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Latinoamérica: Discriminándonos los unos a los otros

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Bogotá vista desde Ciudad Bolívar, una de sus localidades más pobres. Foto de Wolfgang Sterneck en Flickr. Usada con Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-NC-SA 2.0).

Un reciente artículo escrito por un sorprendido corresponsal de la BBC en Bogotá, cuenta su experiencia con los estratos socioeconómicos usados por el gobierno para clasificar las residencias receptoras de servicios públicos, pero que también sirven de referencia para cómo los colombianos se ven entre ellos, o, seamos sinceros, discriminarse.

Estos estratos van del 1 al 6, siendo 1 el usado para la condición socioeconómica más baja y 6 para la más alta. Pero el imaginario colombiano recurre a denominaciones como «estrato 0» o «estrato 10» para referirse a los sectores más extremos de una sociedad considerada como de las más desiguales de la región y del mundo.

«El poder clasificatorio de la estratificación marca la identidad de los colombianos al punto de que, cuando se busca compañía, el estrato se coloca (en los anuncios personales) al lado del sexo, la contextura física o la edad», señala al ser consultada para el artículo mencionado la socióloga Consuelo Uribe, quien además indica que «una de las consecuencias materiales del sistema de estratos es que ha propiciado una mayor segregación socio-espacial en las ciudades del país, haciendo que cada vez sea más difícil que las distintas clases sociales se encuentren en un mismo espacio.»

El debate sobre esta estratificación, que data de los años 90, ya tiene cierto tiempo instalado en la intelligentzia colombiana. Por ejemplo en el año 2013, Oskar Nupia blogueando para el medio periodístico de investigación La Silla Vacía, opinaba a favor de su eliminación, aunque no dejaba de mencionar que su sustitución por otro sistema ya existente sería costosa. Además también comentaba sobre sus usos que calificó como abusos:

Los estratos socioeconómicos crean mayor segregación social. Hay evidencia al respecto para algunas ciudades (ver aquí). Lo inentendible es que muchos gobernantes locales y nacionales tienen como bandera política la eliminación de la segregación social pero usan intensivamente el estrato socioeconómico para focalizar subsidios y crear polarización política.

Pero no se crea que la sociedad colombiana es la única en Latinoamérica con esta tendencia a la discriminación por determinadas razones. En México una encuesta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) señala que “Las causas más comunes de la discriminación son la pobreza, el color de la piel, las preferencias sexuales, la educación y la situación económica”. Al respecto en la web Animal Político comentaban:

En un país con múltiples orígenes étnicos y una mezcla entre ellos, resulta impresionante el nivel de racismo que puede llegar a darse entre connacionales. La población más vulnerable a sufrir discriminación en México son los indígenas, los homosexuales y las personas con alguna discapacidad física o intelectual. ¿Qué se necesita para sobreponerse a este síntoma presente en la sociedad en pleno siglo XXI?

Esta necesidad que sienten algunos de discriminar al otro, y a la vez dejar claro que el discriminador es o se siente mejor al resto, se hace patente en la sociedad mexicana con términos como «mirrey«, usado para denominar a quienes llevan un estilo de vida ostentoso aparentando tener más de lo que realmente tienen. Los «nacos», personas de escasos recursos, y los «riquillos» o «fresas» gente con mucho dinero.

En Perú, país multicultural y multiétnico pero con una larga historia de racismo y discriminación, la cosa es similar, con el agravante de que a veces estas actitudes son aceptadas e incluso reproducidas por los medios de comunicación. Recientemente el sitio web satírico El Panfleto le dedicó un post a la costumbre de los medios de llamar «vecino» a los residentes de un barrio acomodado, pero «pobladores» a los residentes de zonas menos favorecidas. El post reune 1o «tips» para que los nuevos periodistas sepan cómo proceder en diversos casos. Estos son algunos:

1. Si es de Huancavelica y protesta (y no es ingeniero de alguna mina): POBLADOR.
2. Si es de La Molina y protesta por un estudiante universitario (y no es empleada del hogar): VECINA.
10. Y para terminar, una regla de oro. Nunca, PERO NUNCA, le digas vecina a alguien que protesta contra la minería… peor si es serrana: POBLADORA.

