, una sociedad incluye un espacio público, donde la opinión pública pueda expresarse. Este espacio no existe en el nivel planetario.

-¿Internet no ocupa ese lugar?
-Internet constituye este espacio de manera fragmentaria, no de una manera coherente. Lo mismo ocurre, por ejemplo, cuando se realizan manifestaciones «altermundialistas» en oposición a las reuniones del G-7. Estos son esbozos de lo que podría ser una «sociedad humanidad», pero esta sociedad no existe aún. Lo que limita la idea de una «sociedad humanidad» es esta ausencia, o fragmentación, del espacio público.

-La antropología hizo un aporte importante a las ideologías racistas y las prácticas racistas. ¿Cómo lo explica?
-En efecto: la antropología física hizo un aporte, como ciencia, a ideologías racistas. Los nazis medían los cráneos. Pero, desde otro punto de vista, la antropología física actual, la que trabaja sobre los genes, ofrece una conclusión inversa, al mostrar que todos los hombres son, técnicamente, los mismos? En la antropología evolucionista hay etapas: salvaje, bárbaro, civilizado. En esta corriente, los hombres serán en algún momento iguales. Están en diferentes momentos de la evolución, pero tienden al mismo fin.

Y bueno, extractos de Los no lugares bajo el título de: Las ultimas transformaciones de la Ciudad. Un resumen del mismo libro. Un trabajo de María Dora Foulkes: El lugar y el no lugar en la utopía de la ciudad privatizada (PDF). Un largo comentario sobre el libro de Augé El sentido de los otros. También una entrevista de Pedro Medina: Marc Augé y la antropología del mundo contemporáneo (PDF). Y como este es un blog, referenciamos a otros blogs: El florido byte posteó no hace mucho sobre la relación no-lugar, creación, internet, blogs. Son dos posts (1 y 2) muy interesantes.

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Claude Lévi-Strauss – Entrevista

Me sorprendió encontrar esta entrevista en el diario argentino Clarín, primero porque pensaba que Claude Lévi-Strauss, prominente antropólogo (O etnólogo, como le dicen en Francia) fundador del estructuralismo, ya había fallecido, y segundo porque luego de leerla, veo que se puede llegar a los 97 años con lucidez de pensamiento y sobre todo, trabajando. A continuación un extracto de la entrevista de Octavio Martín desde París.

Cuando usted estudiaba, el eurocentrismo impregnaba todos los discursos. Hoy el multiculturalismo y el mestizaje cultural son dominantes. ¿Qué impresión le produce esta evolución?
Lo que llamamos pensamiento europeo, nuestra civilización, es el fruto del contacto entre los distintos pueblos y culturas del continente pero también de nuestros viajes. Europa siempre ha sido un continente mestizo, por emplear el mismo término. La gran diferencia que hemos visto en el siglo XX es la aceleración de la comunicación. Lo que antes necesitaba semanas o meses de barco ahora se recorre en unas pocas horas. El mestizaje, la fusión, necesita tiempo, madurar, pero la extraordinaria aceleración del siglo XX no deja tiempo para asimilar las influencias del otro.

¿El famoso mestizaje es una ideología que encubre otra forma de colonialismo?
Lo dice usted, pero no voy a desmentirlo. Su pregunta pone el dedo en una contradicción fundamental. No todo lo que se inscribe, por ejemplo, en el largo inventario del ‘patrimonio de la humanidad’ se hace por razones puras. La preocupación por los ingresos derivados del flujo turístico juega un gran papel en el comportamiento de los Estados.

Alguna vez responsabilizó a la revuelta de mayo de 1968 de la pérdida de prestigio universitario del estructuralismo. Hubo muchas acusaciones contra esa corriente…
Al estructuralismo se le reprochó ser antihumanista y eso es parcialmente cierto. Es imposible para un etnólogo no tomar en consideración la destrucción sistemática y monstruosa que los occidentales hemos hecho de las culturas distintas de la nuestra desde, como mínimo, 1492. No es posible separar o aislar esa condena de la destrucción de la que hoy son víctimas especies animales y vegetales, y todo eso en nombre de un humanismo que situó al hombre como rey y señor del mundo. La definición que el humanismo clásico hace del hombre es muy estrecha, lo presenta como un ser pensante en vez de tratarlo como un ser viviente y el resultado es que la frontera donde se acaba la humanidad está demasiado cerca del propio hombre.

También se ha declarado más y más afín al escepticismo.
El escepticismo llega con la edad. El espectáculo que ofrece la ciencia contemporánea invita a ello. Durante el siglo XX esa ciencia ha progresado mucho más que en todos los siglos anteriores, una aceleración enorme en la producción de conocimientos y, al mismo tiempo, ese progreso vertiginoso nos abre abismos insondables, cada descubrimiento nos plantea diez enigmas, de manera que el esfuerzo humano está abocado al fracaso. Pero está bien que sea así.

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El interés en Lévi-Strauss lo tengo porque no hace mucho le compré a mi hija un libro de él: Antropología Estructural, y bueno, no lo leeré porque me pareció demasiado especializado, pero ella me cuenta lo que vá leyendo. A esta entrevista también accedo por ella, pues hoy llegó de clases diciendo que uno de sus profes había comentado sobre la misma en el salón. Así que la buscamos y la leímos. Al final me gustó y ya pues, espero que a alguien más le interese.

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