Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 3
Lo que sigue es la tercera y última parte de un relato del viaje que hice en la ruta Iquitos – Yurimaguas por río. Lo escribí en la misma embarcación, cada noche de las que pasé en ella. Me embarqué un lunes por la tarde y llegué un jueves por la mañana. En total son tres partes, la primera la encuentran acá, la segunda acá. Para no hacer el texto más aburrido de lo que ya es, lo acompaño de algunas de las fotos que fui tomando en el trayecto. El texto ha sido copiado tal cual figura en mi cuaderno. Esto sucedió entre el 4 y el 7 de enero de este año.
En los primeros viajes que hice me preocupaba mi destino y las personas que conocería o volvería a ver. Luego me preocupaba si el recorrido sería bueno y quienes serían mis compañeros de viaje. Ahora me intereso por saber si la ruta será segura y por comunicarme con quienes dejo atrás.
Todo viaje se vuelve un microcosmos en sí, pero los viajes en lancha por río, me parecen que son un ejemplo aún mayor de un universo cerrado que los viajes por tierra. Claro que las percepciones de los distintos viajeros varían, pero por lo que he visto algunos ni se dan cuenta de estar inmersos en eso. O lo aceptan y ya. Enantes, mientras hacía la cola del almuerzo, que se demoró espantosamente, un individuo se quejó de que no tenía todo el tiempo del mundo para estar esperando. Me reí por dentro, por que pensé que precisamente tiempo era lo que le sobraba, nos sobraba, a bordo.
La rutina de las comidas es lo que manda en la vida en la lancha. La gente empieza a hacer cola desde una hora antes de la programada, y todo el proceso de entrega de cada comida dura como dos horas. A veces pareciera que la gente sólo vive para comer, y en realidad, junto con dormir y charlar, son las principales actividades a las que la gente que viaja se dedica. Son pocos los que están por ahí, observando el paisaje o tomando fotos, o las dos cosas a la vez, como es mi caso, o leyendo, o alguna otra cosa.
La cola del desayuno de ayer, que fue tan auspiciosa, no constituyó más que una ilusión destinada a embaucarme. La del almuerzo y la cena de ese mismo día, y las tres de hoy, fueron largas, tediosas, llenas de olores no recomendables y llantos y gritos de críos insoportables y de sus madres en ocasiones histéricas y las más de las veces demasiado permisivas. Ok, no me simpatizan mucho los niños en general, así que mi opinión es parcializada. Pero tengo derecho a decirla.
Conversando con uno de los pasajeros, un inglés llamado Oliver, me decía que no sólo estaba de hambre, el inglés tenía como metro noventa de estatura, así que podía entenderlo, si no que tenía la sensación de que todo pasaba muy lento, y encima no tenía nada que hacer. En cambio Alex, un francés, parecía tomarse las cosas con más calma, claro que el viajaba acompañado, así que cierta diferencia había, pero creo que la actitud también importa.
Anoche dormí mejor que la noche anterior, y el día de hoy ya no fue nublado si no bien soleado. En cuanto a las comidas, nada digno de mencionar, salvo que el almuerzo me cayó un poco pesado hoy. Creí que se solucionaría con un sueñito, pero no. La solución más al alcance de mi mano en este caso era tomar una Coca Cola, pero cuando fui a la bodega me chotearon mi billete de a cien. Sin embargo el que atendía me sugirió que lo cambie con la boletera, así que me puse a buscarla.
La encontré en las escaleras y le pedí que me hiciera el favor. Ya un rato antes la había visto ofreciendo los pasajes de los buses de la compañía para los pasajeros que continuarían la ruta hasta Tarapoto. A quince soles cada pasaje. Dicen que el servicio normal está a veinticinco. Bueno, ya sencilleado regresé a la bodega y a falta de Coca Cola me compré una Lima-Limón. Felízmente hizo el efecto deseado y el resto del día ya lo pasé bien. Esperando el atardecer.
Entre tanto la rutina del viaje se mantiene. La gente se baña, charla y sigue comiendo. Pero los más duermen. Yo escribo mientras a mi costado en el comedor, dos chicas charlan trivialidades con dos patas. Las trivialidades incluyen la salida de uno de los patas con una de las bailarinas de uno de los grupos más populares de Iquitos por doscientos soles, todo incluido. No es la primera vez que lo oigo, pero no lo puedo corroborar, tampoco me interesa hacerlo. Ser consciente de la rutina del viaje y la burbuja temporal en la que nos hemos sumergido debido a el me da una perspectiva externa y alejada. Estoy en la burbuja y a la vez puedo verme desde fuera de ella. Pero no puedo apurar el tiempo. El viaje continúa. Me sumerjo en la rutina. Dormiré.
