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Comprando Libros, 15

Libros, 16

Siguiendo con la puesta al día de los posts de esta serie (ver 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13 y 14), ahora le toca el turno a unos libros que compré en dos ocasiones que salí a buscar que había por ahí.

Sostiene PereiraAntonio Tabucchi. Es una de las obras mas reconocidas de Tabucchi. Se hizo una película de ella incluso. La verdad parece muy interesante, así que ya está en la cola de los que serán leídos lo más pronto posible, tiene a su favor que no es muy extensa, por lo que pueda que esa lectura se de en los próximos días.

Lituma en los AndesMario Vargas Llosa. Uno de los pocos libros que me faltaban de MVLL, y creo que el mismo día que lo compré me puse a leerlo. Muy en su estilo y bastante, bastante bueno. Ya lo comentaré uno de estos días, pero desde ahora sepan que está recomendado, no duden en leerlo.

El Puercoespín – Julian Barnes. Un libro más de Barnes a la colección. Parece estar en un estilo diferente a Inglaterra, Inglaterra, pero no da mala impresión. Creo que le echaré diente pronto en todo caso. Aparte diré que no es muy común encontrar libros de Barnes por ahí, nunca he visto El Loro de Flaubert por ejemplo.

GlamouramaBret Easton Ellis. Este ya lo leí, incluso hasta ya posteé sobre él. Ahora me queda esperar conseguir los que me faltan de Ellis: Menos que Cero, Las reglas de la atracción y Lunar Park. Ojalá no demoren mucho en caer. Por otro lado parece que hay nuevo libro de Ellis a la vista, pero sin fecha de edición aún (algunos dicen 2010) . El probable título sería Imperial Bedrooms.

ClonesMichael Marshall Smith. Y uno de ciencia ficción como para no perder la costumbre. He leído críticas bastante malas sobre este libro y algunas buenas, así que ante la duda mejor remitirse a las pruebas, pero como lo que he ojeado no me impresionado mucho la verdad, por el momento la lectura de pruebas ha sido pospuesta indefinidamente.

Y ya quedan menos adquisiciones que reseñar… aunque sigo comprando.

Inglaterra, Inglaterra – Julian Barnes

Como decía en un post anterior, me llevé este libro en un reciente viaje que hice y lo estuve leyendo de a pocos ahí. Creo que fue la mejor opción, pues no es una novela tipo best seller, de las que se suele decir tienen una lectura «trepidante», sino que induce a una lectura reflexiva y pausada, como para meditar sobre las ideas y conceptos que el autor desarrolla.

Julian Barnes era un escritor del cual quería leer algo hace ya buen tiempo, y es con esta novela que logro acercarme a su obra. No me ha decepcionado lo que he encontrado y espero seguir disfrutando de sus libros. Inglaterra, Inglaterra (England, England) fue editada originalmente en el año 1998. La edición que tengo es en el sello quinteto del grupo Anagrama, fue editada en noviembre del 2002 y consta de 380 páginas en formato bolsillo. Está estructurada en tres partes:
Inglaterra
Inglaterra, Inglaterra y
Anglia

Martha Cochrane es el personaje alrededor del cual está armado el libro, de hecho la primera parte es sobre su niñéz y juventud. La segunda es sobre su participación en la empresa que desarrolla el parque temático Inglaterra, Inglaterra. Y la tercera sobre su regreso a la Inglaterra real, ahora Anglia, muchos años después. ¿Qué es Inglaterra, Inglaterra? El parque temático concebido por Sir Jack Pitman que intenta reemplazar a la auténtica Inglaterra. Poniendo todos sus atractivos, todo lo que la hace conocida, famosa y visitada, en un sólo lugar, de fácil acceso y recorrido por parte de los turistas. Pero por si eso fuera poco, aspira a más, a convertirse en un estado independiente, en la verdadera Inglaterra.

Usando como pretexto esta trama y personajes, Barnes despliega una serie de teorías sobre diversos aspectos del comportamiento humano: la forma cómo elaboramos y construimos lo que llamamos recuerdos, la realidad de lo que vemos como relaciones sentimentales y varias más, pero sobre todo Barnes trata el asunto de la realidad y la copia, si es posible que lo simulado sea mejor que lo auténtico. Un tema algo Dickiano, por cierto, aunque desde un enfoque bastante diferente. Para que tengan una idea de cómo Barnes desliza las teorías de las que les hablo, copio un extracto de una parte del libro.

