Desmond Morris habla sobre la mujer y los monos

Desmond Morris es un escritor bastante conocido, sobre todo por su libro «El hombre desnudo», publicado hace ya una buena cantidad de años. En el diario argentino La Nación, publican una entrevista que le hizo Juana Libedinsky y de la cual extraigo algunos párrafos.

¿Qué es más peligroso que un mono con ametralladora? Para el mundo del arte, un mono con pincel. Si se trata, claro, de Congo, el chimpancé del zoólogo Desmond Morris, del que se vendieron, en junio pasado, tres obras por 20.000 euros, en uno de los grandes remates de arte contemporáneo de esta ciudad. “Fue un momento histórico: no sólo era la primera vez que un artista no humano se cotizaba en una subasta, sino que el precio alcanzado fue increíble”, dice Morris, antropólogo y el mayor especialista del mundo en primates, investigador de la Universidad de Oxford y responsable, durante años, de la sección mamíferos del zoológico de Londres. Morris está convencido de que los monos pueden ser grandes artistas: una vez, su amigo Joan Miró le cambió uno de sus cuadros por uno de Congo, y cuando a Picasso un periodista le preguntó qué opinaba del arte de este chimpancé, el genial malagueño le mordió la mano, como para demostrarle que ambos estaban en el mismo negocio.

En 1967 Morris publicó «El mono desnudo», un estudio del hombre desde el punto de vista de un experto en evolución y comportamiento animal. El revolucionario best-seller lleva diez millones de ejemplares vendidos en más de veinte idiomas, pero sólo este año Morris se animó a sacar su continuación: «La mujer desnuda», de flamante traducción al castellano por Planeta. En este libro, Morris vuelve a la polémica. Se opone a la visión políticamente correcta de que los sexos son iguales y de que toda diferencia es cultural; dice que el matrimonio gay se explica como un modo de limitar la superpoblación del planeta y asegura que, a pesar de que toda la evidencia apunte a lo contrario, «el hombre es monógamo por naturaleza».

-Usted asegura que los sexos son distintos, que no nacemos como una tabla rasa sobre la cual a las niñas nos enseñan a que nos gusten las muñecas y a los hombres los autitos. Pero por insinuar algo así, a Lawrence Summers, el presidente de Harvard, casi lo echan…

-Sólo pueden negar que haya diferencias básicas entre el hombre y la mujer quienes tengan un objetivo político con eso, porque están negando la evolución. Son las diferencias las que ayudaron a la supervivencia y el progreso de la especie humana. Al hombre se lo puede empujar para que tenga conductas más femeninas y a la mujer, para que las tenga más masculinas, pero un hombre nunca será mujer, y viceversa. Por ejemplo, realizamos gammagrafías cerebrales a hombres y mujeres mientras se les hacía una misma pregunta. Pudimos ver cómo, para responder, usaban distintas partes del cerebro. ¡Eso no es una diferencia cultural! Sin la diferencia entre los sexos no hubiéramos podido tener la división del trabajo, que llevó a la especialización del hombre en un papel fundamental de proveedor, mientras que la mujer se volvía más hábil en resolver varios problemas a la vez. Así se fue creando la civilización. Sin las diferencias entre los sexos, hoy seríamos como los monos.

-¿Pero la mujer es fisiológicamente superior al varón, como parecería decir en su libro?

-Las mujeres han avanzado mucho más que el hombre en la evolución de sus cuerpos; los hombres, por el contrario, se mantienen mucho más cercanos a sus características primitivas. Esto se refleja de una manera muy evidente: las mujeres tienden a vivir cinco años más que los hombres. El hombre sigue siendo más desechable. Por eso, cuando nos movíamos en tribus de pocos miembros, eran los hombres los que iban de caza, porque si morían, bueno, no era tan grave como si moría una mujer: de ella dependía que el grupo no se extinguiese. Es verdad: los hombres son más fuertes, pero el cuerpo femenino es más resistente a las enfermedades y tiene mejor olfato, oído y hasta vista.

-¿Cómo es eso?

-Respecto del olfato, hicimos un experimento muy simple. Tapamos los ojos de madres recientes y les fuimos pasando distintos bebes por debajo de las narices. El ciento por ciento pudo reconocer al propio. En cambio, cuando lo repetimos con hombres, sólo el 50 por ciento pudo adivinarlo. Por eso las mujeres son las mejores catadoras de vino. Yo creo que los hombres lo intuían y, para defender su feudo, inventaban leyendas, como la que decía, en la Edad Media, que si una mujer pasaba por una bodega cuando estaba menstruando, arruinaba el vino. Respecto del oído, una madre sabe reconocer a su bebe por el llanto. Entonces, cuando en la sociedad tribal lloraba un bebe, sólo se despertaba su madre, y no las demás. Respecto de la vista, el daltonismo es, básicamente, un problema masculino. Los hombres, a su vez, tienen sus propias ventajas. O sea, en concreto, entre hombres y mujeres no hay superior o inferior, pero somos diferentes.

-Pero, ¿por qué hubo tantos más famosos inventores hombres que mujeres, por ejemplo?

-Una de las consecuencias de que hombres y mujeres no hayan seguido la tendencia evolutiva de la misma forma es que los hombres son ligeramente más infantiles en su comportamiento. Por ejemplo, a los 30 años, los hombres son quince veces más propensos a los accidentes que las mujeres, porque han conservado el elemento de la asunción de riesgos del juego infantil de una manera más clara que las mujeres. Aunque esta cualidad los pone a menudo en peligro, era importante cuando estaban a cargo de la caza. El tema de los inventos se debe a que la asunción de riesgos no es sólo física, sino mental. La innovación siempre implica riesgos, experimentar con lo desconocido en vez de confiar en tradiciones probadas. Las mujeres primitivas, responsables de todo en la sociedad, salvo de la caza, no se podían permitir errores graves. Como los hombres mantuvieron más características de niños pequeños en su cerebro, además se hicieron más imaginativos y, a veces, perversos. Las mujeres fueron más sensatas y cuidadosas.

