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Hell is the absence of god


Hell is the absence of god

Hell is the absence of god

Me encontraba en un taxi por las calles de Quito regresando a mi hotel, y me puse a tomar fotos de la ciudad de noche. Disparé y disparé. Ya en mi habitacion me puse a revisar las fotos. Apenas vi ésta me dije: «Hell is the absence of god«. Como se que la mayoria de los que lea esto no va a entender, les explico. Pero primero una lectura.

It was an unexceptional visitation, smaller in magnitude than most but no different in kind, bringing blessings to some and disaster to others. In this instance the angel was Nathanael, making an appearance in a downtown shopping district. Four miracle cures were effected: the elimination of carcinomas in two individuals, the regeneration of the spinal cord in a paraplegic, and the restoration of sight to a recently blinded person. There were also two miracles that were not cures: a delivery van, whose driver had fainted at the sight of the angel, was halted before it could overrun a busy sidewalk; another man was caught in a shaft of Heaven’s light when the angel departed, erasing his eyes but ensuring his devotion.

«Hell is the absence of god» [El infierno es la ausencia de dios], es un relato del escritor Ted Chiang. En él, tal como describe John Kessel: «no hay duda sobre la existencia de Dios, del Cielo, del Infierno, de los ángeles, y de los milagros. Todos son literal y físicamente verdaderos, verificables por la ciencia y las mediciones. Pero el hecho de su existencia no hace que los motivos y propósitos de Dios sean menos inescrutables. Dios recompensa y castiga arbitrariamente. Si hay un plan, ese plan no puede ser entendido por los mortales.»

Cuando leí el relato, las casi apocalípticas escenas de las apariciones de los ángeles eran, en mi mente, tal cual se ve en la foto. Aunque me parece recordar que la mayor parte de ellas eran diurnas, con diferencias de intensidad lumínica, de noche serían casi como se ve en la foto.

En la vida real, el ángel no es tal. Se trata de una efigie de la Virgen María situada en la cumbre del cerro El Panecillo, uno de los montes tutelares de Quito.

El primer párrafo de «Hell is the absence of god» ha sido extraído de este post de PodCastle, The Fantasy Fiction Podcast. Lo pueden escuchar completo en línea si gustan. Acá una excelente reseña del mismo.

Arguedas en la Galería Pancho Fierro

Hace unos meses, a propósito de una exposición en la galería municipal Pancho Fierro, me preguntaba por el futuro de esta galería bajo la nueva administración municipal. Y aunque en realidad es todavía pronto para saberlo, la primera exhibición realizada este año ya con la nueva gestión podría ser un indicio. Se trató de una muestra doble. Por una parte la chalina de la esperanza, por la otra un homenaje a Arguedas: «Arguedas Hoy». En este post les traigo algunas fotos de lo que vi y me llamó la atención de entre las obras inspiradas en Arguedas. Pero antes una cita del texto de los curadores de la muestra, María Elena Alvarado, Víctor Vich y Jorge Villacorta:

En toda la obra de José María Arguedas encontramos una voluntad de totalizar la realidad peruana pero, al mismo tiempo, una trágica conciencia de la imposibilidad de dicho intento. […] Mucho más que la tradicional pregunta por la identidad, lo que encontramos en la literatura de Arguedas es la búsqueda de reconocimiento, es decir, la interpelación de un otro que históricamente no ha sido reconocido. Ese “otro” que siempre ha sido “objetivado” y al que se le ha impuesto un inmenso aparato de dominación social. […] Antes bien, Arguedas quiso mostrar la heterogeneidad cultural como algo nunca completamente asimilable y con esa idea quiso aportar a la construcción de un alternativo sentido de la realidad. Tal vez su obra puede ser leída como el riesgo hacia el encuentro con otro que exige igualdad en busca de la construcción de un tiempo nuevo.

Budaekeko con Zumbayllu

Sólo para I(NN)ciados Arguedas

El Cóndor

La Masa

Emigración, el viaje

Arguedas: Emergente

Y bueno, el resto de fotos las pueden ver acá. Lo último que se de la galería Pancho Fierro es que la están remodelando. Veremos que resulta.

La amazonía peruana


La amazonía

La amazonía

De una u otra manera, la región amazónica del Perú está casi siempre presente en las noticias nacionales, lamentablemente gran parte de estas noticias no son precisamente alentadoras, pues tienen que ver con contaminación ambiental, tala ilegal, depredación de la fauna, biopiratería y desertificación, entre otros problemas no menos graves que asolan a la selva peruana. Pero ¿qué representa la amazonía en el, y para el Perú?

