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El Hablador

En algunos de los antiguos posts desaparecidos de Surfing el Amazonas comenté sobre El Hablador, como tengo tendencia a repetirme, lo haré de nuevo, no sé si inconscientemente cite de memoria, en todo caso, nadie se va a acordar. Bueno, El Hablador, es prácticamente mi libro favorito de Mario Vargas Llosa, La Casa Verde es de lo mejor, La Tía Julia y el Escribidor y Pantaleón y las Visitadoras me resultaron muy jocosas, Conversación en la Catedral y La Guerra del Fín del Mundo siendo libros de mucha calidad no me producen ninguna reacción en particular, pero El Hablador, ah, lo releería todo el tiempo. Si no fuera por que existe El Pez en el agua, sería mi preferido indiscutible. Desde su ya creo famosa frase inicial, la novela me capturó por completo.

Vine a Firenze para olvidarme por un tiempo del Perú y de los peruanos y he aquí que el malhadado país me salió al encuentro esta mañana de la manera más inesperada.

Pero hay otro Hablador que también sabe captar muy bien la atención, se trata de la excelente El Hablador, Revista trimestral de Literatura que ya va por su edición número 7, correspondiente a Marzo 2005. Número que por cierto trae muy buenos artículos. Uno de Giancarlo Stagnaro sobre crítica literaria, análisis de las poéticas de Watanabe y de Eguren, una entrevista con el estudioso de la literatura peruana Birger Angvik, aparte de poesía, cuentos y reseñas de libros, pero el plato fuerte para mí, ha sido el artículo de José Andrés Rivas: El hablador de Mario Vargas Llosa: Querer escribir como hablo. Un profundo análisis del juego de historias y discursos del que se sirve MVLL para una vez más, exorcisar sus demonios interiores.

Rivas nos dice que a la vista del resto de su obra, se podría deducir que El hablador es sólo una narración circunstancial en la obra de Vargas Llosa. Una lectura más profunda y realizada desde otra perspectiva nos mostraría un perfil más singular: la historia, cuya obsesión lo persiguiera durante casi un cuarto de siglo, es la más completa metáfora de la autocontemplación de Vargas Llosa como novelista, y un profundo enjuiciamiento de su propia arte narrativa.

Perdido en su condición de hombre de nuestro tiempo, el narrador evoca con nostalgia aquel tiempo en que la palabra daba nombre a las cosas y podía crear el universo. Es la angustia del hombre civilizado, condenado a separar y entender, e incapaz de la inocencia del “hablador”. Efectivamente, tal como apunta Rivas, El Hablador trata entre otras cosas del poder de la palabra, que quizás es un poder perdido, y paradojicamente por esas cosas del destino, MVLL probaría en carne propia esto cuando lanzado a la campaña presidencial de 1990 la pierde ante un chinito que ni hablaba bien el castellano. ¿Porqué se lanzó? Quizás fue como el mismo MVLL recuerda en El pez en el agua que su esposa dijo: Fue la aventura, la ilusión de vivir una experiencia llena de excitación y de riesgo. De escribir en la vida real, la gran novela. ¿Quizás también de probar el poder de la palabra a otro nivel? ¿De transformarse el mismo en un hablador? Pero los resultados de esa aventura son otro (ingrato) tema.

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De traductores y traducciones, Gregory Rabassa

Gregory Rabassa, traductor.
El traductor suele ser un personaje de perfil bajo de quien se acostumbra hablar mal, recuerden si no el popular dicho: Traductor traidor (Traduttore tradittore). Si la traducción es buena, uno ni se acuerda de él, si es mala nos empezamos a acordar de todo su arbol genealógico. Es muy raro que un traductor salte a la fama, menos aún en nuestro entorno. El Comercio publicó el 10 de abril del 2005 en su suplemento Dominical, una entrevista de Camilo Torres a Gregory Rabassa, uno de los pocos traductores que brillan con luz propia en el mundo literario anglosajón. A continuación unas cuantas de las preguntas y respuestas de dicha entrevista.