En la última foto se aprecia Yurimaguas al fondo. El fín de ese tramo de mi viaje. Todas la fotos del mismo las pueden hallar acá.
Comprando libros, 35
Asimov Ciencia Ficción 7 – Varios autores. Trae una novela corta: Historias para hombres de John Kessel y cinco cuentos de otros autores, entre los que figura James Patrick Kelly. Muy buena la novela corta de Kessel, como casi todo lo que he leido de él. De los demás cuentos nada digo por que no los he leído.
Asimov Ciencia Ficción 16 – Varios autores. De este número no he leído nada aún, pero les puedo contar que trae tres novelas cortas: Néctar de Brian Stableford, El Hielo de Steven Popkes y El Motor del Deseo de William Barton. Entre los seis relatos restantes hay de Gene Wolfe y Bruce McAllister entre otros.
Asimov Ciencia Ficción 17 – Varios autores. De acá lei Oxígeno Ascendente de R. García y Robertson una entretenida novela corta en clave de space ópera. También figuran las novelas cortas Bienvenido al Olimpo, Mr. Hearst de Kage Baker y Las piezas del Puzzle de Marco Antonio Marcos Fernández. Y entre los cuatro relatos restantes hay dos muy buenos a cargo de Larry Niven y William Sanders respectivamente.
Asimov Ciencia Ficción 18 – Varios autores. Y tampoco leí nada de este, pero eso será por poco tiempo pues trae las novelas cortas: Corrimiento al verde de Mary Rosemblum, Portavoz del mar de madera de Ian Watson y El enigma de Trujillo de David Mateo Escudero. Entre los seis relatos restantes hay dos que me gustaron bastante, uno de Susan Palwick y otro de Stephen Baxter.
Espero comprarme pronto más ejemplares de esta revista antes que se agoten.
Tron
Como decía en un post de hace unos meses sobre películas de ciencia ficción, Tron es una de mis favoritas en ese género. La peli es del 82 y planteaba un mundo virtual e inteligencia artificial mucho antes de Matrix y similares más recientes. Obviamente los efectos especiales usados parecen algo demodé ahorita, por decir lo menos, y aunque la trama fue criticada, a mi me gustó.
En la película, Flynn, un programador, es estafado por su jefe y se ve obligado a dejar la compañía de juegos para la que trabajaba. Sin embargo, decidido a recuperar sus programas entra a escondidas a la empresa y se enfrenta al ‘Control Central de Procesos’ programa que entre otras cosas se encarga de la seguridad del local. Pero este CCP lo digitaliza y Flynn se encuentra de pronto dentro del sistema, donde ve a los programas, los suyos y los de otros, antropomorfizados. Recuerdo que esto y las varias referencias a lenguajes de programación, códigos y demás, originaron que tuviera gran empatía con la película y el personaje, pues yo mismo era un programador en aquellos años.
Después de verla en el cine en el 82, creo que la vi de nuevo en los 90’s vía algún VHS alquilado. Ahora supongo que debe haber en DVD, pero no la he comprado. Sin embargo buscando en YouTube encontré el trailer y una escena en las motos de luz. Ahí se las pongo para que las vean. El trailer es una versión algo mejorada del original, que no recuerdo haber visto, la verdad.
Pero el motivo que ahora esté recordando esta película es que hace un par de días me enteré que está en plena producción una segunda parte de Tron, casi 30 años después. La nueva película se llamará Tron: Legacy y está programada para estrenarse el 17 de diciembre de este año. ¿Será una buena segunda parte? quien sabe. En todo caso acá van los trailers:
Se nota la diferencia de los años en los efectos especiales, ¿no? Y la música, a cargo de Daft Punk está muy buena. En la anterior película la música la puso Wendy Carlos, antes Walter Carlos, autor de un clásico de la música electrónica como Switched on Bach. Así que la cosa no anda muy dispareja en cuanto a calidad musical. Esperemos que la película también vaya pareja, o supere a la anterior.
