El sábado leí una nota en El Comercio que me hizo reir por la cantidad de monumentos (es un decir) de dudoso gusto en Lima. En realidad no es algo para reirse pues en esas barbaridades se va el dinero de los impuestos de los contribuyentes y no retribuyen en mucho al ornato público. Desde monumentos a un clip a otro a un dinosaurio, parece que todo es «monumentable» en Lima. Se sabe que a veces los alcaldes y sus regidores son capaces de aprobar cualquier cosa que les brinde algún beneficio, por lo que sería quizás recomendable que en este tipo de obras públicas opinen los vecinos. Ahora si ellos también lo aprueban… pues se lo tendrán merecido.
La nota toca además otros puntos como fachadas de domicilios particulares de variada procedencia estética, pero en ese punto sí creo que si a uno le da la gana de vivir en una réplica de un Castillo de Transilvania y tiene los recursos para hacerlo, bueno pues, salvo que quiera hacerla en una zona restringida, tiene todo el derecho de construírsela.
Pero regresando a lo de los monumentos, faltó que se dieran una vuelta por provincias, donde hay obras que rivalizarían con las mencionadas. Acá en Iquitos la verdad no he visto mucha obra de este tipo, salvo la hecha en honor al famoso bufeo colorado, que desde un principio fue rosado y ahora, la verdad, está bastante despintado. Espero a los alcaldes regionales no se les de por ese tipo de obras. Los dejo con un par de fotos del bufeo colorado de Iquitos, antes estuvo en la plaza de armas, pero luego fue deportado al Boulevard, a poco más de una cuadra de su ubicación original.