Desde una óptica extranjera, el Perú está catalogado como un país andino, pero más del 60% de la extensión territorial del país está ocupada por la selva amazónica. Más aún, nuestra amazonía tuvo una extensión mucho mayor a la actual (entre un 13 a un 16% del total de la amazonía), pero desde tiempos coloniales el en ese entonces virreynato del Perú fue perdiendo terreno frente al avance de los portugueses lo que llevó al tratado de Tordesillas y finalmente al de San Ildefonso, también la creación de nuevos virreynatos, como el de Nueva Granada o el del Río de la Plata afectaron el tamaño de nuestra amazonía, y ya en épocas republicanas, debido a las guerras que se dieron con la Gran Colombia, Colombia y los conflictos con el Ecuador ésta se redujo aún más. Incluso la Guerra del Acre entre Brasil y Bolivia, perjudicó a territorios peruanos en virtud de los tratados limítrofes consecuentes.

Sin embargo, a pesar que se puede llamar al Perú un país amazónico con pleno derecho, sólo 13% de los peruanos viven en dicha región (30% de los peruanos viven en Lima, es decir, la región de la costa) y muchos de ellos pertenecen o descienden de las más de 60 etnias amazónicas existentes, que además hablan en diversas lenguas. Así que para la mayoría de los peruanos también, la selva peruana es una región casi desconocida y a veces hasta exótica.

Lima - Iquitos, 13
Lima – Iquitos, 13 by Cyberjuan on Zooomr

Por supuesto esto no es aplicable a las etnias que la habitan, pues su conocimiento de la selva, donde se sabe que habitan desde aproximadamente 12000 años atrás, es muy grande, habiendo logrado un alto grado de adaptación al medio ambiente y en el uso de sus recursos, por lo que resulta casi anecdótico hablar por ejemplo del descubrimiento del Amazonas por parte de Francisco de Orellana, pudiendo decirse más bien que con ese hecho se marca el inicio del despojo de tierras y riquezas a sus habitantes primigenios.

Aunque desde la época del imperio de los Incas se intentó conquistar a los pueblos de la amazonía, o antisuyo, con resultados que aún hoy se discuten, es con la llegada de las misiones católicas al mando de jesuitas y franciscanos durante la conquista y el virreynato español que empieza el proceso de evangelización de las tribus amazónicas, y también de la exploración de la selva por parte de los colonizadores. Con el inicio del proceso de independencia y consolidación de la república estas actividades decaen hasta mediados del siglo XIX, cuando el gobierno de Castilla da cierto impulso a la «colonización» de estas tierras, sobre todo la selva central.

Nuevamente el impulso colonizador decae en la época de la guerra con Chile y renace en dos frentes luego, con la búsqueda de rutas transversales hacia ríos navegables y el aprovechamiento de tierras, nuevamente en la selva central, y la fiebre del caucho, en la selva baja. Esto último a principios del siglo XX. Los gobiernos mantuvieron intermitente interés por la amazonía (Belaunde y su «Marcha hacia el este» por ejemplo) hasta los años 70 cuando se da el boom del petróleo en Loreto, boom que se extingue a finales de la misma década. Sin embargo la exploración petrolera no se ha detenido y hay varios pozos en producción, especulándose un nuevo boom petrolero en la zona.

¿Qué podemos encontrar entonces como hilo conductor en esta brevísima historia de la amazonía peruana? Que siempre ha sido vista como un territorio libre y sin dueños, apto para ser colonizado y explotado al antojo. Que sus habitantes originales practicamente no tienen derechos ante el estado peruano, sobre todo a nivel de la propiedad de las tierras donde viven. (Entre otros motivos esto fue lo que dio origen a los enfrentamientos de Bagua en año 2009) Que las actividades extractivas se han sucedido a lo largo de los años en estas tierras sin dejar mayor beneficio para su población. Que, finalmente, no sabemos de la amazonía todo lo que deberíamos saber.

Pampa Michi, 13
Pampa Michi, 13 by Cyberjuan on Zooomr

Pero sería injusto hablar sólo de los problemas de la amazonía y no mencionar también sus potencialidades y riqueza que sabiamente explotadas aportarían mucho a las comunidades que la habitan y por ende al país. Según anota Wikipedia, la selva amazónica peruana contribuye mucho a que el Perú sea el segundo país con mayor diversidad de aves en el mundo. Algo similar sucede con las mariposas y helechos también, una muestra de la gran biodiversidad de la zona. Cuatro reservas nacionales del Perú se encuentran en la amazonía, además de tres parques nacionales y una reserva comunal.