Actualización 25/7. Y hoy me entero vía el artículo Incendio en la cultura digital del diario El País que: «su lanzamiento estará acompañado de un videojuego: Tron evolution. Hasta aquí, nada nuevo. La novedad reside en que el espectador que quiera saber lo que pasó entre las dos películas, tendrá que jugar al videojuego.» Avisados estamos.
Actualización 26/7. Hoy ví un post sobre el tema en ALT1040: Especial Tron Legacy: información, vídeos e imágenes. Buenos datos ahí. No había reconocido que la actríz que encarnará al personaje femenino es Olivia Wilde (más conocida como “13” en House). Incluyen el trailer del video juego.
Ciencia Ficción para todos: Yo soy el Robot y Contextos Alternos
Paseando por Lima
Iquitos, Plantón de protesta contra PlusPetrol
Hoy a las 3pm en Iquitos se realizó una marcha y plantón de protesta frente a las oficinas de la PlusPetrol en la Avenida La Marina. Tal como había sido anunciado, esta medida la organizaron los Apus del Marañón «por no atender a los afectados del derrame de petróleo en el río Marañón, el pasado 19 de junio.»
Los Apus del río Marañón se encuentran en Iquitos desde hace varios días «ante la demora, incertidumbre y abandono de las autoridades públicas y la empresa responsable del derrame PLUSPETROL, nos hemos visto obligados a instalarnos temporalmente en la ciudad, hasta encontrar una salida a los problemas inmediatos y a largo plazo que se nos presentan ante el desastre ecológico ocurrido.»
El diario La Región informó que una reunión de los Apus representantes de las zonas afectadas con representantes de la PlusPetrol se realizó el día sábado 17, pero que «la empresa Pluspetrol no quería que haya nadie de la prensa local.» Tambien manifestaron que «algunos dirigentes desalojaron a dos personas que tomaban notas en el interior … Se conoció que eran informantes de la policía, quienes se supone están siempre en las diversas actividades políticas sociales para tomar apuntes del panorama actual. Mas luego de lo ocurrido con el Hno. Paul, ha quedado demostrado que no sólo les interesa tomar el pulso político social de la región (como lo expresan), sino que recurriendo a las malas enseñanzas del periodo fujimontesinista, se ubican para “fichar, archivar las expresiones de los dirigentes principales”, para luego acusarlos ante Seguridad del Estado».
Los Apus del Marañòn realizaràn hoy a las 3:00 p.m. un plantòn en la Pluspetrol!!!
cientos de personas tomaron la Av. La Marina y se encuentran protestanto en contra de la PlusPetrol!
Las fotos se publican por cortesía de Lupe Muñóz.
Día del pollo a la brasa
Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 2
Lo que sigue es la segunda parte de un relato del viaje que hice en la ruta Iquitos – Yurimaguas por río. Lo escribí en la misma embarcación, cada noche de las que pasé en ella. Me embarqué un lunes por la tarde y llegué un jueves por la mañana. En total son tres partes, la primera la encuentran acá. Para no hacer el texto más aburrido de lo que ya es, lo acompaño de algunas de las fotos que fui tomando en el trayecto. El texto ha sido copiado tal cual figura en mi cuaderno. Esto sucedió entre el 4 y el 7 de enero de este año.
Su pie enfundado en una media blanquísima acaricia mi rostro. No se si hemos discutido pero no lo parece, sin embargo no me siento cómodo con su presencia. Luego ella empieza a saltar en mi cama. Trato de no mirarla. Me recuerda tanto a otra chica que solía hacer lo mismo cuando nuestra relación empezaba que prefiero evitar ese recuerdo. No por doloroso si no por lo injusto de inconscientemente comparar algo que ya está en su ocaso con la mejor época de otra relación. Luego ella se detiene y me llama para que suba y vea un insecto posado en la pared. Lo hago y me acerco a mirar. Es un bicho curioso. Algo así como un saltamontes gordo y de múltiples tonos cromados. Mientras lo observo ella se pega a mi. Con el rabillo del ojo puedo ver su delgado cuerpo desnudo, su piel pálida y pecosa. Siento su calor y me pregunto qué hago ahí con ella si ya todo había terminado entre nosotros. Tan débil no soy. Entonces la realidad se impone. Despierto. Estoy navegando por el Amazonas rumbo a Yurimaguas. Ella se ha quedado atrás.
