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Percepciones de pobreza y desigualdad en el Perú

niño de belen

Niño trabajador en Belén, Iquitos, Perú. Foto de Juan Arellano en 500px.

Este post fue realizado para el Global Economic Symposium 2013, como acompañamiento a la sesión sobre “Normas sociales y principios morales para reducir la pobreza y mejorar la igualdad.” Lea más en http://blog.global-economic-symposium.org/.

Brayan Tapullima tiene 12 años y vive feliz a la orilla de un río en la calurosa selva peruana. Todos los días va en una pequeña canoa al colegio más cercano en un viaje que demora casi media hora. Allí estudia y juega con otros niños. Luego regresa a su casa a seguir jugando o a ayudar en lo que le digan sus padres. Aunque sabe que no tiene televisión ni electricidad, se sorprendería si le dijeran que está considerado en los sectores más pobres de la población peruana, de hecho probablemente no lo entendería.

Cuando va a la ciudad siempre ve niños pidiendo limosna, sucios y drogados. Para él eso es ser pobre. A Brayan le gusta la ciudad, pero cuando sea grande quiere ser como su tío Vladimir, que va y viene por los ríos y siempre tiene historias interesantes que contar. O quizás como Don Lorenzo, el Apu de la comunidad, a quien todos respetan.

De acuerdo a recientes estudios casi nueve millones de peruanos ahora son de clase media, con un nuevo término: «clase media emergente» para etiquetar a aquellos que han salido de la pobreza. Pero según el sociólogo Julio Cotler, esta situación es muy precaria, de dicha cantidad «el 60% cae en la pobreza si es que se resfría. Está en el filo.»

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), basado en un estudio del Banco Mundial, señala por su parte que 38% de la población peruana es vulnerable, es decir tiene una alta probabilidad (90%) de volver a caer en la pobreza. Pero incluso 11 millones de peruanos se ven a si mismos como pobres, en lo que el economista Álvaro Monge califica como «una sensación», pues nominal o estadísticamente no lo son. Tenemos entonces dos percepciones de pobreza divergentes ¿Por qué Brayan, viviendo en una de las comunidades más pobres del país no se ve como tal y muchos peruanos que viven con más comodidades que él si se ven como pobres?

Una primera respuesta apunta al sistema económico capitalista en el cual vivimos. Por ejemplo el sistema de medición de la pobreza en muchos países incluye entre sus indicadores la cantidad de electrodomésticos que se posee, reforzando inconscientemente el modelo consumista. Así pues las personas siempre tienen algo nuevo que comprar, algo viejo que reemplazar, nunca están contentas con lo que tienen pues sus casas no son como las que salen en los comerciales de televisión. Esto también explicaría en parte por qué Brayan no se siente pobre, al no tener tv no está sujeto al constante bombardeo influenciador de la propaganda. En el caso de brayan la necesidad no ha sido creada.

Pero esto no vale para todos obviamente, el ejemplo de Brayan está lejos de ser el modelo predominante en la población rural peruana. La mayoría de jóvenes de comunidades indígenas migran a la ciudad donde pasan por un proceso de aculturación. Y aunque esto es positivo en términos de estrategias de supervivencia urbana, trae consigo rezagos del colonialismo, lo que se conoce como espejo de la colonialidad, donde el subalterno, el inferior, el dominado se mira con los ojos del dominante, del que lleva el poder y se asume, se acepta como inferior. Acepta su pobreza, la discriminacion y desigualdad. Se ve a si mismo como un ser inferior, desagradable, indeseado, feo.

Por tanto otra respuesta debería ir por el lado cultural. Las culturas indígenas manejan sistemas de valores distintos al occidental, donde conceptos com0 pobreza y riqueza varían y están más ligados a la naturaleza y al bien común. Quizás sea posible buscar otro modelo de desarrollo que conserve estos valores y promueva otro estilo de vida. ¿será mucho pedir?

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¿Hay igualdad para los pueblos indígenas frente a los grandes intereses económicos?

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Campesinos del Cusco en una feria ecuatoriana. Foto de Maurizio Constanzo en Flickr, usada bajo una licencia CC.

Campesinos del Cusco en una feria ecuatoriana. Foto de Maurizio Constanzo en Flickr, usada bajo una licencia Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0).

Este post fue realizado para el Global Economic Symposium 2013, como acompañamiento a la sesión sobre “Normas sociales y principios morales para reducir la pobreza y mejorar la igualdad.” Lea más en http://blog.global-economic-symposium.org/.