¿Alguna vez conversó con él (Cortázar) sobre el arte de traducir y los problemas de la traducción?
No, hablábamos de otras cosas. Nuestra relación era amistosa y hablábamos mucho de música, de jazz. Nos reuníamos en una casa cerca de la playa y pasábamos toda la noche con esos discos antiguos de 78. Él además tocaba trompeta.

¿Normalmente los autores a los que usted traduce revisan su versión?
No, Julio sí y Lezama también. Lezama porque era difícil. García Márquez, no. Los problemas de traducción con él no son problemas objetivos, digamos, sino subjetivos que el traductor tiene que resolver, poéticos. No encontraba dificultades de traducción en sí, como en Lezama.

¿Cuando tradujo Conversación en La Catedral le resultó difícil entender las referencias que Vargas Llosa hace a la cultura peruana?
No tanto, yo tenía una idea, había hablado con peruanos, tenía una idea de lo que estaba pasando allí. Había estado en Lima dos o tres veces. La dificultad estaba en su estilo, debía tener cuidado con eso, sobre todo con la forma como Vargas Llosa utilizaba los tiempos verbales en la narración: presente, pasado, pluscuamperfecto. Hay un juego de tiempos en la novela. Había también dificultad con ciertas expresiones. La dificultad mayor en esa novela fue el nombre de Cayo Mierda.

¿Cómo lo tradujo?
Cayo Shithead. Porque sencillamente shit en inglés no suena. Puedes llamar a una persona shit pero con su nombre no.

¿Cómo se puede trasladar de una lengua a otra la musicalidad?
Es imposible. Por eso la definición de Robert Frost de la poesía: es lo que falta, lo que se ha dejado cuando ha sido traducida. A veces se puede mantener un sentido poético, pero en ese caso es otra poesía. La traducción es imposible. Se puede traducir el sentido pero ¿qué pasa con el sonido?

Entonces el traductor es una suerte de creador.
Puede serlo pero tiene que tener cuidado y no ser demasiado creador. Aunque a veces hay traducciones que son mejores que el original. Dicen que la traducción de Fitzgerald de Omar Khayyam es superior al original en persa.

Otros artículos sobre Rabassa encontrados en la red: Gregory Rabassa, el traductor del «Boom», The Translator in His Labyrinth y Me and My Circumstance, una especie de autobiografía del propio Rabassa.

Actualización: El artículo original publicado en El Comercio ya no está online, así que eliminé el enlace y esto es lo que queda. Gregory Rabassa falleció el 2016, su libro del 2005 If This Be Treason: Translation and its Dyscontents, no había sido traducido al castellano hasta ese momento.

Marguerite Duras – El mal de la muerte

Este libro lo terminé de leer hace ya casi un mes creo y no había podido hacer su reseña. Es que la verdad, me dejó sin palabras. Decir que me gustó es poco, me pareció una obra de arte. Y me resulta complicado explicar por qué. Debe ser que no soy crítico ni nada, si no que simplemente soy un lector común y corriente intentando compartir no tanto una opinión, sino información y detalles sobre los libros que voy leyendo.

Es una obra breve, 45 páginas de texto con tipografía grande y tamaño de página pequeño, o menor al que está en boga ahora, casi del tamaño de un pocket, para que se den una idea. La edición original: La maladie de la mort, es del 82, y la primera edición en castellano: El mal de la muerte, del 84 en Tusquets Editores, Colección: La Sonrisa Vertical # 40. Mi edición es la segunda, del 85. Anteriormente sólo había leido una novela de Marguerite Duras: El Amante, y si bien me gustó, no me impresionó tanto como esta.