En el blog Perú Hoy recogen un artículo periodístico que informa sobre el origen, aún en estudio, de esta gran biodiversidad:

la región amazónica de América del Sur es, probablemente, la de mayor biodiversidad en el planeta y esa riqueza de especies es más antigua de lo que pensaban hasta ahora los científicos, de acuerdo con uno de los artículos que se enfoca en el lento levantamiento de la Cordillera de los Andes. […]  se remonta a más de 65,5 millones de años

Por otra parte, de tan obvio ni he mencionado al río Amazonas, a la vez el río más extenso y caudaloso del mundo, gran recolector de las aguas de la inmensa cuenca a la que da nombre, también la mayor del mundo. Pero mientras muchos se apuran para votarlo como una de las 7 maravillas naturales del mundo, la realidad cotidiana es que el peruano promedio vive a espaldas de la amazonía, y que el estado hace poco por mejorar esto. Algo de esto es lo que escribió Juan Ochoa en su blog:

hemos planteado, en este espacio, el necesario acercamiento a las realidades culturales de nuestros hermanos amazónicos. Que la selva no sea un agregado del Perú, un acápite, un bosquecillo poblado por analfabetos tiraflechas. No. Aquí planteamos que nuestra selva sea considerada la mitad más uno del Perú, que el río Amazonas se convierta en el símbolo peruano del mundo, que las culturas étnicas selvícolas sean apreciadas no con ojos occidentales y que el Perú se enorgullezca de ser tan amazónico como patria del pisco, del ceviche y de los Incas.

Y es que como señala César Álvarez Falcón en su blog a propósito de un libro suyo publicado:

La gran paradoja del Perú radica en el hecho de que es un país con gran riqueza natural y cultural, y a la vez presenta una secular pobreza estructural en todos sus aspectos. El Desarrollo Sostenible no debe ser ajeno a la realidad, porque la actividad extractiva, sin responsabilidad social ni ambiental, asociada a una gran biodiversidad, puede provocar impactos negativos con efectos no solo en la degradación de los recursos naturales sino en la disminución crítica de las condiciones de vida de la población.

Iquitos - Yurimaguas, 158
Iquitos – Yurimaguas, 158 by Cyberjuan on Zooomr

Para la realización de este post me he guiado en parte por «La amazonía peruana» de Alberto Chirif y Carlos Mora, publicado en el tomo XII de la Historia del Perú, publicada por Juan Mejía Baca en el año 1980.

El mapa que ilustra este post fue obtenido del blog giselamf05. El resto de fotos son mías.

Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 3

Lo que sigue es la tercera y última parte de un relato del viaje que hice en la ruta Iquitos – Yurimaguas por río. Lo escribí en la misma embarcación, cada noche de las que pasé en ella. Me embarqué un lunes por la tarde y llegué un jueves por la mañana. En total son tres partes, la primera la encuentran acá, la segunda acá. Para no hacer el texto más aburrido de lo que ya es, lo acompaño de algunas de las fotos que fui tomando en el trayecto. El texto ha sido copiado tal cual figura en mi cuaderno. Esto sucedió entre el 4 y el 7 de enero de este año.

En los primeros viajes que hice me preocupaba mi destino y las personas que conocería o volvería a ver. Luego me preocupaba si el recorrido sería bueno y quienes serían mis compañeros de viaje. Ahora me intereso por saber si la ruta será segura y por comunicarme con quienes dejo atrás.

Todo viaje se vuelve un microcosmos en sí, pero los viajes en lancha por río, me parecen que son un ejemplo aún mayor de un universo cerrado que los viajes por tierra. Claro que las percepciones de los distintos viajeros varían, pero por lo que he visto algunos ni se dan cuenta de estar inmersos en eso. O lo aceptan y ya. Enantes, mientras hacía la cola del almuerzo, que se demoró espantosamente, un individuo se quejó de que no tenía todo el tiempo del mundo para estar esperando. Me reí por dentro, por que pensé que precisamente tiempo era lo que le sobraba, nos sobraba, a bordo.

La rutina de las comidas es lo que manda en la vida en la lancha. La gente empieza a hacer cola desde una hora antes de la programada, y todo el proceso de entrega de cada comida dura como dos horas. A veces pareciera que la gente sólo vive para comer, y en realidad, junto con dormir y charlar, son las principales actividades a las que la gente que viaja se dedica. Son pocos los que están por ahí, observando el paisaje o tomando fotos, o las dos cosas a la vez, como es mi caso, o leyendo, o alguna otra cosa.

La cola del desayuno de ayer, que fue tan auspiciosa, no constituyó más que una ilusión destinada a embaucarme. La del almuerzo y la cena de ese mismo día, y las tres de hoy, fueron largas, tediosas, llenas de olores no recomendables y llantos y gritos de críos insoportables y de sus madres en ocasiones histéricas y las más de las veces demasiado permisivas. Ok, no me simpatizan mucho los niños en general, así que mi opinión es parcializada. Pero tengo derecho a decirla.

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Lo único que aparte de las comidas altera la calma chicha del viaje son las paradas para recojer / dejar pasajeros / carga. Si el pueblo en el que nos detenemos es más o menos grande, sube una nube de vendedores a ofrecer una gran variedad de productos alimenticios. Haciendo un ejercicio de la memoria, puedo decir que he visto ofrecer juanes, pescado frito, pescado asado, zapote, pifayo, taperiba, limón dulce, aguaje, masato, carne de monte, pescado pango, maíz, etc. Si el pueblo no es grande, piña pues, por que los viajeros no podrán adquirir algo con que aprovisionarse para paliar la rala y algo desabrida ración de la lancha.