Logré dormir y descansar. Pero no fue tan fácil. La hamaca resultó algo chica y quizás templada demasiado baja. Pero desatarla y volverla a templar no me pareció una opción muy agradable, principalmente por que había poco sitio para maniobrar pues la mayor parte de la gente descansaba ya en sus propias hamacas y había harto equipaje por todo lado. Así pues sólo quedaba acomodarse lo mejor posible, cerrar los ojos y confiar en el cansancio del cuerpo.
Al rato de estar así descubrí que sudaba. La hamaca a mi izquierda estaba ocupada por una chica un poco voluminosa y su proximidad me daba calor, aparte de incomodarme claro. A mi derecha un señor también algo corpulento descansaba a pierna suelta y cuando se acomodaba sus codos chocaban conmigo pues yo yacía un poco más abajo que él.
Sentí deseos de ir al baño y al regresar me acomodé al revés, pensando que sería una solución, pero fue todo lo contrario. La gorda estaba más cerca mío así y el calor y la incomodidad eran mayores. No lo soporté y al cabo de un rato, luego de haber cabeceado y despertarme sudando regresé a mi posición anterior. Por algún motivo que desconozco, quizás sólo el sueño, rápidamente me dormí de nuevo. Al rato me despertaron las voces de los controladores que estaban chequeando los boletos de los pasajeros, o de algunos de ellos pues si bien me pidieron el mío, nunca lo revisaron. Cuando vi que ya no regresarían, cerré los ojos y me dormí.
A la siguiente ocasión que desperté percibí tanto una ligera claridad como el trajín de los pasajeros yendo al baño. Prendí el celular, eran las cinco y treintaicinco de la mañana y había señal. Quise seguir durmiendo pero ya se me hizo imposible. Me desperecé y levanté. Luego de sacar mi cepillo y pasta dental esperé un momento antes de poder acceder a un caño. Había gente con aspecto de recién levantados por todos lados. Ya en el baño descubrí un par de carencias, en realidad tres. No tenía jabón, shampoo ni toalla. Me sentí un mal viajero, sobre todo por que no era la primera vez que hacía este tipo de viaje. Pero las lamentaciones no conducen a nada. Me lavé la cara lo mejor posible, me mojé el cabello y ya de regreso en mi sitio me sequé con la hamaca.
Faltando un par de personas para llegar a la cocina, el cocinero que la hacía de controlador me pidió mi taper y mi boleto del pasaje. Hizo una marca en este último y me lo devolvió, pasando luego el taper a la cocina. Al rato llamaron desde la cocina: «¡El taper rojo!» y me tuve que adelantar para recibirlo conteniendo una tazada de quaker y recibir también dos panes que luego descubrí estaban levemente untados con mantequilla. Con todo esto subí a mi piso y me instalé en el comedor para desayunar. Supongo que no era una mantequilla de calidad, y el quaker creo que era de arroz en vez de avena, pero no estaba para nada desagradable. Algunos, como mi vecino, lo habían reforzado con un juanecillo de los que ofrecían los vendedores que habían subido en Nauta apenas la nave atracó. Yo, sin posibilidad de hacer eso, no miré mucho para no antojarme y una vez finalizados mis alimentos fui a lavar mi taper al baño.
Estando ahí y mientras intentaba limpiar mi taper sólo con el agua, la señora que estaba en el caño contiguo de pronto hizo el gesto de ofrecerme su taper, por un instante me desconcerté, pero luego entendí que de lo que se trataba era que podía lavar mi taper con el agua con detergente que estaba en el suyo. Extendí mi taper y la señora vaceó el agua en él. Lo refregué bien con esa gabaza y luego lo enjuagué con agua limpia. Me retiré pensando que definitivamente hay gente que viaja con todos sus implementos. Yo con una mochila me sobra y me basta, pero claro, luego ando en problemas.
De regreso en mi hamaca chequeé la hora. Eran casi las ocho. Un cuarto de hora antes habíamos dejado Nauta y ya nos encontrábamos surcando de nuevo el Marañón. Me agarró un poco de sueño y decidí cerrar los ojos un rato. Cuando desperté había pasado más de media hora. La mañana seguía algo nublada, el cielo cubierto y sin sol. La gente andaba en sus cosas, algunos charlando, otros deambulando por ahí, otros simplemente descansando.