Por otra parte, Argentina, un país más homogéneo étnicamente, tampoco deja de tener problemas de discriminación. Micaela Urdinez, que lleva el blog «El vaso medio lleno» en el diario La Nación de Buenos Aires, escribía en octubre del 2013 a propósito de la campaña de una Fundación llamada «Encontrarse en la diversidad»:

¿Cuántas veces hemos escuchado palabras como “negro”, “puto”, “minita”, “trola”, “bolita”, “mogólico” sin pensar en sus consecuencias? Por eso rescato el mensaje de esta campaña que señala que “La manera de no equivocarnos es preguntar a cada persona cómo quiere ser llamada”. 

En otra publicación incide en el peso de los prejuicios y nos proporciona algunos datos sobre la discriminación en Argentina:

De acuerdo con el Mapa Nacional de la Discriminación presentado por el Inadi a fines de 2013, los principales motivos de discriminación padecida en nuestro país tienen que ver con el nivel socioeconómico, con la condición de ser migrante, con el color de piel y con el aspecto físico. El estudio también señala que la mayor parte de las conductas discriminatorias no se da en situaciones de crisis, sino en la normalidad de los ámbitos educativos, los laborales y la vía pública.

Seguramente que de indagar en el resto de países de la región encontraríamos más formas en las que nos discriminamos los unos a los otros. Catalina Restrepo, trabajadora social y autora de Global Voices, intenta explicar esta actitud desde la óptica de Colombia:

(Esto) tiene sus bases en aspectos contextuales, especialmente culturales, en los que por años uno ha escuchado a las generaciones mayores decir: «mijo, consiga plata. Y si no consigue, consiga». En Colombia el dinero más que éxito representa poder y se tiene que ser colombiano para comprender lo que tener el poder representa en nuestra cultura. Por más que genere llaga, el conflicto interno armado y el narcotráfico han dejado instalada una idea del dinero fácil y de «soy más entre más tengo». Puedo ejercer más control si mi familia «es de nombre o no». No en vano en muchas de nuestras ciudades se pueden ver escenas (diciéndolos sin sesgo discriminatorio alguno) que parecieran el lugar más pobre de un desierto de África, y otras el lugar europeo más ostentoso. Y no en vano, hay un gran número de adolescentes queriendo ser el chico con la moto más lujosa de la cuadra o la chica de la que digan, tiene el mejor cuerpo.

Catalina Restrepo, Indira Cornelio y Cecilia Cárdenas colaboraron con material para este post.

Música y humor en los metros de Latinoamérica

¿Vive usted en Buenos Aires, Santiago, Quito, Caracas o México DF quizás? Es muy probable entonces que haya usado los metros de dichas ciudades. En ese caso es probable también que en algún momento se haya topado con aquellos músicos callejeros que suelen usar dichos medios de transporte como escenario.

Puede que le agraden, puede que le molesten. Puede que incluso sea considerada una actividad ilegal, como pasó recientemente en Medellín, Colombia. Pero es difícil quedar indiferente cuando el artista demuestra sus habilidades o manifiesta una contagiante chispa personal.

Empecemos un cómodo y rápido recorrido virtual por algunas de las ciudades latinoamericanas cuyos metros son frecuentemente tomados por el arte popular.

Buenos Aires, la capital argentina, es tradicionalmente conocida como una ciudad cosmopolita y dueña de un vibrante ambiente artístico y cultural. Eso se ve reflejado en las interpretaciones que he podido encontrar en el Metro de dicha ciudad.

El usuario de YouTube buenosaires34 subió en el 2011 este video de un par de músicos en una estación del Metro de Buenos Aires. Ellos se hacen llamar Rusia Kalipso y se les puede oir también en MySpace. Con una guitarra, un serrucho musical y mucha buena onda, entretienen a los usuarios mientras esperan que llegue el metro y se recursean algunos centavos de paso.

Pero dejemos la estación y subamos al metro. ¿Un poco lleno? Usted no creería que en los estrechos pasillos de un vagón pueda entrar una orquesta de 5 integrantes. Sin embargo Los Hijos del Sodero, una banda de swing, se las arreglaron para no sólo entrar si no tocar e incluso usar el propio vagón del metro como instrumento, tal como podemos apreciar en el siguiente video subido a YouTube por Mr. Duke Baires.

Estos tipos de música no son los únicos que se pueden encontrar en el Metro de Buenos Aires. Según Jorge Gobbi, colaborador de Global Voices, «hay muchos músicos dando vueltas, algunos de ellos con amplificadores portátiles, y que tocan desde música folklórica hasta punk. Se los puede encontrar fácil los fines de semana (los días de semana determinadas líneas van muy llenas). Pero es algo informal, no producto de políticas estatales o algo por el estilo. Sin embargo en los últimos meses se endureció el tema, y la Policía Metropolitana, que depende del gobierno de la ciudad, los está corriendo bastante. Pero parecen políticas puntuales, porque no es difícil encontrar músicos en los vagones y andenes.»