América Latina es muy diversa… a veces de una manera extraña. Si uno visita ciudades de Colombia no ve indígenas, salvo que al cruzar alguna esquina se encuentre un grupo de ellos mendigando. Sin embargo, al recorrer Cusco, Quito o La Paz, no queda duda que están muy presentes. Los sabores y colores nos dejan saber inmediatamente que estamos en tierra de incas, aymaras, quechuas y un sinfín de grupos poblacionales indígenas que habitan esas tierras dejando un invaluable legado histórico cultural.

Y aunque mucho se ha dicho internacionalmente sobre los pueblos indígenas, incluso la ONU tiene un foro permanente para su problemática, cabe preguntarse  si están incluídos «de a de veras» en los procesos de toma de decisión de los países sudamericanos.  ¿Sus cosmovisiones del mundo convergen integralmente con las políticas e ideas de desarrollo promulgadas por las (mal llamadas) mayorías?

Para nadie es un secreto que la relación de un indígena con la tierra, o pachamama en quechua, es una relación madre – hijo, pero ¿qué pasa cuando esa tierra que ellos ven de una forma tan espiritual y simbólica es vista por otros como un potencial recurso, sinónimo de desarrollo y enriquecimiento, y sobre todo, sin dueños?

El sistema de propiedad indígena es comunal, sin propiedad privada, por lo que es difícil de conciliar con el concepto occidental de que los recursos son para convertirse en propiedad y ser comercializados. Debido a que el bienestar comunal pesa más que el del individuo en las culturas indígenas, el concepto de igualdad tanto en la creación como en la distribución de riqueza difiere del pensamiento occidental.

Los gobiernos buscan tener los territorios libres de sus habitantes originales para hacer acuerdos y de esta forma generar ingreso y empuje financiero al país. En Colombia, los indígenas del Departamento del Cauca por ejemplo, llevan décadas realizando numerosos procesos de reclamación de tierras; al igual que llamados a que los grupos armados tanto legales como ilegales les respeten su derecho a vivir en paz y a no estar en medio de sus enfrentamientos. Ellos, que a nivel constitucional tienen regímenes jurídicos especiales, hoy solicitan al Gobierno poder tener una vida tranquila de acuerdo a sus costumbres e ideales.

Por otra parte, en Perú, los indígenas en Bagua, Cajamarca y Espinar, por citar los ejemplos más conocidos, tienen también una lucha de años diciéndole no a la privatización de la tierra. Acá el fenómeno se traslada a las consecuencias que trae la presencia de empresas multinacionales, especialmente las dedicadas al petróleo y minería.

Parece difícil e incierto entonces hablar de igualdad cuando en las leyes y protocolos se predica la protección de los pueblos indígenas, pero en la práctica su sistema de valores no está siendo respetado y nuestros conceptos de desarrollo y progreso van por otro lado. La convergencia de ambos sistemas tiene que pasar sin duda por buscar soluciones desde la diversidad étnica y cultural. Hasta tanto los sistemas de valores de cada  uno no lleguen a puntos de encuentro, no se podrá empezar a hablar de equidad e igualdad. El desarrollo de unos no puede significar la vulneración de la construcción de vida de los otros. En definitiva, desde el discurso oficial tendría que eliminarse hablar de los unos y de los otros para generar un escenario en que el crecimiento económico y financiero no sea el detrimento de la historia ancestral de nuestros países.

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Joaquín Estefanía: «La democracia no tiene respuesta para la Globalización»

Joaquín Estefanía puede que no sea muy conocido por acá, pero por otras latitudes sí que lo es, popular y polémico. Periodista, ex director de el diario español «El País», y escritor de libros sobre la globalización y el poder, fue entrevistado recientemente por Silvia Pisani para el diario argentino La Nación a propósito de un nuevo libro suyo: La Mano Invisible. De dicha entrevista extraigo algunos párrafos que me llamaron la atención:

«Se habla de globalización, pero en el mundo hay mil millones de personas, una sexta parte de la población, que no saben siquiera qué significa eso y otros varios cientos de millones que lo saben en muy escasa medida. Tras quince años de globalización, vemos que no nos está saliendo muy bien, sino de modo muy excluyente. Y no sólo por la desigualdad, sino por un elemento más novedoso, como que cada vez existen más decisiones que afectan a nuestra vida diaria que se adoptan más lejos de nosotros. Eso implica que la globalización está afectando al cogollo del sistema democrático tal como lo concebimos. Y que éste queda sin respuesta».