El estilo es breve, conciso, minimalista, pero no extento de cierta poesía, y pareciera surgir directamente de lo más profundo de la Nouveau Roman de los 60’s o 70’s, pero abandonando toda pretensión y circunscribiéndose a lo necesario. Y sin embargo, no es una lectura fácil. El narrador, cosa curiosa, pareciera por momentos abandonar a su personaje y dirigirse al lector, que a la vez, pareciera ser el personaje. Por momentos también, su voz no es indicativa de lo que sucede, sino que lo deja en posibilidad, «vendría, llegaría, sería», abundan los verbos en esta conjugación tan extraña en una narración. Lean si no los primeros párrafos de la obra:

Debiera no conocerla, haberla encontrado en todas partes a la vez, en un hotel, en una calle, en un bar, en un libro, en una película, en usted mismo, en usted, en ti, al capricho de tu sexo enhiesto en la noche que grita por un cobijo, por un lugar en el que desprenderse de los llantos que lo colman.

Pudiera haberla pagado.
Hubiera dicho: Tendría que venir cada noche durante muchos días.
Ella le hubiera mirado largamente, y después le hubiera dicho que en ese caso era caro.
Y después ella pregunta: ¿Qué es lo que quiere?
Usted dice que quiere probar, intentarlo, intentar conocer eso, acostumbrarse a eso, a ese cuerpo, a esos pechos, a ese perfume, a la belleza, a ese peligro de alumbramiento de niños que representa ese cuerpo, a esa forma imberbe sin accidentes musculares ni de fuerza, a ese rostro, a esa piel desnuda, a esa coincidencia entre esa piel y la vida que encubre.
Usted dice que quiere probar, probar muchos días quizás.
Quizás muchas semanas.
Quizás hasta toda la vida.
Ella pregunta: ¿Probar el qué?
Usted dice: Amar.

Y es de eso que trata la obra, de intentar conocer qué es amar, en que consiste, si es posible aprenderlo, o experimentarlo, si es que estamos dotados para eso, o es tan sólo una ilusión. Ésta es la búsqueda del protagonista, y ella, la contratada para servir de objeto y campo de la búsqueda, sabe que es inútil, aunque no sepa como decirlo. El narrador en cambio sí lo sabe, y sabe además que el protagonista no es sólo aquel de quien está contando algo, sino que eres tu y soy yo, porque ésta inquietud es común a todos.

En la red encontré El mal inconfesable: Marguerite Duras – Maurice Blanchot, un estudio de Juan Gregorio Avilés sobre el libro, que se da a partir del análisis que se hace del libro de la Duras en la obra: Maurice Blanchot – La comunidad inconfesable. El estudio es bastante académico, así que para algunos puede resultar casi impenetrable, pero resulta bastante esclarecedor de ciertos aspectos del libro que puedan resultarle enigmáticos u oscuros al lector.

Y bueno, yo seguiré leyendo libros de Madame Duras, tengo varios así que no tengo que preocuparme siquiera por conseguirlos, hasta leeré de nuevo El Amante, para ver si le encuentro otra perspectiva. Si el resto de obras tienen siquiera la mitad de la calidad de éste, pues me daré por satisfecho.

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Saul Bellow 1915 – 2005

Otro gran escritor que se va. Saul Bellow era un autor norteamericano que se adscribía a la corriente de intelectuales de origen judío en dicho país, aunque el rechazaba este etiquetamiento. Hace varios años leí una de sus obras, El planeta de Mr. Sammler y la verdad ya no recuerdo el tema en sí, pero sí recuerdo que me gustó. La Nación de Argentina informa y hace una pequeña reseña de su carrera:

El estilo de Bellow se caracteriza por la interrelación entre las situaciones cómicas y trágicas, con personajes en su mayoría intelectuales cuyos monólogos internos abarcan de lo sublime a lo absurdo. En 1976, cuando la Academia Sueca le otorgó el premio Nobel, destacó que sus obras habían contribuido «a la comprensión del hombre y al sutil análisis de la cultura contemporánea». Ese mismo año también ganó el Premio Pulitzer. Entre otras distinciones, Bellow recibió en tres oportunidades el National Book Award a la mejor novela del año.