Crucemos los Andes y vayamos a Santiago de Chile. Aunque la imagen que mayormente se tiene fuera de Chile de los santiaguinos es de personas muy dedicadas al trabajo, ellos mismos se ven a veces como indolentes o hasta malcriados. Pero hay que recordar que por ejemplo Los Caporales, un dúo humorístico chileno, hizo reir a toda Latinoamérica durante varias décadas desde los años 50. El actual humor chileno puede ser un poco fuerte para el gusto de otros países, pero no deja de ser efectivo.

¿Y que tiene que ver el humor con la música? bueno, vean el siguiente video subido a YouTube por el usuario Jonathan alzamora y lo entenderán:

Elizabeth Rivera, colaboradora de GV en Santiago, nos cuenta que Rafael Budú, el artista que interpreta el video de arriba, ha ganado mucha visibilidad gracias a sus interpretaciones en el metro, o Transantiago, volviéndose incluso un fenómeno de internet, según algunos medios, y contratado por empresas o apareciendo en la televisión.

Saltemos ahora hasta México DF, más específicamente al Metro del DF, donde los músicos tocan rock con sus respectivos instrumentos eléctricos y parlantes. ¿Lo duda? vea el siguiente video subido por Carlos Luis el 2012:

Pero en el Metro del DF no sólo hay artistas mexicanos, en el siguiente video subido por Eduardo Franco el 2011, podemos apreciar a un dúo, aparentemente colombiano, interpretando música de su país.

Indira Cornelio, colaboradora de GV en el DF dice: «este tipo de grupos son comunes en el metro y en los camiones, una vez encontré a un cuenta cuentos excelente en el metro, y también en un parque hay un señor que se viste de juglar y se echa todas las canciones de cri-cri es muuy popular. Tengo un cuate que se gana la vida tocando trova en los camiones. Y recientemente se ha prohibido a los ambulantes en el metro la verdad no sé si eso haya afectado a los musicos del metro también?!»

Pasemos ahora a Quito, donde si bien no hay aún un metro propiamente dicho, existe un sistema de buses articulados o tranvías conocidos como Trolebús, el cual es también usado por los músicos callejeros, como se ve en el video subido a YouTube por el usuario del diario Elcomerciocom.

Estos hiphoperos son comunes en el Trolebús, hasta yo que no vivo en Quito me los he cruzado un par de veces. A decir de Susana Morán, bloguera ecuatoriana: «Por allí también pasan raperos, baladistas, merengueros. Unos gozan y vibran cantando y si nadie les da una moneda no muestran su molestia porque -quizá- hacen lo que más les gusta. No obstante, a algunos se les nota -quien sabe tras cuántas cantadas- las voces roncas y el desgano en sus presentaciones. Por el cansancio se permiten uno que otro ‘gallo’ (una nota mal entonada). Llevan ternos a pesar de que en Quito los soles del medio día son insoportables. O en la noche, van en camisa, jean y una guitarra a la espalda.»

Finalmente vayamos a Caracas, donde terminaremos nuestro recorrido virtual-musical, con este video subido a YouTube por todovariedad en el 2009. Permítannos presentarle a… Cindy:

Cindy, la abuelita rapera, (¡gracias Luis Carlos!) ha sido la sensación del metro caraqueño durante años. Según la web Buenamúsica: «Lo hermoso de esta doñita es que no se mete con nadie, ella misma se burla de sus ocurrencias, tales como: su difícil vida en el barrio, de su perro enamorado, de sus tres gatos, de sus tres maridos que no le paran ni se les para.» Pero últimamente, quizás por la convulsa situación venezolana, anda ausente. «Lo más seguro es que últimamente ya no se le ve más en el Metro, debido al resultado de la nueva ley que prohíbe los actos culturales dentro de los vagones del Metro.»

En definitiva, a pesar del incremento de restricciones por parte de las autoridades ciudadanas, y en pleno ejercicio del derecho a la libertad de expresión y la necesidad de los elementos de la sociedad de tener un intercambio cultural no reglamentado, el arte musical urbano en Latinoamérica está vivito y coleando. Esto, en tiempos de ciudades inteligentes que amenazan con convertir a nuestras urbes en espacios de trabajo y vigilancia permanentes, no es poco decir.