Conversando con uno de los pasajeros, un inglés llamado Oliver, me decía que no sólo estaba de hambre, el inglés tenía como metro noventa de estatura, así que podía entenderlo, si no que tenía la sensación de que todo pasaba muy lento, y encima no tenía nada que hacer. En cambio Alex, un francés, parecía tomarse las cosas con más calma, claro que el viajaba acompañado, así que cierta diferencia había, pero creo que la actitud también importa.

Anoche dormí mejor que la noche anterior, y el día de hoy ya no fue nublado si no bien soleado. En cuanto a las comidas, nada digno de mencionar, salvo que el almuerzo me cayó un poco pesado hoy. Creí que se solucionaría con un sueñito, pero no. La solución más al alcance de mi mano en este caso era tomar una Coca Cola, pero cuando fui a la bodega me chotearon mi billete de a cien. Sin embargo el que atendía me sugirió que lo cambie con la boletera, así que me puse a buscarla.

La encontré en las escaleras y le pedí que me hiciera el favor. Ya un rato antes la había visto ofreciendo los pasajes de los buses de la compañía para los pasajeros que continuarían la ruta hasta Tarapoto. A quince soles cada pasaje. Dicen que el servicio normal está a veinticinco. Bueno, ya sencilleado regresé a la bodega y a falta de Coca Cola me compré una Lima-Limón. Felízmente hizo el efecto deseado y el resto del día ya lo pasé bien. Esperando el atardecer.

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Puede parecer tonto, pero uno de los alicientes del viaje era la posibilidad de poder tomar fotos a los atardeceres en el río. Pero ayer los colores del cielo me fueron esquivos pues al sol no se le vio en ningúm momento. Hoy sin embargo la tarde con un cielo despejado y un astro rey radiante, era por demás prometedora. Así pues a eso de las cinco y media yo ya me encontraba posicionado al lado izquierdo de babor con la mejor vista disponible del sol. Pero la trayectoria del río y de la nave, me obligaron a perseguir al atardecer de izquierda a derecha. Aproximadamente a las seis y cuarenta, cuando las luces se atenuaron, terminé de disparar casi con una sonrisa en el rostro. Era hoy o nunca, pues el viaje concluye mañana, mucho antes del atardecer.
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Luego de eso, y la cena, la siguiente cosa más importante a esperar era la llegada a Lagunas. No por si misma si no por que en esa ciudad hay señal de celular y podría comunicarme con mi gente. Debido a que una buena cantidad de pasajeros bajaría en Lagunas, la cola para la cena fue corta. Aunque no mejoró en cantidad, tal como se había especulado. Terminado lo de la cena seguíamos aún esperando llegar a Lagunas, pero desde antes, más o menos desde un cuarto para las ocho ya había señal en mi celular. A eso de las ocho finalmente llegamos a Lagunas. Lo cual significaba que a las ocho de la mañana del día siguiente estaríamos arribando a Yurimaguas.

Entre tanto la rutina del viaje se mantiene. La gente se baña, charla y sigue comiendo. Pero los más duermen. Yo escribo mientras a mi costado en el comedor, dos chicas charlan trivialidades con dos patas. Las trivialidades incluyen la salida de uno de los patas con una de las bailarinas de uno de los grupos más populares de Iquitos por doscientos soles, todo incluido. No es la primera vez que lo oigo, pero no lo puedo corroborar, tampoco me interesa hacerlo. Ser consciente de la rutina del viaje y la burbuja temporal en la que nos hemos sumergido debido a el me da una perspectiva externa y alejada. Estoy en la burbuja y a la vez puedo verme desde fuera de ella. Pero no puedo apurar el tiempo. El viaje continúa. Me sumerjo en la rutina. Dormiré.

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En la última foto se aprecia Yurimaguas al fondo. El fín de ese tramo de mi viaje. Todas la fotos del mismo las pueden hallar acá.

Paseando por Lima

Había quedado con un amigo de encontrarnos para hacer un intercambio de libros, nada grande por cierto, uno por otro. Llegué con un ligero retraso al sitio acordado y casi con el saludo los libros cambiaron de manos. Luego, nos dirigimos a Amazonas para chequear qué había. Confieso que me complace cuando llevo por allá a alguien que no conoce el sitio y termina encontrando cosas que le sorprenden gratamente. Esta vez no fue la excepción. Y yo sin querer también encontré un libro que no sabía que necesitaba. Después, en el camino de regreso tomé algunas fotos que comparto por acá.

