Era el día de navidad cuando ella apareció por un rincón, mustia, sin fuerzas, las alas ajadas y rotas. La cojí entre mis dedos y apenas si aleteó. Pero bastó ese instante para entrar en comunión con ella, ví sus días de extasis, sus vuelos nupciales y el mundo a través de sus ojos facetados. Su, para nosotros corta vida, había sido vivida a plenitud, una plenitud que a algunos nos cuesta años experimentar. No podía acariciarla sin quitarle quizás minutos de vida, así que lentamente la llevé al jardín y la dejé en lo alto de una planta, pareció no moverse siquiera, pero me gustaría pensar que cumplí su deseo final. Karma.
Para ti, que sabes de que hablo.
me gustan las mariposas!
tengo varias en mi casa
encontre una maripoza igual. moribunda la deje afuera aunqueintentovolar o puede más. Espero haber hecho unbien.hermosa llamada por mi «araña»