Anatolio Pomahuanca tenía razones de sobra para odiar a los blancos. Hacía cientos de años que éstos habían invadido y conquistado su mundo, y reducido a sus antepasados a la triste condición de siervos o ciudadanos de segunda clase. Hubo cambios históricos, como guerras de independencia, rebeliones y revoluciones. Pero, como fuera, los blancos eran aún quienes gobernaban y decidían todo en el Perú y el resto del mundo. “Ahora vivimos en democracia”, decían. “Hemos efectuado grandes avances en materia de derechos humanos e integración”, proclamaban. Anatolio sonreía torvamente al oír estas frases tan manidas y falsas. ¿Acaso no eran blancos el presidente, los militares y los sacerdotes? ¿Alguien había visto alguna vez a un nativo ocupando un cargo decisorio? De haber estado en condiciones de hacerlo, Anatolio habría escupido al suelo: todos los blancos eran una mierda.
Antes de opinar sobre el extracto que han leído, por favor, lean el cuento completo. Después de eso ya me cuentan. Ah, y no, lamentablemente el cuento no trata sobre Carlos Noriega, nuestro primer astronauta en el mundo real.