El NYT también informa del hecho y publica un largo texto con fotos y enlaces a resemblanzas y otros. A continuuación un extracto de citas del propio Bellow:

While others were ready to proclaim the death of the novel, he continued to think of it as a vital form. «I never tire of reading the master novelists,» he said. «Can anything as vivid as the characters in their books be dead?» Once, with reference to Flaubert, he wrote, «I think novelists who take the bitterest view of our modern condition make the most of the art of the novel,» and added, «The writer’s art appears to seek a compensation for the hopelessness or meanness of existence.»

«Fiction is the higher autobiography,» Mr. Bellow once said. «You’re all alone when you’re a writer. Sometimes you just feel you need a humanity bath. Even a ride on the subway will do that. But it’s much more interesting to talk about books. After all, that’s what life used to be for writers: they talk books, politics, history, America. Nothing has replaced that.» Throughout Mr. Bellow’s life, his approach to his art was that of an alien newly arrived on earth: «I’ve never seen the world before. Now I was seeing it, and it’s a beautiful, marvelous gift. Enchanting reality! And when the end came, I was told by the cleverest people I knew that it would all vanish. I’m not absolutely convinced of that. If you asked me if I believed in life after death, I would say I was an agnostic. There are more things between heaven and earth, Horatio, etc.»

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Patrick Suskind – El Perfume

No leí esta obra en su momento, años 86 u 87, cuando era tan mentada como ahora lo es, salvando las distancias, «El Código Da Vinci». La edición original de El Perfume es del 85, mi copia es de Seix Barral, exactamente tercera edición, sexta reimpresión, de agosto del 87, hecha por la filial mexicana de Seix Barral. Patrick Suskind, su autor, gozó una merecida fama esos años, pero luego ya no ha sido muy mentado su nombre que digamos.

La lectura de El Perfume es sencilla, a pesar de cierta tendencia a imitar el estilo literario de los años en los cuales está ambientada la novela (Francia del S. XVIII), no se hace pesada leerla, es más, lo difícil es dejarla una vez empezada. Y quizás la prosa no sea de las mejores, pero lo envolvente de la trama hace que eso pase a segundo plano. Suskind nos va pintando poco a poco a su personaje, un tipo que de verdad es de los mas fríos que me he podido encontrar en la literatura. Un tipo con un gran don, pero a la vez con una gran carencia. El uso de estas características para lograr lo que él se pone como propósito en su vida, va configurando un final que por esperado no es menos sorprendente, y es que a pesar de todo uno como lector no puede dejar de sentir cierta simpatía hacia el personaje, por mas asesino o desalmado que sea. Y ese desenlace casi místico añade una nueva dimensión sobre su persona.

Grenouille, que no tenía honor ni creía en los santos ni en el alma de su pobre madre, juró. Habría jurado cualquier cosa. Habría aceptado cualquier condición de Baldini porque quería aquel ridículo certificado de oficial de artesano que le permitiría vivir con discreción, viajar sin ser molestado y encontrar un empleo. Todo lo demás le era indiferente. … No tenía intención de erigirse en competidor de Baldini ni de ningún otro perfumista burgués. Su ambición no era amasar dinero con su arte, ni siquiera pretendía vivir de él, si podía vivir de otra cosa. Quería exteriorizar lo que llevaba dentro, solo esto, expresar su interior, que consideraba más maravilloso que todo cuanto el mundo podía ofrecer.

Por cierto, parece que pronto tendremos a esta obra en el cine, así que aquellos que como yo hasta ahora la tenían como pendiente, o no les había llamado la atención, pues les recomiendo su lectura encarecidamente. Ah, la obra ganó el premio World Fantasy de novela de 1987. En la red encontré una aproximación al tiempo y espacio histórico en el cual se desarrolla la obra, pero me parece que no está completo el pequeño ensayo. Para redondear, la opinión de una blogger.