Cogí mi cuaderno y fui al comedor a hacer algunos apuntes. Para mi mala suerte ni bien me senté el lugar se llenó de gente con biblias. Al rato empezaron a leer en voz alta y luego a cantar. Tuve que hacer acopio de toda mi concentración para poder continuar y terminar de escribir lo que quería. Mientras escribía lo último concluyeron su sesión religiosa y se fueron. A los pocos segundos pude cerrar mi cuaderno.
El resto del día la pasé socializando ¿Qué otra cosa se puede hacer? Además en estos viajes siempre hay personas dispuestas a iniciar una charla con alguien desconocido. Y la posibilidad de enterarse de cosas interesantes está siempre latente. Incluso a veces hasta se termina descubriendo que conocen a alguien en común. Por supuesto a mi el paisaje siempre termina capturándome. La búsqueda de algo no antes visto, de un paraje fotografiable. Puedo pasar horas en eso.
El relato continúa en:
Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 1
Lo que sigue es un relato del viaje que hice en la ruta Iquitos – Yurimaguas por río. Lo escribí en la misma embarcación, cada noche de las que pasé en ella. Me embarqué un lunes por la tarde y llegué un jueves por la mañana. En total son tres partes. Para no hacer el texto más aburrido de lo que ya es, lo acompaño de algunas de las fotos que fui tomando en el trayecto. El texto ha sido copiado tal cual figura en mi cuaderno. Esto sucedió entre el 4 y el 7 de enero de este año.
Ella siempre me da lo que quiero, a veces me da lo que necesito y no lo que quiero, pero la entiendo, se preocupa por mi, me protege. Pero a pesar de eso soy un amante malagradecido. Una vez satisfecho mi deseo ya me siento incómodo en ella y quiero abandonarla. Sus favores no me encandilan más, sus ofrecimientos los rechazo. Mi mente ya está enfocada en la siguiente conquista. Vamos por ella.
Llegué al puerto de Masusa a comprar mi pasaje a Yurimaguas a eso de las 2.20. Al toque ubiqué al «Eduardo» que salía ese mismo día por su pizarra con el «HOY» escrito en ella. Cuando estaba entrando a la embarcación unos llamadores se acercaron para preguntarme cuanto quería pagar, no solté prenda, pero igual me llevaron con el encargado de vender los pasajes: 50 soles primer o segundo piso. Hay gente que paga menos, pero va en la plataforma de carga, bastante incómodo supongo. Pagué y una vez que me dieron mi recibo fui al segundo piso a ver que tan lleno estaba. Ya había hamacas colgadas pero espaciadas, y algunas personas en ellas. Bajé y regresé a la ciudad a alistar mis cosas.
Ya con mi mochila lista y mi hamaca, reparé que no tenía nada con que abrigarme, ni siquiera una casaca, así que fui a buscar algo y me prestaron una colcha que supuse me protegería del frío y el viento de las noches y madrugadas en el río. Tenía que hacer otras diligencias más de último minuto, y como me habían dicho que la lancha saldría a las 6pm, y claro, nunca son puntuales, me confié. Craso error ¿o era ella que quería retenerme?. Llegué al puerto a las 5.05pm y nada más acercarme a la zona donde estaba acoderada la Eduardo IV, llegaron a mi encuentro los llamadores de otra embarcación diciendo que ya no había espacio ahí y que fuera con ellos a otra lancha. Miré a la Eduardo y se veia llena, pero pensé que sería debido, en parte, a la gente que acude a despedir a sus familiares.
Cuando subí a la nave pude darme cuenta que realmente estaba llena. Abriéndome paso a duras penas entre viajantes, sus acompañantes y los infaltables vendedores, llegué al segundo piso sólo para comprobar que estaba casi abarrotado. Alcancé el otro extremo o popa, que es donde se ubica el comedor, y sólo me quedó poner mi mochila en el piso, cerca a donde había un pequeño espacio, y ver que se podía hacer. Lo que ví, para mi mala suerte, fue que el pequeño espacio era en realidad el único para acceder a la escalera interna al primer piso.
Ahí estaba yo, casi desolado y evaluando la perspectiva de pasar la noche sentado en el piso de metal, cuando un poco más allá uno de los pasajeros me dijo si le podía cuidar sus cosas un momento, mientras desamarraba su hamaca. Al parecer había encontrado un amigo en el primer piso y se iba para allá. Rápidamente saqué mi hamaca… sólo para encontrarme con que la cuerda para atarla estaba entera… o me habían dado sólo una. De cualquier manera había que partirla. Por supuesto no tenía cuchillo ni ningún otro objeto cortante. Niño scout no fuí.