Mural en Bellas Artes
Mural junto a la Escuela de Bellas Artes, Jr. Ancash. Por cierto, un bello edificio en una zona muy descuidada.
Perros durmiendo
Perros durmiendo. Curioso verlos abrigados y en sus cartones. Supongo cortesía de los policias que custodian esta parte del Jirón Ayacucho cerca al Congreso.
Bicentenario Colombia en Lima, 2
Banderas peruana y colombiana. ¡El bicentenario también se celebró en Lima!
Angeles peatonales, 2
Una mimo (¿O mima?) en campaña sugiriendo el uso correcto del tránsito peatonal.
Plaza San Martín, 1
Y la Plaza San Martín con el monumento bien pintadito.

Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 2

Lo que sigue es la segunda parte de un relato del viaje que hice en la ruta Iquitos – Yurimaguas por río. Lo escribí en la misma embarcación, cada noche de las que pasé en ella. Me embarqué un lunes por la tarde y llegué un jueves por la mañana. En total son tres partes, la primera la encuentran acá. Para no hacer el texto más aburrido de lo que ya es, lo acompaño de algunas de las fotos que fui tomando en el trayecto. El texto ha sido copiado tal cual figura en mi cuaderno. Esto sucedió entre el 4 y el 7 de enero de este año.

Su pie enfundado en una media blanquísima acaricia mi rostro. No se si hemos discutido pero no lo parece, sin embargo no me siento cómodo con su presencia. Luego ella empieza a saltar en mi cama. Trato de no mirarla. Me recuerda tanto a otra chica que solía hacer lo mismo cuando nuestra relación empezaba que prefiero evitar ese recuerdo. No por doloroso si no por lo injusto de inconscientemente comparar algo que ya está en su ocaso con la mejor época de otra relación. Luego ella se detiene y me llama para que suba y vea un insecto posado en la pared. Lo hago y me acerco a mirar. Es un bicho curioso. Algo así como un saltamontes gordo y de múltiples tonos cromados. Mientras lo observo ella se pega a mi. Con el rabillo del ojo puedo ver su delgado cuerpo desnudo, su piel pálida y pecosa. Siento su calor y me pregunto qué hago ahí con ella si ya todo había terminado entre nosotros. Tan débil no soy. Entonces la realidad se impone. Despierto. Estoy navegando por el Amazonas rumbo a Yurimaguas. Ella se ha quedado atrás.

Logré dormir y descansar. Pero no fue tan fácil. La hamaca resultó algo chica y quizás templada demasiado baja. Pero desatarla y volverla a templar no me pareció una opción muy agradable, principalmente por que había poco sitio para maniobrar pues la mayor parte de la gente descansaba ya en sus propias hamacas y había harto equipaje por todo lado. Así pues sólo quedaba acomodarse lo mejor posible, cerrar los ojos y confiar en el cansancio del cuerpo.

Al rato de estar así descubrí que sudaba. La hamaca a mi izquierda estaba ocupada por una chica un poco voluminosa y su proximidad me daba calor, aparte de incomodarme claro. A mi derecha un señor también algo corpulento descansaba a pierna suelta y cuando se acomodaba sus codos chocaban conmigo pues yo yacía un poco más abajo que él.

Sentí deseos de ir al baño y al regresar me acomodé al revés, pensando que sería una solución, pero fue todo lo contrario. La gorda estaba más cerca mío así y el calor y la incomodidad eran mayores. No lo soporté y al cabo de un rato, luego de haber cabeceado y despertarme sudando regresé a mi posición anterior. Por algún motivo que desconozco, quizás sólo el sueño, rápidamente me dormí de nuevo. Al rato me despertaron las voces de los controladores que estaban chequeando los boletos de los pasajeros, o de algunos de ellos pues si bien me pidieron el mío, nunca lo revisaron. Cuando vi que ya no regresarían, cerré los ojos y me dormí.

A la siguiente ocasión que desperté percibí tanto una ligera claridad como el trajín de los pasajeros yendo al baño. Prendí el celular, eran las cinco y treintaicinco de la mañana y había señal. Quise seguir durmiendo pero ya se me hizo imposible. Me desperecé y levanté. Luego de sacar mi cepillo y pasta dental esperé un momento antes de poder acceder a un caño. Había gente con aspecto de recién levantados por todos lados. Ya en el baño descubrí un par de carencias, en realidad tres. No tenía jabón, shampoo ni toalla. Me sentí un mal viajero, sobre todo por que no era la primera vez que hacía este tipo de viaje. Pero las lamentaciones no conducen a nada. Me lavé la cara lo mejor posible, me mojé el cabello y ya de regreso en mi sitio me sequé con la hamaca.