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Guillermo Cabrera Infante – Vista del amanecer en el trópico

No tenía planeado leer este libro, pero enterado del fallecimiento de Guillermo Cabrera Infante, decidí escoger una de sus obras y hablar de ella a modo de humilde homenaje, si cabe la expresión. Seleccioné este libro por su brevedad, aunque me tentaban La Habana para un infante difunto y Tres tristes tigres, pero me parecieron muy largos y densos para poder leerlos en un momento en el que si bien puedo hacerlo con cierta tranquilidad, estoy interesado en muchas cosas a la vez.

Vista del amanecer en el trópico se publicó originalmente en el 74, mi edición es de la editorial Oveja Negra del 87. Son 120 páginas con 101 breves imágenes que se nos ofrecen a manera de un slide show sobre la historia de Cuba. Su brevedad no disminuye en nada su intensidad, mas bien a veces se hace necesaria una pausa entre una y otra a fín de poder apreciarlas con propiedad y no perderse las resonancias históricas o sociales. Cierto es que difícilmente por estos lares podremos captar en su totalidad las implicancias de cada una, o manejarlas dentro de su adecuado entorno y sistema de referencias, pues supongo que como es mi caso, la mayoría de peruanos desconocemos casi todo sobre la historia de Cuba y poner nombre a todos los personajes que desfilan ante nuestros ojos no es algo a nuestro alcance. Pero el que los personajes nos resulten anónimos no dificulta la comprensión de las situaciones ni el percibir la emotividad contenida en estas imágenes descritas en tan pocas palabras. Como ejemplo pongo una, esta sí de personaje muy reconocible.

El segundo comandante desapareció en el avión que lo traía a la capital de regreso de poner preso al tercer comandante. El comandante en jefe salió a buscarlo en el avión presidencial. Pero el avión hizo un recorrido somero y el comandante en jefe se fue a ver vacas y toros de una finca requisada. Por la noche vio televisión y se acostó tarde interesado en las aventuras ruidosas de un cowboy y unos indios. A la mañana siguiente regresó a la capital no sin antes hacer otro recorrido somero del área en que se perdió el segundo comandante. Al aterrizar el avión, el comandante en jefe vio a los padres del segundo comandante esperando ansiosos. Hasta ese momento el comandante en jefe había estado bromeando y hablando de cosas intrascendentes, pero al ver a la pareja ansiosa se compungió y fue hasta ellos para abrazarlos en pésame. Casi se le saltaban las lágrimas.

No sé si leeré algunas de las otras obras de GCI en un futuro próximo, pero estoy casi seguro que cualquiera de ellas me será tan satisfactoria como esta que leí. Javier Marias escribe un pequeño obituario en su blog. En Guerra eterna en oriente medio también se hacen eco de su muerte. En el enlace proporcionado en la palabra fallecimiento, en la primera línea de este post, se encuentran enlaces a fotos, entrevistas y otros sobre el autor.

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Nelson DeMille – The Talbot Odissey

De vez en cuando no cae mal un best seller, los uso para cambiar de estilo entre un grupo de libros y otro. Este The Talbot Odyssey de Nelson DeMille es de 1984, publicado en castellano en 1985. Veinte años después recién lo leo, y podría decirse que la trama ha quedado desfasada, pues la novela va de guerra fría y espionaje, pero ése no me parece un argumento para descalificar a priori una novela, total es una obra de ficción, además fué escrita antes de la caída del muro de Berlín, así que en su momento estuvo bien. Y por supuesto, sigue estándolo.

Debo decir que la obra cumple su cometido, me entretuvo y hasta hubo pasajes que me gustaron más de lo que esperaba. El ritmo es bueno, no tan rápido como en los best sellers actuales, pero tampoco decae. Los personajes no son tan acartonados, por ejemplo, Thorpe, el mas claramente «malo» de la historia, casi prefigura al Patrick Bateman de American Psycho. Los demás, aparte de la pareja protagonista, son los típicos personajes que uno espera encontrar en una novela de este tipo, no se sabe si son buenos o malos hasta su final. Y hablo de buenos y malos, porque este es el registro en el que se maneja la obra, en términos generales los buenos son los norteamericanos y los malos los rusos, a pesar que haya americanos malos y por ahí un ruso bueno. Una falla fué que nunca me enteré como se salvan de los bocaditos envenenados.