En esas estaba cuando un muchacho con el que había intercambiado algunas palabras me dijo que si gustaba iba a la cocina del otro piso para que la partieran, con algo de desconfianza se la dí y al ratito regresó con la cuerda en dos pedazos. Acto seguido, procedí a atar mi hamaca lo mejor que pude, pues tampoco fui marinero ni experto en nudos. La probé sentándome en ella y jalando los extremos amarrados un par de veces a fin de no despertarme a media noche de un buen golpe en el piso. Terminado esto me puse a pensar en otras cosas y de pronto el voceo de un vendedor me hizo percatarme de un olvido mío: no tenía taper para la entrega del rancho ni cubiertos para comerlo. Definitivamente el apuro no es un buen consejero antes de un viaje.
Estaba yo viendo a quien encargarle mi mochila para ir a comprar lo que me faltaba cuando por el techo de la embarcación contigua se acercó un vendedor ofreciendo entre otras cosas, cucharas. Al toque lo llamé y compré una por un sol. Luego me ofreció tapers, «pero no tienes» le dije, pues en su cajita de venta no se veían. Ni corto ni perezoso llamó a otro vendedor que estaba en el piso de abajo de la embarcación donde se encontraba y éste se acercó y por la ventana le alcanzó un taper rojo. «Dos soles». Pagué y pensé que ya tenía un problema menos, sólo para caer en la cuenta que otro acababa de aparecer. Me quedaba solamente un sol en monedas y luego billetes grandes. En teoría no tendría por que ser un problema, pero nunca se sabe.
A todo esto ya eran más de las cinco y media de la tarde y seguía llegando más gente a la embarcación. Dejé encargado mi sitio con mis cosas y fui a proa para tomar unas fotos y de pronto, a las seis, la lancha empezó a moverse. Quedé sorprendido por la inusual puntualidad, pero todo fue una ilusión. La lancha sólo hizo un corto trayecto hasta el vecino puerto Henry para que embarcaran un contenedor y otras cargas de peso con la grúa. Cuando salimos de ahí ya había oscurecido, pero las siete nos dieron en el puerto de ENAPU donde la nave se había detenido nuevamente para la inspección y presentación de documentación de rutina.
Después de todo este proceso la nave por fin inició ruta más o menos a las siete y media, que es la hora a la que había salido en otras oportunidades pero sin las paradas de esta ocasión. Me arrecosté en mi hamaca para enviar unos sms antes que la señal desapareciera cuando sentí un ramalazo de hambre en mi interior, y fue entonces que caí en la cuenta que la falta de sencillo sí sería un problema. No se reparte comida en estas embarcaciones el día de salida. Y la cocina del piso estaba vacía. Maldije para mi mismo y me resigné a pasar hambre.
Como a la media hora sentí un olor a comida y me pareció que procedía del piso inferior. Fui a averiguar y vi varias personas comiendo. Averigué y me dijeron que vendían comida. El juane a dos soles y el huevo a sol. Pagar por un simple huevo duro un sol me pareció caro, pero era lo único que mi bolsillo podía permitirse que a la vez mitigara el hambre que se hacía sentir ya más fuerte. Sin ninguna esperanza le pregunté al cocinero si el huevo salía solo. «No», me dijo, «Viene con su arroz». Ok. Arroz con huevo duro no es la mejor comida del mundo pero les aseguro que cuando hay hambre se pueden comer cosas peores. Saqué mi único sol y pagué. Al ratito me sirvieron lo pedido y me preguntaron si quería sal. «Claro» contesté. En la mesa había una jarra de refresco y vasos. Me serví y devoré hasta el último grano de arroz en breves instantes. Por lo menos el arroz no estuvo mazacotudo, debo admitirlo.
Ya un poco satisfecho y luego de ir al baño, me senté en el vacío comedor pero acompañado por muchos insectos voladores, a escribir mi relato del viaje hasta ese momento, las ocho y treinta más o menos. A las nueve y treintaiocho lo di por terminado y me dispuse a pasar una buena noche. El resplandor de la ciudad había dejado de percibirse ya buen rato atrás. Algo de nostalgia acudió a mi al tomar conciencia del alejamiento. Adios Iquitos, hasta que te extrañe de nuevo.
El relato continúa en:
Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 2
Viaje Iquitos – Yurimaguas por río, 3