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Luego de ordenar mis cosas salí a dar una vuelta hasta la proa. Ahí encontré a mi vecino de hamaca quien comentaba que hacía un rato nomás habíamos pasado la confluencia del Marañón con el Amazonas, o Ucayali en esta parte de su curso. Aún se podía percibir a lo lejos, a pesar de lo nublado del amanecer, la diferencia en el color de las aguas. Ambas marrones, pero las del Ucayali con un tono más oscuro. Me quedé ahí un rato charlando, observando y tomando fotos, pero al empezar a ver la gente pasar con su taper fui por el mio para el desayuno. Sin embargo lo extenso de la cola me disuadió de esa idea. Así que me puse a charlar nuevamente con el vecino que también había regresado a su hamaca.A las seis y treinta avistamos las cercanías de Nauta y mi hambre era mayor, por lo que cogí de nuevo mi taper, bajé y me puse al final de la cola que aún seguía siendo larga. No avanzaba muy rápido que digamos pero no resultó desagradable hacerla debido a la presencia inmediatamente delante mio de una chica que parecía que se había bañado con un litro de shampoo, pues dicho olor me llegaba nítidamente, aunque seguro esto tenía su razón en la extrema proximidad que manteníamos debido a lo compacta que iba la cola.

Faltando un par de personas para llegar a la cocina, el cocinero que la hacía de controlador me pidió mi taper y mi boleto del pasaje. Hizo una marca en este último y me lo devolvió, pasando luego el taper a la cocina. Al rato llamaron desde la cocina: «¡El taper rojo!» y me tuve que adelantar para recibirlo conteniendo una tazada de quaker y recibir también dos panes que luego descubrí estaban levemente untados con mantequilla. Con todo esto subí a mi piso y me instalé en el comedor para desayunar. Supongo que no era una mantequilla de calidad, y el quaker creo que era de arroz en vez de avena, pero no estaba para nada desagradable. Algunos, como mi vecino, lo habían reforzado con un juanecillo de los que ofrecían los vendedores que habían subido en Nauta apenas la nave atracó. Yo, sin posibilidad de hacer eso, no miré mucho para no antojarme y una vez finalizados mis alimentos fui a lavar mi taper al baño.

Estando ahí y mientras intentaba limpiar mi taper sólo con el agua, la señora que estaba en el caño contiguo de pronto hizo el gesto de ofrecerme su taper, por un instante me desconcerté, pero luego entendí que de lo que se trataba era que podía lavar mi taper con el agua con detergente que estaba en el suyo. Extendí mi taper y la señora vaceó el agua en él. Lo refregué bien con esa gabaza y luego lo enjuagué con agua limpia. Me retiré pensando que definitivamente hay gente que viaja con todos sus implementos. Yo con una mochila me sobra y me basta, pero claro, luego ando en problemas.

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De regreso en mi hamaca chequeé la hora. Eran casi las ocho. Un cuarto de hora antes habíamos dejado Nauta y ya nos encontrábamos surcando de nuevo el Marañón. Me agarró un poco de sueño y decidí cerrar los ojos un rato. Cuando desperté había pasado más de media hora. La mañana seguía algo nublada, el cielo cubierto y sin sol. La gente andaba en sus cosas, algunos charlando, otros deambulando por ahí, otros simplemente descansando.

Cogí mi cuaderno y fui al comedor a hacer algunos apuntes. Para mi mala suerte ni bien me senté el lugar se llenó de gente con biblias. Al rato empezaron a leer en voz alta y luego a cantar. Tuve que hacer acopio de toda mi concentración para poder continuar y terminar de escribir lo que quería. Mientras escribía lo último concluyeron su sesión religiosa y se fueron. A los pocos segundos pude cerrar mi cuaderno.

El resto del día la pasé socializando ¿Qué otra cosa se puede hacer? Además en estos viajes siempre hay personas dispuestas a iniciar una charla con alguien desconocido. Y la posibilidad de enterarse de cosas interesantes está siempre latente. Incluso a veces hasta se termina descubriendo que conocen a alguien en común. Por supuesto a mi el paisaje siempre termina capturándome. La búsqueda de algo no antes visto, de un paraje fotografiable. Puedo pasar horas en eso.

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La nave va pegada al margen derecho del río, según el sentido en el que voy. La orilla es de un verde interminable que se funde con el marrón algo verdoso y fluyente de las aguas. Recuerdo mi sueño, esa extraña dimensión donde todos los recuerdos, ideas y deseos fluyen y convergen convirtiéndose en algo como esta gran masa de agua, oscura, misteriosa y eterna. No conozco a una de las chicas del sueño, pero la recordaba en él. El amor es eterno y fluye también pero los amantes son solo peces entre el conocimiento que les rodea. Nunca podrán tenerlo todo.

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El relato continúa en:

Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 3

Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 1

Lo que sigue es un relato del viaje que hice en la ruta Iquitos – Yurimaguas por río. Lo escribí en la misma embarcación, cada noche de las que pasé en ella. Me embarqué un lunes por la tarde y llegué un jueves por la mañana. En total son tres partes. Para no hacer el texto más aburrido de lo que ya es, lo acompaño de algunas de las fotos que fui tomando en el trayecto. El texto ha sido copiado tal cual figura en mi cuaderno. Esto sucedió entre el 4 y el 7 de enero de este año.

