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Chungui, desenterrando el horror

Limpiando restos óseos. Foto del diario La República.

Limpiando restos óseos. Foto del diario La República.

Lucanamarca, Cayara, Putis, Accomarca, Barrios Altos, La Cantuta, son nombres que vienen al recuerdo cuando se habla de  los años del terrorismo en el Perú, y que tienen el común denominador de la muerte de civiles sea a manos de Sendero Luminoso o de las fuerzas del gobierno en el combate contra el terrorismo.

Pero hay otros nombres que no por ser menos conocidos tienen menos carga de horror y tragedia. Soras, quizás la mayor masacre de Sendero Luminoso, no es tan nombrado como los casos anteriormente citados. Otras masacres perpetradas, como las de Ccano, Aranhuay, Huayao, tienen poca visibilidad en internet, donde es más fácil encontrar los casos que se refieren a excesos del ejército que las atrocidades de Sendero en la sierra y selva.

Chungui es uno de esos casos que si bien a lo largo de los últimos años ha recibido cierta atención, no es de los que se recuerda más. Sin embargo en dicho poblado ayacuchano de fértiles tierras pero de difícil acceso, la violencia ha sido una constante desde los años 60, en la época de las guerrillas, e incluso desde antes.

Ubicación de Chungui y Oreja de Perro. Foto de Moner Lizana de la web chungui.info

Ubicación de Chungui y Oreja de Perro. Foto de Moner Lizana de la web chungui.info

Chungui, el distrito, es parte de la provincia de La Mar en el departamento de Ayacucho. Una parte del distrito es conocida como Oreja de Perro, por la forma de la zona en el mapa del Perú. Y es con ambos nombres, Chungui y Oreja de Perro, que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación presenta los testimonios recogidos en la zona y hace una cronología de lo sucedido desde el año 1967 hasta 1995.

Al leer dicha historia queda patente que el distrito no sufrió ni uno ni dos ataques, si no que a lo largo de los años 80 sus diversos pueblos fueron testigos de muchas incursiones armadas y acciones de amedrentamiento por parte de Sendero Luminoso, incluyendo asesinato masivo de los comuneros y ajusticiamiento de las autoridades civiles. A continuación, lo que una mujer, testigo de la matanza de Santa Carmen en 1982 narra a la CVR:

Esos hombres tenían un libro grande y llaman lista y dicen su nombre de mi papá, pronuncian XZ diciendo dice pues y de ahí le sacan y a mi papá le dicen XZ «presente jefe» dijo mi papá. Decían ya muy bien, muy bien te están llamando corre, corre te están llamando allá le dicen y le hacen correr a la escuela y detrás le estaban esperando varios más o menos como seis o siete estaban esperando, y alrededor de la muralla también estaban. Entonces mi papá llega y ni bien estaba volteando a la espalda de la escuela, uno le agarro de atrás y le empezó a patear y mi papá al querer defenderse más ya lo acuchillaron. Un cuchillo se lo meten por la espalda y mi papá empieza a agarrar a puñete y patada y paj, paj paj. Lo tiran y en el suelo lo pisotean y mi papá no muere y cuando le meten otro cuchillo en la barriga y en el corazón grita mi papá «ayyyyyyyy, ayyyyyyynooo» gritó sólo tres veces. Y después de esto al otro señor ya también, le llama lista y él le dice presente y otra vuelta el otro también corre, corre y el otro también igualito corre y en la lista le llaman, ocho personas habían muerto. Los ocho eran autoridades ellos eran como teniente, presidente de la ronda creo que ha sido el señor PJ creo que él ha sido el presidente de la ronda.

Pueblo de Chungui. Foto de Moner Lizana de la web chungui.info

Pueblo de Chungui. Foto de Moner Lizana de la web chungui.info

Se calcula en 1,384 el total de víctimas de la época del terrorismo en todo el distrito. Muchas de esas víctimas fueron enterradas en fosas comunes de ubicacion incierta, y no ha sido si no hasta hace poco que se han iniciado las labores de exhumación e identificación de restos. En enero de 2013 se entregó a los familiares los restos de 78 víctimas, y eso sólo fue el principio.