Martha se rió de buena gana, y posó la mano en el brazo del Dr. Max. Él se estremeció ligeramente. Ella se rió de nuevo.
-Dígame, ese pequeño temblor de su brazo. ¿Ha sido artificioso?
-P-ero qué cí-nica, señorita Cochrane. De la misma manera, yo podría preguntarle si su pregunta lo era. Pero en cuanto a mi temblor, sí, ha sido artificioso en la medida en que es una reacción aprendida y deliberada a un gesto concreto…, entiéndame, no me lo he tomado como una ofensa. No es una reacción que haya tenido en mi cochecito de niño. Puede que, en algún periodo jurásico de mi desarrollo sicológico, lo haya elegido, seleccionado de entre el gran catálogo de reacciones que se vende por correo. Puede que lo haya comprado hecho. Puede que lo haya fabricado artesanalmente. Sin descartar que lo haya robado. La mayoría de las personas, en mi opinión, roban gran parte de lo que son. Si no lo hicieran, de qué mala calidad serían. Usted también está fabricada, a su estilo menos… brioso, sin ánimo de faltarle.
-¿Por ejemplo?
-Por e-jemplo, esta pregunta. Usted no responde «no, imbécil» o «sí, don sabio», sino que se limita a decir: «¿por ejemplo?». Se repliega. Mi observación, y lo digo en el contexto, señorita Cochrane, del aprecio que le tengo, es que usted participa activamente, pero de una forma estilizada, interpretando el papel de mujer sin ilusiones, lo cual es una manera de no participar, o guarda un silencio provocativo, animando a los demás a que hagan el ridículo. Y conste que no estoy en contra de que la gente exhiba su estupidez. Pero de un modo u otro, usted no se presta a examen ni, aventuraría, al contacto.
-¿Me está echando los tejos, Dr. Max?
-Es e-xactamente lo que quiero decir. Cambia de tema, hace una pregunta, evita el contacto.
Martha se calló. No hablaba así con Paul. La suya era una intimidad normal, cotidiana. Aquello también era intimidad, pero adulta, abstracta. ¿Tenía algún sentido? Intentó pensar en alguna pregunta que no fuese una forma de evitar el contacto. Siempre había pensado que hacer preguntas era ya una forma de contacto. Dependía de las respuestas desde luego.

Y bueno, como dije antes, el libro me gustó, y hay más que lo que brevemente reseño. Quizás no sea del gusto de muchos pero vale que le den una oportunidad. Nunca está demás aventurarse por otras orillas de la literatura.

En este post Inglaterra, Inglaterra (Julian Barnes) (Vender el pasado) un pequeño extracto del libro. Varios extractos en este otro post: “Inglaterra, Inglaterra” by Julian Barnes. Una opinión sobre el libro aquí. Y otra muy interesante acá. En esta entrevista de 1999 Barnes habla sobre Inglaterra, Inglaterra. Tampoco está demás sugerir la lectura de este post mío del 2005 sobre Barnes con una entrevista copypasteada.

Comprando libros, 14

Libros, 15
En el anterior post de la serie (ver 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13), dije que trataría de ponerme al día con lo pendiente, así que aquí estamos. Todos estos libros los adquirí en un sólo sitio, aprovechando lo que quedaba de un saldo de una editorial y por ahí se deslizaron un par de cosas más. Veamos.

Fuegos de Artificio – Angela Carter. Otro más a la colección de la Carter. Este es un libro de relatos y parece que no tuviera nada que desmerecer ante sus novelas. Hay varios cuentos que están ambientados en Japón, lo que me hace recordar al último libro de relatos de la Yourcenar que me conseguí.

Vermilion SandsJ. G. Ballard. Un libro de relatos del gran Ballard, varios ya los tenía repartidos en diversos libros, pero no importa, son otras traducciones me parece y además hay otros que no tenía. Lo mejor es que son de la epoca clásica de este autor, aca encuentran surrealismo, playas solitarias, personajes ermitaños y excéntricos, tecnología extraña, la civilización en estado terminal. O sea Ballard pues, ¿Qué más decir?.