Ella siempre me da lo que quiero, a veces me da lo que necesito y no lo que quiero, pero la entiendo, se preocupa por mi, me protege. Pero a pesar de eso soy un amante malagradecido. Una vez satisfecho mi deseo ya me siento incómodo en ella y quiero abandonarla. Sus favores no me encandilan más, sus ofrecimientos los rechazo. Mi mente ya está enfocada en la siguiente conquista. Vamos por ella.

Llegué al puerto de Masusa a comprar mi pasaje a Yurimaguas a eso de las 2.20. Al toque ubiqué al «Eduardo» que salía ese mismo día por su pizarra con el «HOY» escrito en ella. Cuando estaba entrando a la embarcación unos llamadores se acercaron para preguntarme cuanto quería pagar, no solté prenda, pero igual me llevaron con el encargado de vender los pasajes: 50 soles primer o segundo piso. Hay gente que paga menos, pero va en la plataforma de carga, bastante incómodo supongo. Pagué y una vez que me dieron mi recibo fui al segundo piso a ver que tan lleno estaba. Ya había hamacas colgadas pero espaciadas, y algunas personas en ellas. Bajé y regresé a la ciudad a alistar mis cosas.

Ya con mi mochila lista y mi hamaca, reparé que no tenía nada con que abrigarme, ni siquiera una casaca, así que fui a buscar algo y me prestaron una colcha que supuse me protegería del frío y el viento de las noches y madrugadas en el río. Tenía que hacer otras diligencias más de último minuto, y como me habían dicho que la lancha saldría a las 6pm, y claro, nunca son puntuales, me confié. Craso error ¿o era ella que quería retenerme?. Llegué al puerto a las 5.05pm y nada más acercarme a la zona donde estaba acoderada la Eduardo IV, llegaron a mi encuentro los llamadores de otra embarcación diciendo que ya no había espacio ahí y que fuera con ellos a otra lancha. Miré a la Eduardo y se veia llena, pero pensé que sería debido, en parte, a la gente que acude a despedir a sus familiares.

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Cuando subí a la nave pude darme cuenta que realmente estaba llena. Abriéndome paso a duras penas entre viajantes, sus acompañantes y los infaltables vendedores, llegué al segundo piso sólo para comprobar que estaba casi abarrotado. Alcancé el otro extremo o popa, que es donde se ubica el comedor, y sólo me quedó poner mi mochila en el piso, cerca a donde había un pequeño espacio, y ver que se podía hacer. Lo que ví, para mi mala suerte, fue que el pequeño espacio era en realidad el único para acceder a la escalera interna al primer piso.

Ahí estaba yo, casi desolado y evaluando la perspectiva de pasar la noche sentado en el piso de metal, cuando un poco más allá uno de los pasajeros me dijo si le podía cuidar sus cosas un momento, mientras desamarraba su hamaca. Al parecer había encontrado un amigo en el primer piso y se iba para allá. Rápidamente saqué mi hamaca… sólo para encontrarme con que la cuerda para atarla estaba entera… o me habían dado sólo una. De cualquier manera había que partirla. Por supuesto no tenía cuchillo ni ningún otro objeto cortante. Niño scout no fuí.

En esas estaba cuando un muchacho con el que había intercambiado algunas palabras me dijo que si gustaba iba a la cocina del otro piso para que la partieran, con algo de desconfianza se la dí y al ratito regresó con la cuerda en dos pedazos. Acto seguido, procedí a atar mi hamaca lo mejor que pude, pues tampoco fui marinero ni experto en nudos. La probé sentándome en ella y jalando los extremos amarrados un par de veces a fin de no despertarme a media noche de un buen golpe en el piso. Terminado esto me puse a pensar en otras cosas y de pronto el voceo de un vendedor me hizo percatarme de un olvido mío: no tenía taper para la entrega del rancho ni cubiertos para comerlo. Definitivamente el apuro no es un buen consejero antes de un viaje.

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Iquitos - Yurimaguas, 14

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Estaba yo viendo a quien encargarle mi mochila para ir a comprar lo que me faltaba cuando por el techo de la embarcación contigua se acercó un vendedor ofreciendo entre otras cosas, cucharas. Al toque lo llamé y compré una por un sol. Luego me ofreció tapers, «pero no tienes» le dije, pues en su cajita de venta no se veían. Ni corto ni perezoso llamó a otro vendedor que estaba en el piso de abajo de la embarcación donde se encontraba y éste se acercó y por la ventana le alcanzó un taper rojo. «Dos soles». Pagué y pensé que ya tenía un problema menos, sólo para caer en  la cuenta que otro acababa de aparecer. Me quedaba solamente un sol en monedas y luego billetes grandes. En teoría no tendría por que ser un problema, pero nunca se sabe.

