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El Diario Negro de A. Bransiteff – Ronald Arquíñigo Vidal

Este libro llegó a mis manos como se dice, de taquito. Resulta que Ronald Arquíñigo Vidal, el autor, estudia en la misma facultad y escuela (Sociales, Antropología) de la Universidad de San Marcos que mi hija mayor, así que él le vendió el libro y ella me lo pasó hace poco más de un año. El Diario Negro de A. Bransiteff fue editado por Casatomada editorial en el año 2006, consta de 87 páginas y es publicitado como una novela negra.

A pesar de su corta extensión debo decir que se me hizo pesado al principio leer éste libro. Quizás no conecté con su estilo, quizás me molestaron la lectura algunas fallas ortográficas que encontré, en fín, cosas que pasan. Sin embargo debo decir también que más o menos desde algo antes de la mitad hacia adelante la cosa mejoró, y bueno, pude terminarlo.

Si leen la solapa interior se encontrarán algo como «texto trepidante y misterio absoluto», háganme caso y no lo tomen en cuenta. En realidad el estilo, como sí está bien dicho en la contratapa, tiene mucho de poético y reflexivo, hasta diría que se abusa de dichos recursos, y en cuanto a lo de misterio, pues no, no lo ví. Así que si acercan a éste libro teniendo en la cabeza a clásicos de la novela negra como Dashiell Hammett, Jim Thompson o Michael Connelly (éste último es un autor contemporáneo, pero seguro será un clásico en unos cuantos años) quizás tengan la misma reacción que yo y se les atragante un poco la novela.

Y es que ciertamente ésta no es una novela de detectives, tampoco una novela tipo gore, y digo eso por las constantes declaraciones del narrador en cuanto a su gusto por la muerte y los asesinatos (Por momentos esperé algunos párrafos a lo American Psycho de Bret Easton Ellis), lo que le da a la novela, aunado al estilo ya mencionado, un aire lúgubre y dark.

La narración se sirve de hasta tres diferentes formas: un diario del autor llevado más o menos en el presente de la obra, una narración de hechos vividos por el autor en un pasado no tan lejano, y textos diversos de prosa. Al lector desprevenido pude confundir un poco ésto, sobre todo porque no están separados en diferentes páginas y porque el estilo del diario y el de las pequeñas prosas es bastante similar (O por lo menos eso me pasó a mi). Pero una vez que se le agarra el truco ya no hay problema. Lean por ejemplo un extracto de uno de los textos en prosa desperdigados a lo largo de todo el libro:

Esas fotografías de tiempos sepultadas bajo el peso del olvido, y donde las personas sólo son clasificaciones de rostros muertos y se resuelven en la memoria difusa del conjunto como un sueño furtivo. A ello se debe que este paisaje me aterra. Me causa repugnancia. Y no es que la sienta más triste y llorosa. En absoluto. Lo que ocurre es que todo se cubre de unas sombras que pervierten los colores de su naturaleza y parecen adoptar la atmósfera de mis libros. Sólo eso.

Y éste es uno de los párrafos que más me gustó, de la parte de las narraciones del pasado, pues le dió un toque diferente al clima general de la obra:

Finalmente la señora Santos me invitó a salir.
En la puerta, bajo un cielo herido de franjas grises y cubierto de nubes, sintiendo el viento fresco del parque, me dijo que era una noche hermosa como para desaprovecharla con una despedida. Suavizó su voz y se acercó hacia mi oído.
-¿Quiere acompañarme a mi apartamento, jodido escritor?
Aprecié sus senos explotados bajo la blusa negra, los puntillos de sus hombros carnosos y los labios que remojaba en ese instante, y le dije mirándola de frente, decidido a su muerte:
-Bien, como usted guste, señora.

Dicho todo lo anterior se podría pensar que el libro no me gustó. Bueno, efectivamente no me fascinó, pero tampoco me disgustó. Y es que por un lado es interesante encontrar libros como éste en la narrativa peruana y por el otro pues tiene sus virtudes también, aparte no está sujeto a ninguna de las modas actualmente en uso al escribir (lo que me hace pensar que igual podría haber sido escrito hace 50 años casi sin ningún cambio) y demuestra cierto carácter del autor en creer en su propio trabajo, y eso, a mi, me gusta. Así que si tienen ganas de sumergirse en una obra diferente, y que no les va a llevar mucho tiempo leer, pues éste es su libro (con las salvedades ya mencionadas por supuesto). Yo, si consigo otro del autor, pues lo volveré a intentar.

Para los interesados en el libro, este post Sobre El Diario Negro de A. Bransiteff del blog Contrapoder es otra opinión sobre el mismo. Y para los interesados en leer algo más del autor, éste es su blog: Pistas, donde ha colgado varias narraciones cortas. A leer entonces.

Libros Julio 2006

Libros, 1

La verdad tengo pocas ganas de postear, salvo que piense en libros. Desde que regresé a Lima, mi biblioteca se ha visto incrementada con algunos nuevos ejemplares que han llegado a mi de muy variadas formas. Empezaré en orden de llegada.

El primer nuevo libro me lo pasó mi hija mayor, se trata de El Diario Negro de A. Bransiteff de Ronald Arquíñigo Vidal, compañero de estudios en la facultad donde está mi hija. Aunque en la contraportada dice que se trata de una novela, por la extensión creo que mas apropiado sería llamarle cuento largo, o novela corta (Novelette o Novella le llaman en USA). Empecé a leerlo al toque, pero lo dejé pues no conecté muy bien con el estilo. Sin embargo luego de un par de semanas lo tomé de nuevo y me pareció mejor. Aún no lo termino, así que ya escribiré sobre él más adelante.

El siguiente libro me lo obsequió su propio autor, con quien me encontré a los pocos días de llegar a Lima, pues teníamos una charla en agenda desde hace meses. Se podría decir que es no tanto un libro sino una plaqueta: City de Carlos Wertheman, poemas ¿urbanos?, bueno, al margen de las clasificaciones, poesía de factura moderna y en una excelente presentación. Ya lo leí todo, así que está pendiente la reseña de rigor.

Los dos libros que se añadieron a mi colección después fueron también un obsequio, esta vez por cuenta de Daniel Salvo: Zodiac de Neal Stephenson, una de las primeras novelas del ahora famoso escritor, de la que debo admitir que ni conocía su existencia y menos que estaba traducida al castellano; y Test de Turing de Enrique Prochazca, un relato de este autor peruano que anda por los caminos de la CF sin serlo explícitamente. Daniel, te debo un almuerzo.

Finalmente, a los pocos días de leer el cuento mencionado en el párrafo anterior, fuí por el centro de Lima y más específicamente por la Av. Abancay para unas compras y no pude evitar darme un saltito por la feria de libros del Jr. Amazonas. En uno de los puestos encontré Un único desierto también de Enrique Prochazca, y ya pues, me hice de él. Aún no lo agarro en plan de lectura, pero con que tenga un par de cuentos igual de buenos a Test de Turing ya habrá valido la pena su adquisición.

En cuanto a lo que estoy leyendo actualmente, pues eso es otra cosa: El Cantante de Salmos (The Praise singer) de Mary Renault, Ardiente Paciencia de Antonio Skármeta y Remolcando a Jehová (Towing Jehova) de James Morrow. Todos van bien, ya escribiré al respecto.

Y ya, fin del post. (Y no es obligatorio que mis amigos me regalen libros, ja).

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