-¿Cómo lo afecta? -Lo vuelve anémico, con poca calidad, porque tiene cada vez menos poder para cambiar las condiciones de vida en las que trabajamos. Y junto con esa impotencia de la política conviven poderes privados, no legitimados por nadie, que afectan a diario. Poderes como los mercados, los medios de comunicación y los sondeos de opinión, que se han vuelto un vicio para los políticos.

-¿Por qué en estos quince años de globalización las cosas no han ido tan bien como se esperaba? -Porque la globalización que tenemos es deforme. Porque no es total: es sólo financiera y, en alguna medida, económica, pero en muy poca medida es política y en casi nada lo es para la justicia, el mundo de los derechos humanos o el de la ecología.

-Y esa diferencia de velocidades entre globalizaciones, ¿no puede hacer estallar al resto? -Creo que es lo que está ocurriendo. No sólo porque el ritmo no es parejo, sino porque la más importante, la globalización financiera, no tiene reglas. En cuanto salimos de nuestras propias fronteras nadie sabe quiénes son los jueces. Y tampoco es cierto que sea mundial: hay grandes partes del mundo que están deseando ser «explotadas» por la globalización: buena parte de Africa, de Asia o de América latina. Hay una sexta parte de la población, casi mil millones de personas, que no sabe siquiera qué es la globalización y otros cientos de millones que lo saben muy poco.

-Volviendo a los «poderes invisibles», incluye entre ellos a los medios de comunicación, pero ¿quién tiene ese poder y por qué invisible? -Es otro fenómeno contradictorio, porque una tendencia en los medios tradicionales es la concentración, las grandes corporaciones. Por el otro lado, tenemos el impacto de Internet y, dentro de ella, de los blogs, que es algo apasionante y difícil de manejar y de entender. Es un poder invisible.

-¿Alguien puede decir qué hay detrás de los blogs? -Nadie sabe aún lo suficiente para hacer un análisis definitivo; no está muy claro, pero es impresionante: en el mundo se crea un blog cada siete segundos.

-¿Usted se informa a través de ellos? -Un poco, y muchos periodistas los consultan. El economista norteamericano Paul Krugman reconoció que entre sus fuentes de información figuran algunos blogs en los que confía.

-¿Es la futura revolución? -No me atrevo a decir lo de revolucionario porque siempre pensé la revolución como algo colectivo, mientras que en los blogs es todo lo contrario: es estar uno solo. Resulta difícil hablar de una revolución del blog, pero es evidente que allí está pasando algo.

Lo que habla del tema de la globalización y democracia suena muy similar a lo que sucede en el Perú, donde pareciera que cualquier gobierno es incapaz de reducir siquiera en algo la desigualdad existente entre los diversos sectores de nuestra población, y que las decisiones reales e importantes son tomadas por personas que no fueron las que elegimos para hacerlo. Por otro lado su opinión de los blogs me pareció bastante particular, no los ignora ni menosprecia, pero tampoco cree que sean lo que salvará al mundo. Y bueno, ando de acuerdo con él.

La fotografía de Joaquín Estefanía proviene de la web del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, filial Argentina.

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Viviane Forrester – entrevista

Nunca he leído a Viviane Forrester, es más, ni siquiera había oído hablar de ella, pero las opiniones que expresa en entrevista publicada en el diario argentino La Nación, y que leí hace pocos días, me han llamado fuertemente la atención. Por ahí como que no comparto todas, pero no dejan de ser interesantes y sobre todo, se prestan para el debate. A continuación un extracto de dicha entrevista.

En su último libro dice que no se ganó por completo la Segunda Guerra Mundial…
La Segunda Guerra Mundial fue una guerra heroica y victoriosa para los aliados, pero al fin y al cabo fue una guerra clásica contra la Alemania expansionista. De hecho, se tomaron su tiempo para hacerla, ya que podría haberse evitado mucho antes, pero dejaron que Hitler invadiera varios países antes de actuar. Sin embargo, la guerra contra la ideología nazi y el antisemitismo nazi no existió. Hubo un consentimiento subterráneo de los diferentes países implicados antes, durante y después de la guerra, y una vez terminada algo quedó sin resolver.