A todo esto ya eran más de las cinco y media de la tarde y seguía llegando más gente a la embarcación. Dejé encargado mi sitio con mis cosas y fui a proa para tomar unas fotos y de pronto, a las seis, la lancha empezó a moverse. Quedé sorprendido por la inusual puntualidad, pero todo fue una ilusión. La lancha sólo hizo un corto trayecto hasta el vecino puerto Henry para que embarcaran un contenedor y otras cargas de peso con la grúa. Cuando salimos de ahí ya había oscurecido, pero las siete nos dieron en el puerto de ENAPU donde la nave se había detenido nuevamente para la inspección y presentación de documentación de rutina.

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Después de todo este proceso la nave por fin inició ruta más o menos a las siete y media, que es la hora a la que había salido en otras oportunidades pero sin las paradas de esta ocasión. Me arrecosté en mi hamaca para enviar unos sms antes que la señal desapareciera cuando sentí un ramalazo de hambre en mi interior, y fue entonces que caí en la cuenta que la falta de sencillo sí sería un problema. No se reparte comida en estas embarcaciones el día de salida. Y la cocina del piso estaba vacía. Maldije para mi mismo y me resigné a pasar hambre.

Como a la media hora sentí un olor a comida y me pareció que procedía del piso inferior. Fui a averiguar y vi varias personas comiendo. Averigué y me dijeron que vendían comida. El juane a dos soles y el huevo a sol. Pagar por un simple huevo duro un sol me pareció caro, pero era lo único que mi bolsillo podía permitirse que a la vez mitigara el hambre que se hacía sentir ya más fuerte. Sin ninguna esperanza le pregunté al cocinero si el huevo salía solo. «No», me dijo, «Viene con su arroz». Ok. Arroz con huevo duro no es la mejor comida del mundo pero les aseguro que cuando hay hambre se pueden comer cosas peores. Saqué mi único sol y pagué. Al ratito me sirvieron lo pedido y me preguntaron si quería sal. «Claro» contesté. En la mesa había una jarra de refresco y vasos. Me serví y devoré hasta el último grano de arroz en breves instantes. Por lo menos el arroz no estuvo mazacotudo, debo admitirlo.

Ya un poco satisfecho y luego de ir al baño, me senté en el vacío comedor pero acompañado por muchos insectos voladores, a escribir mi relato del viaje hasta ese momento, las ocho y treinta más o menos. A las nueve y treintaiocho lo di por terminado y me dispuse a pasar una buena noche. El resplandor de la ciudad había dejado de percibirse ya buen rato atrás. Algo de nostalgia acudió a mi al tomar conciencia del alejamiento. Adios Iquitos, hasta que te extrañe de nuevo.

Iquitos - Yurimaguas, 34

Viaje Tumbes – Lima

Luego de regresar del paseo a Puerto Pizarro, lo primero que hice en Tumbes fue confirmar si el ómnibus de Cruz del Sur salía ese día, y la respuesta fue sí, a las 3pm. Eso me daba tiempo suficiente como para almorzar regresar al hotel, bañarme, recoger mis cosas con calma e ir a la agencia a esperar la salida del bus. Felizmente no tuve ningún contratiempo y poco después de la hora indicada ya me encontraba a bordo del bus y atravesando el puente sobre el río Tumbes rumbo a Lima.
Viaje Lima - Pasto, 34
A pesar que la ruta va casi toda pegada a la costa, siempre se puede ver un paisaje variado, claro, dependiendo del lado que uno se siente y qué tan animado esté como para pasársela mirando por la ventana.
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Estas dos fotos anteriores son todavía en lugares relativamente cercanos a la ciudad de Tumbes.
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Estas otras dos corresponde a partes del pueblo de La Cruz, en el distrito del mismo nombre, que es donde terminan los manglares. Ya a partir de ahí hacia el sur es la costa tal como la conocemos en el resto del Perú, tal como se aprecia mejor en la segunda foto.

Luego de eso ya se pueden ver playas como las que les muestro a continuación. Las fotos no estan muy nítidas por que fueron tomadas desde el bus en movimiento, a través del vidrio de la ventana y con zooom.

Viaje Lima - Pasto, 81

Viaje Lima - Pasto, 83

Viaje Lima - Pasto, 90

Ya casi para entrar a Piura nos detuvimos en el Puesto de Control de la Sunat, donde hacen bajar a todo el mundo con su equipaje, lo revisan y de nuevo al bus. Pero entretanto me di tiempito para fotografiar a unos pajarillos que tienen sus nidos ahí.
Viaje Lima - Pasto, 91

Viaje Lima - Pasto, 93

Luego ya empezó a atardecer y el sol se ocultaba cuando pasamos por Máncora.
Viaje Lima - Pasto, 96
Y bueno, al día siguiente ya llegué a Lima. Por lo que con este post doy fin a la serie del viaje Lima – Pasto – Lima. Todas las fotos del viaje las encuentran acá (1106).