-Personalmente, ¿qué es lo que más le gusta de las mujeres?

-Bueno, la respuesta cobarde es: ¡el cerebro! Pero lo que no deja de fascinarme es lo sensible y complejo de su cuerpo, sobre todo en lo sexual. Por ejemplo, es la única hembra que esconde su momento de ovulación del macho. El mono, en cambio, se da cuenta inmediatamente por el cambio en el comportamiento de la mona, por su nuevo olor, y entonces tienen sexo sólo en ese momento. ¿Por qué no pasa eso con los seres humanos? Disiento con la Iglesia en que no veo que el sexo sea exclusivamente con fines reproductivos. Por el contrario: se hace sin saber si la hembra está ovulando o no, porque el fin es otro: crear vínculos profundos con la pareja. Esto no pasa en ninguna otra especie. Además, si uno es un mono, ¿qué vínculo se puede crear, si todo el acto dura ocho segundos? He escuchado quejas de que hay hombres que también son así, ¡pero convengamos en que no es lo corriente! Hablando en serio, a diferencia de los animales, en los que se trata de puro sexo, en los hombres es literalmente cierto que se está haciendo el amor.

-Usted sostiene que el hombre es monógamo por naturaleza. ¡Pero parecería todo lo contrario!

-En muchas culturas el poderoso se ve obligado a ser polígamo, porque tener muchas mujeres es señal de status. Estudiamos infinidad de harenes: aunque haya muchas concubinas, siempre existe una favorita. En las sociedades occidentales actuales el índice de divorcios se explica, simplemente, porque no se trata de un sistema perfecto, y el lugar prioritario en los afectos y la economía pueden ir ocupándolo distintas mujeres sucesivamente. Somos monógamos porque como la cría humana tarda tantos años en convertirse en adulta y autosuficiente, solamente podemos ocuparnos realmente de una camada por vez, aunque podamos haber engendrado varias más.

-Matrimonio gay: ¿bueno o malo desde un punto de vista de la evolución de la especie?

-Se explica que pueda existir y que sea aceptado cuando hay situaciones de superpoblación como la actual. En poblaciones muy pequeñas, el comportamiento homosexual no es aceptado, porque se necesitan niños. En cambio, en la vida urbana actual, por el contrario, una pareja homosexual reduce el promedio de reproducción, así que se vuelve una ventaja para controlar la explosión demográfica. Y si, como ocurre actualmente, finalmente quieren tener chicos alquilando un vientre, o lo que sea, no son peores para el problema demográfico que cualquier pareja heterosexual.

-¿Por qué los hombres las prefieren rubias?

-Parte del atractivo de las rubias reside en la delicadeza de su pelo. La excepcional ligereza de los mechones rubios los hace más suaves al tacto y por lo tanto más sensuales en los momentos de contacto corporal íntimo.

-Volviendo a nuestros primos, los monos, ¿cómo fue que le enseñó a Congo a pintar tan bien?

-Yo no le enseñé nada, Congo fue un autodidacta total. Un día le di un lápiz y vi que disfrutaba tanto dibujando que empecé a darle pinturas con colores. Nunca recibió un premio por su trabajo. Lo hacía sólo porque le gustaba. Y sus obras no eran cualquier mamarracho: colocaba cada línea exactamente donde quería. Sabía cuándo darme el pincel para que le diera otro con pintura de un color distinto y cuándo una obra estaba acabada.

-¿Pero Congo era un mono especial o cualquier primate puede pintar así?

-Bueno, recuerdo que cuando Dalí vio su obra, dijo: «La mano del chimpancé es casi humana; la mano de Jackson Pollock es totalmente animal». Pero Congo no era un chimpancé cualquiera: era un mono excepcionalmente inteligente. Aun así, no toda su obra fue pareja. En un comienzo estaba probando, luego tuvo un período en el que verdaderamente se apasionó y luego se aburrió. Pero yo lo tuve en observación durante varios años. No es como quien agarra a un mono tres días con crayones y dice: «No pueden dibujar». En 1957 hicimos una exposición de la obra de Congo en el ICA (Instituto de Arte Contemporáneo de Londres) que se vendió en su totalidad. Hoy quedan algunos cuadros, que pueden verse en una galería de Londres, pero a Congo tuve que devolverlo al zoo. Estaba tomando características demasiado humanas y cuando alguien se acercaba a mí le agarraban celos y lo mordía.

-Después de tantos años con los animales, ¿hay algún rasgo de ellos que haya adoptado?

-¡Claro! Para el zoólogo, los seres humanos son simios sin rabo con un cerebro muy grande. Su rasgo más asombroso es cómo han prosperado, y el secreto de su éxito, lo que ha permitido los grandes descubrimientos que trajeron el progreso, es que somos la única especie que puede mantener la curiosidad del animal pequeño y sus ganas de explorar, toda la vida. A un cachorrito, a un gatito, todo les parece nuevo y les interesa, pero cuando crecen, ya no más. Los adultos humanos también podemos perder esa capacidad con una vida muy rígida y rutinaria, así que yo quiero ser como un cachorrito toda la vida, para seguir aprendiendo. Tanto es así que te diría que hoy, al investigar sobre animales, mi edad mental es de 15 años, aunque tenga 77. ¡Si tan sólo tuviera el cuerpo de un adolescente para acompañar…!

La imagen de Desmond Morris ha sido obtenida de la web de El pais.es.

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