Párrafo favorito: Sabes, a veces pienso que el mundo real es tan inexistente como este mundo. El destino humano puede ser determinado por un juego de video manejado por seres colosales en una pantalla gigantesca. La historia de la humanidad podría ser una serie de posibilidades programadas y almacenadas en una memoria, un momento de recreación para otros seres. El fín de este mundo llegaría cuando se les acabaran las monedas. O quizás el video tape podría romperse… veríamos una gran cinta negra en el cielo, un sonido seco. El fín. Es tan Dickiano.

Y si encuentro otra novela de DeMille por ahí, pues la compraría también. Valió su precio ésta que leí.

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Diego Otero, nuevo libro

Diego Otero es un poeta peruano que recientemente acaba de publicar su segundo poemario, con siete años de diferencia respecto al primero. Lamentablemente no he leído ni uno ni otro, así que no puedo opinar al respecto, pero Correo le publica hoy una entrevista de la cual les paso una parte.

¿Qué diferencias hay entre Temporal, tu segundo poemario, y Cinema Fulgor (Colmillo Blanco, 1998), que fue el primero?
Bueno, en principio he aprendido con el tiempo que uno puede decir más conforme sea más económico. Por ejemplo, en Cinema Fulgor todavía hay un placer por la estética. En Temporal he procurado que no sea así. Es un libro más austero, más seco, en donde todo está al servicio del contenido, de lo que estoy diciendo. No hay lujos verbales.

¿Dónde reside para ti la belleza de un poema?
La belleza de un poema está en la emoción que transmite. La poesía es decir lo que todo el mundo siente y nadie puede expresar. Poner en palabras lo que pasa por las emociones de todas las personas. Ese creo que es el fin de la poesía y te diría que en los últimos años en el Perú los poetas no están transitando por ese lado, están yendo por búsquedas alternativas de expresión ante la crisis del canon, digamos.

¿A qué se debe está opción de los poetas de las últimas generaciones?
Me parece que la gente está harta del modelo, entre comillas, anglosajón de poesía cisneriana, hinostrociana. Pero al mismo tiempo no están viendo lo que ocurre en la ciudad, qué pasa con los individuos que habitan la ciudad, cuáles son los problemas, qué más nos toca. En ese sentido, creo que quienes están haciendo cosas más interesantes son algunos grupos de rock, que están expresando cosas que tocan a la colectividad. Me parece que es la gente que está teniendo la mente más abierta y desprejuiciada en términos de observación y procesamiento de las experiencias colectivas e individuales de una ciudad como Lima.

Hace unos días La República publicó otra entrevista al poeta, ésta a cargo de otro poeta, Pedro Escribano. Y aunque los temas tratados son similares a los de la entrevista anterior, por ahí hay una o dos cosas diferentes e interesantes. Entonces, de ésta un parcito también.

¿El tiempo es esa rueda grande e indetenible que avanza imperdonable hacia nosotros?

Así es. Creo que el tiempo es consustancial a todos los seres humanos. En mi caso también tiene que ver con una cosa muy privada, como el haber cumplido 30 años, Empiezo a sentir que ya no estoy para perder el tiempo.

El libro tiene otro dato. El sentido de la transitoriedad.
Sí, esa es una preocupación más intelectual. Vivimos una cultura en la que nos educan para creer que somos trascendentes cuando en realidad somos transitorios. Nuestro mundo, nuestros afectos son transitorios. En ese desfase de nuestra educación trascendentalista y la realidad transitoria es que trato de ubicar el sentido de libro.

ACTUALIZACION 22/03/05 – Javier Agreda me hace llegar su comentario al respecto publicado también en La República, gracias Javier.