En agosto de este año el Equipo Forense Especializado (EFE), órgano del Ministerio Público, anunció el hallazgo de los restos de más de 200 personas en fosas en la zona de Oreja de Perro y el inicio de los trabajos correspondientes que permitan entregar los restos a los familiares. El jefe del equipo forense, Ivan Rivasplata, manifestó que aún no se tiene claro si estas personas fueron víctimas de Sendero o del Ejército.

La crónica de la realización de las exhumaciones, publicado por un medio local, es un doloroso recuento de los años del terror, y de cómo a pesar de haber pasado tanto, los deudos aún están interesados en recuperar lo que quede de sus familiares asesinados, y colaboran brindando los datos necesarios para ubicar mas fosas y enterramientos clandestinos: «En este pueblo [Amaybamba] espera Valentín Casa Quispe, un joven arriero de 36 años que carga en sus 10 acémilas todo el equipaje y herramientas para las exhumaciones. Él tiene un interés adicional en apoyar las labores del equipo fiscal, porque cree que en una de las fosas se encuentran los restos de su madre asesinada en 1986, cuando era un niño de 9 años.»

Fueron muchos los niños que quedaron huérfanos y tuviéron que arreglárselas de cualquier manera para sobrevivir. «Eugenia tenía 7 años cuando ejecutaron a sus hermanas en el caserío de Chaupimayo y a su padre en la base militar de Mollebamba en 1984. Tras esta desgracia, la niña pasó dos años en el monte comiendo hierbas sancochadas y maíz crudo. […] Cuando los militares me capturan y me llevan a Mollebamba yo había cumplido 9”. Los militares la entregaron a la campesina Lorenza Hurtado Alarcón, quien la obligó a pastar su ganado y servir en su casa. “A mí la señora me maltrataba, me gritaba y siempre comentaba en la comunidad que había recogido a una terruquita”.  Un año después, su tío Antonio Quispe Nieve la rescató y la llevó a Andahuaylas.»

Deudos llevando los restos de familiar exhumado. Foto del diario La República.

Deudos llevando los restos de familiar exhumado. Foto del diario La República.

A pesar de todo, podría decirse que Eugenia tuvo suerte, comparada con otros niños que no sólo perdieron a sus padres si no la identidad. La periodista Jacqueline Fowks, en el blog de NoticiasSer, comparte la historia del hermanito menor de Rigoberto y Marina, quienes le pidieron a un helicóptero del Ejército que lo llevara al Hospital de Huamanga pues estaba muy enfermo, luego de lo cual nunca más supieron de él. La periodista añade:

Éste no es un caso aislado. Una trabajadora del sector Salud de Ayacucho ha referido a trabajadores y asistentes sociales que en aquel tiempo, llegaban en helicópteros a Huamanga niños heridos o enfermos, o porque su comunidad era arrasada, y luego no los devolvían: pasaban a orfanatos, sin nombre, y más tarde los trabajadores los inscribían, hasta con sus propios apellidos.

En el GranComboClub, el economista Silvio Rendón luego de pasar revista a la violenta historia de Chungui y Oreja de Perro, compara y concluye:

La zona de Chungui, aquí, fue escenario de la guerra insurgente-contrainsurgente de los ochentas y noventas y es parte de lo que hoy se denomina “el VRAE”, el valle de los rios Apurímac y Ene, zona cocalera y donde persisten las acciones armadas contra el estado peruano. Lo ocurrido hace 45 años es muy indicativo de algunas persistencias en la historia peruana reciente. Y como ya vimos en 1965: insurgencia en el Gran Pajonal, en 1965 no hubo “comisión de la verdad” ni juicios a militares, ni acusaciones, ni nada por el estilo. Ahí quedó la cosa.

Este 2013, 30 años después de las masacres, parece que por lo menos los muertos, y sus familiares, recuperarán algo de dignidad y memoria.