¿Occidente se equivocó al creer que todo se había solucionado?
No quiero decir que se quisieron deshacer de los judíos enviándolos fuera de Europa, sino que intentaron deshacerse de este asunto, concluirlo, sin jamás lograrlo. No estoy de acuerdo con los sionistas que quisieron volver a su tierra ancestral, pero lo hicieron siguiendo una causa. Pero en aquel entonces los judíos necesitaban un refugio, y entonces se les dio Israel.

Se les dio un refugio…
Que después de la guerra los judíos hayan necesitado un refugio o se les haya querido dar uno es aberrante. Eticamente, no puede aceptarse. Lo que digo es un tabú, pero no debería serlo. Occidente está muy cómodo con la idea de que se creó un refugio para los judíos, pero sea uno palestino o israelí no se habla de manera racional de estos problemas. Se dijeron que concluiría el problema en Medio Oriente, pero en el fondo importaba poco o nada lo que pasaría allí. Si se enfrentaban judíos y palestinos, ya no sería responsabilidad de Occidente. De esta manera, Occidente se quiso deshacer de esta culpabilidad y responsabilidad, e incluso de la responsabilidad actual: se pelean entre ellos; que se las arreglen entre ellos… A más de medio siglo de la creación del Estado de Israel y de la supuesta creación del Estado palestino, no se debería comprender la situación como la simple continuación de la historia. Al principio era confuso, pero hoy los judíos y los palestinos están trágicamente unidos.

¿Sigue creyendo que es imposible oponerse a la globalización?
Habría que dejar de utilizar la palabra globalización, que no quiere decir nada. Estamos frente a un fenómeno monstruoso. La globalización es algo gigantesco, enorme, que no se sabe de dónde sale. No tiene forma ni ideas políticas y no quiere decir nada. Frente a este fenómeno uno se siente muy pequeñito, como país o grupo, y como esto no tiene sentido, no se puede darle un sentido a la réplica. Luchar contra la globalización es totalmente cretino, porque estaríamos luchando contra algo que no existe y que al mismo tiempo deja que todo siga existiendo sin que se sepa qué es lo que es. Vivimos en una dictadura muy peligrosa, porque no se ve…

Michel Serres

En el diario La Nación de Argentina publican una entrevista a Michel Serres, filósofo francés que habla de cosas muy interesantes. Vale la pena leerla completa.

-¿Cuál es el problema con los filósofos que no conocen el universo científico?
-En la historia de la filosofía, casi todos los grandes filósofos -de Platón a Leibniz, pasando por Hegel y Descartes- fueron también científicos. ¿Qué puede decir un filósofo sobre el mundo si no conoce nada de la química, productora de la mayoría de los objetos que tocamos, ni de la biología y sus remedios, que hicieron progresar la esperanza de vida 50 años en un siglo, ni de las nuevas tecnologías, que transformaron completamente el espacio y el tiempo?

La globalización, según usted, es tan vieja como el hombre…
-Cuando nuestros ancestros salieron de Africa para diseminarse por el planeta, firmaron el primer acto de globalización. Todos somos descendientes de ese puñado de africanos. Tenemos el mismo ADN. El hombre es la especie mundializada por excelencia. Y ese movimiento prosiguió en todos los terrenos de la vida cotidiana, comenzando por la agricultura. Un día, simultáneamente, un genio en México supo transformar el teosincle de Chalco en maíz y otro genio, en Medio Oriente, el búfalo en buey. Gracias a esos dos gestos de domesticación, el mundo se volvió agrícola. Como usted ve, la mundialización data del neolítico.

-¿Y qué responde usted a quienes dicen que el acceso a las nuevas tecnologías aumenta la fractura social?
-Que es un absurdo. La fractura pedagógica y científica que existió siempre entre países ricos y pobres es muy superior a la que provocará la presencia de Internet en todos los rincones del globo. Como sucedió con la llegada de la imprenta, la Red es una herramienta formidable para poner el conocimiento y la cultura a disposición de todos. Se habla de esa fractura social, pero nadie la compara con la que existe ahora: esa fractura que precipita a los más pobres a la ignorancia total, mientras educa a los privilegiados en las universidades de Stanford y de Harvard. El costo de las nuevas tecnologías es irrisorio comparado con el de las tecnologías tradicionales. Con las nuevas tecnologías, bastaría muy poco dinero para inventar una enseñanza a distancia para los países pobres.