Frankenstein DesencadenadoBrian W. Aldiss. Una novela de Aldiss que se me venía escapando de hace tiempo. No es de las mejores según la mayoría de reseñas leídas acerca de ella, pero nunca me dejo llevar del todo por las opiniones de otros. (He puesto un enlace a una crítica que me pareció interesante y no la deja mal). Cuando la lea les cuento que me pareció.

Un Verano Infinito – Christopher Priest. Un libro de relatos de CF. Christopher Priest no es un escritor muy conocido, salvo que les comentemos que es el autor de la novela (The Prestige) en que se basó la película «El Gran Truco«, entonces quizás les suene de algo. En todo caso, vale decir que es un muy buen escritor de quien desgraciadamente no consigo aún sus obras más recientes.

Inglaterra, InglaterraJulian Barnes. Primer libro que me agencio de Barnes, y ya lo leí, aprovechando los lapsos vacíos en mi reciente viaje. Me gustó aunque al principio me resultó un poco tranquila. Es bastante reflexiva y proporciona muchas cosas sobre las cuales meditar, temas como la representación de la realidad, y que la copia sea mejor que ella, la autenticidad de los recuerdos, y por ende, de la historia, etc. Ah es una de esas obras que podría ser catalogada como de ciencia ficción pero no lo es.

La Justicia del Visir – Christian Jacq. Lo llevé pensando que era de la misma serie que el anterior que había comprado y llego a la casa a cotejar y resulta que no, que es de otra serie. Así que van dos que no podré leer hasta sabe uno cuando. Ya me hace acordar a esa época en la que juntaba figuritas.

Y a ver si le sigo pronto a la serie de posts.

Julian Barnes – Entrevista

Ha salido un nuevo libro de Julian Barnes publicado en castellano (La mesa limónAnagrama) y con ese motivo en La Nación publican una nota sobre él que incluye una entrevista. Todo por Juana Libedinsky desde Londres.

Cuando los Rolling Stones anunciaron los planes para una nueva gira mundial, tocando su hit de hace 34 años «Brown Sugar» en la conferencia de prensa, el tema del día se volvió, con el tradicional sarcasmo británico, el de «sexagenarios, drogas y rock and roll». La estocada no podría aplicarse a Julian Barnes. El autor de El loro de Flaubert, de 59 años y miembro del dream team de novelistas británicos (con Martin Amis, Ian McEwan, Kazuo Ishiguro), nunca entendió por qué se espera que, en la vejez, la gente empiece a comportarse de manera distinta o a desear hacer otras cosas que las que siempre disfrutaron.

La «mesa limón» a la que alude el título de la flamante colección de cuentos cortos era una mesa de un restaurante de Helsinki al que iba el compositor Sibelius a comienzos del siglo XX. Se llamaba la «mesa limón», porque el limón es el símbolo chino de la muerte, y cuando uno se sentaba a esa mesa, estaba obligado a abordar el tema, por poco que le gustase. El nuevo libro de Barnes (autor de obras célebres como La historia del mundo en diez capítulos y medio, Inglaterra, Inglaterra, Amor, etc. y Hablando del asunto) trata precisamente de los años que anteceden al final de nuestras vidas, en los cuales la muerte está, clara e inevitablemente, en el horizonte cercano. Sus personajes no por eso pierden la capacidad de vivir, amar, mentir y ser infieles, de tal manera que Mick Jagger casi parece un tímido escolar en comparación.

«Todos podemos ver, pasada cierta edad, cómo el cuerpo decae, y de alguna manera asumimos que lo mismo ocurre con los espíritus y las pasiones, pero eso es muy poco probable y siempre fue poco probable», explica Barnes en una tarde gris y lluviosa de Londres que le garantiza que «el mundo gira como siempre».