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María Emilia Cornejo – En la mitad del camino recorrido

Hace unos días buscando posts interesantes para la sección de posts recomendados de BlogsPerú, me encontré con uno cuyo lenguaje y espíritu me hizo acordar en algo al poema más conocido de María Emilia Cornejo. Comparando los textos encuentro que la diferencia es mayor que la semejanza, pero persiste ese juego de palabras que hace que el post me referencie al poema. (Se trata de «Soy la muchacha mala de la historia», que figura en el enlace proporcionado líneas arriba).

Y bueno, para contrastarlos tuve que buscar mi libro de la Cornejo. felízmente lo encontré rápido, a pesar de estar en la sección «por ordenar». La edición es la primera, de octubre del 89 y reune todos los poemas conocidos de María Emilia Cornejo hasta esa fecha. Son 31 poemas divididos en 5 secciones. Todos ellos comparten esa atmósfera intimista que hace que se los lea fácilmente, casi como si uno estuviera leyendo los poemas que una amiga nos hubiera traido para que le demos nuestra opinión.

Y es que el valor de esta poeta y sus poemas no recae en arabescos construidos apelando a refinamientos y exquisiteces literarias, muy válidas por otra parte cuando se les sabe usar, sino a lo directo de su lenguaje, a la ruptura con generaciones anteriores de poetas (mujeres) que radica en un erotismo desbordante, no extento de ternura. Hay que considerar que MEC publicó en los primeros setentas, cuando la poesía femenina era poco más que una curiosidad en el ambiente limeño. María Emilia además, se hizo pronto, merced a su suicidio, una figura de culto, pero conocida realmente por muy pocos. Transcribo uno de sus poemas que no figura en los que están en el enlace proporcionado.

la soledad abrumadora de mis días
se acrecienta en mis oídos
hasta hacerlos estallar,
ya nadie respeta mis decisiones;
soy la hija extravagante y loca
que hay que rescatar.
entonces
cada palabra mía se convierte
en un grito desgarrador
sin eco y sin respuesta

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Luis Sepúlveda – Un viejo que leía novelas de amor

Esta es una relectura. La edición original de Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda data de 1989 y mi ejemplar de la colección Andanzas de Tusquets es del 94. Leí hace ya varios años, quizás 9 o 10, esta novelita (el diminutivo es por la extensión, 134 páginas de letra más o menos grande) y recuerdo que me cayó bastante bien, la leí en Iquitos, lugar muy apropiado para su lectura por cierto.

La primera referencia que me viene a la mente es «El hablador», mi novela favorita de MVLL, así como sus otras novelas ambientadas en la selva peruana. Geográficamente «La casa verde» está más cerca de los ambientes donde se desarrolla esta novela (la selva ecuatoriana), pues Santa Maria de Nieva está al norte del Perú, próximo a la Cordillera del Cóndor, mientras que lo contado en «El Hablador» tiene lugar en territorio Machiguenga, es decir por el alto Urubamba. Pero no hablemos de otros libros, «Un viejo .. » tiene sus propios méritos, por ejemplo, no acude al tan sobado realismo mágico para narrar la historia, lo cual es de agradecer, y es en este sentido que hago la referencia a MVLL.

A lo largo del hilo conductor del relato, consistente en la relación conflictiva entre el personaje principal y el Alcalde del pueblo, se nos van ofreciendo momentos anteriores de su vida hasta llegar al momento presente de la narración. Esto sirve para describirnos la especial ligazón que une al viejo con la selva. Todo está contado en un lenguaje directo y sin mucho rebusque. En especial me gustaron las partes iniciales de los capítulos 6 y 8, cuando precisamente el viejo se dedica a leer su novela de amor. Lo que no me gustó mucho fue el tratamiento de los personajes, muy tirado al bueno-bueno, malo-malo. En resumen diría que la obra aprueba, pero no más.

Espero poder leer alguna vez otra obra de Luis Sepúlveda, pues esta es la única que tengo. Y creo que no alcanza para darme una idea completa de sus capacidades como narrador.

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