-¿Las pasiones no decaen por el Viagra?
-Por el Viagra hoy, pero es en respuesta a una necesidad universal y eterna que es la de seguir persiguiendo nuestros sueños de juventud a lo largo de la vida. Hoy la sociedad permite hacer cosas que 50 años atrás hubiesen sido impensables, fuese por la Iglesia o por el qué dirán, pero yo estoy seguro de que esto causaba unas frustraciones terribles, no es que entonces la gente lo aceptase más que con una aparente serenidad. No hay nada de nuevo en el miedo a envejecer. Una de las historias del libro se me ocurrió al leer una biografía de Balzac donde cuenta que su padre estaba determinado a no morir nunca por lo que comenzó una dieta basada en el tronco de ciertos árboles. Las historias de mi libro no transcurren todas en la Inglaterra del siglo XXI, sino también en Suecia, Francia, Rusia, y algunas se remontan dos siglos atrás. Las manifestaciones son distintas, ahora los hombres no mordemos troncos sino que tomamos Viagra, las mujeres se inyectan Botox o se hacen cirugía plástica, todos usamos las ropas de los jovencitos o el pelo de cierta manera, pero se mantiene la disparidad entre lo que nos pasa por dentro y por fuera. Lo que yo quería era escribir contra la idea de serenidad en la vejez. Ese es el subtítulo escondido del libro.

-Usted no es ningún improvisado en los temas culinarios e incluso un par de años atrás publicó un libro de cocina. ¿Planes de volver a ponerse el delantal?
-No creo. Lo que me interesaría hacer, más bien, es escribir sobre la comida en la literatura, sobre la relación de los autores con los alimentos. Hace poco estaba leyendo la nueva traducción al inglés de Don Quijote y una idea podría ser basarme en su relato de una de las primeras degustaciones de vino. Lo narra en la voz de Sancho Panza, y es fantástico. De recetas, en cambio, me parece que ya he dicho todo lo que tenía que decir.

-Hablando del Quijote, ¿lo afecta leer libros traducidos?
-Sin duda uno debe de perder un porcentaje -y con un mal traductor, un gran porcentaje- del original, pero, por ejemplo, releyendo el Quijote no podía parar de reírme a lo loco, ¡y estamos hablando de un libro en otro idioma y que tiene 400 años! ¡Ese sí que no envejeció! En una buena traducción no debería perderse más del 5% del original. Mi primera experiencia como traductor fue pasar del francés al inglés el diario de Daudet. Traducir es una mezcla curiosa de responsabilidad e irresponsabilidad, no es el texto de uno, pero uno se siente profundamente vinculado a quien lo escribió y quiere hacerlo bien en su honor. Es una experiencia liberadora porque uno puede acercarse a la gente y decirle «Vayan a comprar este libro maravilloso» sin que le dé vergüenza porque no es el libro propio. Aunque debo reconocer que quizá me tomó más tiempo a mí traducir el diario de Daudet que a él escribirlo.

-¿Cuán distinto le resulta escribir cuentos cortos que novelas?
-Es muy distinto. En un cuento corto uno puede mantenerlo todo en la cabeza al escribir, con la desventaja de que cada falla en la historia se pone en evidencia inmediatamente. La novela es más difícil de mantener entera en la cabeza, con las distracciones de la vida cotidiana, pero es más relajado saber que no existe la novela perfecta. Hay grandes novelas, pero aun éstas no son perfectas. Escribir novela es tan distinto de escribir cuentos que, desde el comienzo, para mí está claro si una idea es para una obra de ficción larga o breve.

-Y su propia vejez, ¿va a ser como suponemos será entonces la de sus compatriotas, los Rolling Stones?
-Espero que cuando cumpla ochenta y pico, alguien diga de mí «Se la pasa leyendo todo el día». Sería el mayor halago.

Por supuesto en el artículo original hay más. Una reseña sobre La Mesa Limón en El Cultural. Este mes también salió un nuevo libro de Barnes en inglés: Arthur and George. Algo de eso y más por supuesto en la web «oficial» de Barnes. Más sobre el autor en este artículo de la Literary Encyclopedia. Un breve resumen de su carrera, pero en castellano. Una crítica de su libro Amor, Etcétera. Y un pequeño artículo/entrevista a raíz de la edición de su libro Inglaterra, Inglaterra.

La imagen de Julian Barnes en este post fue extraída de la web del Harry Ransom Humanities Research Center de la Universidad de Texas.

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